ESTADOS UNIDOS: El viejo antieuropeísmo alza su cabeza

Mientras el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, aseguraba esta semana durante su gira por Europa que son más los factores de unión que de división entre su país y el viejo continente, algunos de sus seguidores ideológicos alentaban el sentimiento antieuropeo entre los estadounidenses.

Diversas notas editoriales de los más importantes diarios nacionales, empezando por The Wall Street Journal, destacaron el supuesto ascenso del «antiamericanismo» en Europa y criticaron al «Viejo Mundo» por una serie de faltas que el estadounidense medio suele atribuirle: cinismo, hipocresía, oportunismo y cobardía.

En una columna tras otra, el blanco específico eran las «elites» y no los pueblos europeos, como si los gobiernos de centro-izquierda que gobiernan la mayor parte de Europa no representaran a la gente que los eligió.

«Por décadas, esa elite cultivó un desprecio patriotero hacia Estados Unidos y sus valores», afirmó Michael Kelly, un influyente columnista de The Washington Post.

El mensaje: «No los tomen en serio, sólo tienen envidia de nuestra superioridad».

«Podríamos apostar a que muchos de esos líderes, pese a adoptar una postura moralista, en el fondo están aliviados de no tener la carga de Kyoto», opinó The Wall Street Journal en una respuesta común a las críticas europeas por el rechazo de Bush al protocolo de Kyoto sobre cambio climático.

El protocolo establece objetivos de reducción de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de invernadero, causantes del recalentamiento de la atmósfera terrestre.

Prueba de la hipocresía europea en este y otros asuntos sería que ningún miembro de la Unión Europea ha ratificado todavía el protocolo, pese a sus publicitadas intenciones de hacerlo, según varios columnistas de derecha.

Lo mismo se aplica a las objeciones de Europa a la aplicación de la pena de muerte en Estados Unidos.

«Los ex trotskystas de Francia nos consideran bárbaros por imponer la pena capital a un asesino en masa», ironizó William Safire, de The New York Times, en referencia a la ejecución esta semana de Timothy McVeigh, autor del atentado de Oklahoma que costó la vida a 168 personas en 1995.

«Sin embargo, el año pasado se suicidaron más presos en las cárceles francesas de los que fueron ejecutados en Estados Unidos», agregó.

En cuanto al Sistema Nacional de Defensa Antimisiles promovido por Bush, los europeos se quejan sobre la posibilidad de revertir 40 años de esfuerzos en favor del desarme, pero Bush «no debería preocuparse mucho», opinó Linda Chávez, la primera elección de Bush para la Secretaría de Trabajo, en The Washington Times.

«Una vez que Estados Unidos haya desarrollado su escudo antimisiles, los europeos estarán complacidos de aprovecharlo», pronosticó Chávez.

Con respecto a las quejas de Europa sobre el «unilateralismo» de Estados Unidos, Kelly señaló que «hay peores 'ismos' que ése, y tres de ellos son el imperialismo, el fascismo y el comunismo».

«Un siglo de resolución estadounidense, con frecuencia enfrentada al desdén europeo, logró crear un continente donde ninguno de esos ismos es una fuerza seria. No está mal», opinó.

Esta actitud de santurronería frente a Europa no es nada nuevo en la historia de las relaciones transatlánticas, aunque actualmente consume mucha tinta por la falta de una potencia que contrarreste la dominación mundial de Estados Unidos y por el claro unilateralismo adoptado por Bush desde que asumió la presidencia, en enero.

Al estereotipo de los estadounidenses como vaqueros recios y engreídos, ellos oponen un estereotipo de los europeos como gente pedante, inmoral y decadente que se cree con derecho a decir al resto del mundo lo que debe hacer.

Estados Unidos ha sido ambivalente con respecto a Europa desde que su primer presidente, George Washington, advirtió contra cualquier «alianza permanente» con potencias europeas.

En realidad, y contrariamente al pensamiento convencional, el «aislacionismo» de Estados Unidos no tiene nada que ver con un apartamiento del resto del mundo, sino de los vínculos políticos con Europa, a cuyas grandes potencias consideraba depredadoras, hipócritas e imperialistas.

Los más venerables «aislacionistas» estadounidenses siempre han creído que Washington tiene un derecho divino a intervenir en América Latina, Asia o el Caribe cada vez que lo desee.

La mayor parte de los estadounidenses siguen considerando que este país es el «Nuevo Mundo» al que llegaron los colonos ingleses en busca de todas las virtudes de que Europa carecía: libertad, democracia, movilidad social y económica, y los valores morales propios de aquellos puritanos de Nueva Inglaterra.

También se vanaglorian de haber «rescatado» a Europa de la segunda guerra mundial, de la «amenaza soviética» durante la guerra fría y más recientemente de la propia impotencia europea en los Balcanes.

Aunque esta versión de la historia no es aceptada por todos los estadounidenses, es la Biblia para la mayoría, y en especial para las fuerzas de derecha que desprecian las críticas de Europa y festejan el unilateralismo del actual presidente, bautizado como «La doctrina Bush» por el columnista Charles Krauthammer.

«El poder de Estados Unidos no sólo es bueno para este país, sino para el mundo. La administración de Bush es la primera de la posguerra fría en compartir esa premisa y actuar de acuerdo con ella», escribió Krauthammer en la publicación semanal Weekly Standard.

«No somos apenas un poder hegemónico. Somos un imperio especialmente benigno», concluyó. (FIN/IPS/tra-en/jl/mlm/ip/01

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