/BOLETIN-DD HH/ KOSOVO: Silencio sobre serbios desaparecidos

Los 1.300 serbios desaparecidos en la provincia yugoslava de Kosovo desde junio de 1999 «sólo están vivos para sus familias», dijeron funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas, y «un voto de silencio» impide saber la verdad, estimaron analistas.

Se trata de los serbios que continuaron viviendo en esa provincia del sur de Serbia tras el retiro de las fuerzas de seguridad nacionales y el ejército yugoslavo, determinado por un acuerdo internacional tras 11 semanas de bombardeos aéreos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Mientras tanto, las fuerzas de paz internacionales conducidas por la OTAN ingresaban al territorio, al igual que cientos de miles de integrantes de la minoría albanesa que habían sido expulsados de la provincia.

El control serbio había terminado y la Misión de las Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK) asumía sus funciones de gobierno en el disputado territorio.

Los ataques de la OTAN fueron la respuesta occidental a la represión ejercida por el entonces presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, contra dos millones de kosovares de origen albanés.

«Todo el mundo sabe de la suerte de los albaneses, pero poco se dice de lo que pasó con los serbios», afirmó Ranko Djinovic, presidente de la Asociación de Familiares de Serbios Secuestrados y Desaparecidos en Kosovo.

Por temor a las represalias de la minoría albanesa, miles de serbios de Kosovo huyeron a Serbia, la mayor de las dos repúblicas que conforman Yugoslavia.

Esa era la intención de Mladen Miric, de 50 años, visto con vida por última vez el 29 de junio de 1999 en Pristina, capital de Kosovo.

Miric intentaba llegar al monasterio ortodoxo serbio de Gracanica, donde se uniría a una caravana que partiría a Serbia, pero nunca llegó.

Se cree que fue secuestrado por el Ejército de Liberación de Kosovo, la misma suerte que corrieron unos 1.300 serbios desparecidos en la provincia desde junio de 1999.

«El se sentía seguro, nunca usó armas», dijo Slavica, esposa de Miric. «Era pintor y diseñador y estaba a cargo de un monasterio de 800 años», agregó Slavica, quien aún abriga la esperanza de que su esposo permanezca vivo.

Pero «la experiencia señala que tras dos años, los desaparecidos sólo están vivos en la memoria de sus familias», afirmó Guido van Rillaer, director del departamento de personas desparecidas de la UNMIK.

Dicha oficina ha logrado determinar la suerte de 20 serbios secuestrados, cuyos cuerpos fueron identificados y entregados a sus familiares.

«Hay 4.000 personas desaparecidas en la provincia, pero no podemos identificar su origen étnico», dijo la portavoz de UNMIK, Susan Manuel.

Mientras tanto, los familiares se enfrentan con los fantasmas de las prisiones privadas.

«Supuestos abogados me ofrecieron hallar a mi tío en una prisión privada de Kosovo a cambio de dinero», dijo Pavle Kostic, quien busca a 14 integrantes de su familia que desaparecieron sin dejar rastro de la aldea kosovar de Orahovac.

El precio para obtener la aparición de una persona ronda los 10.000 dólares.

«Existe el mismo problema en el lado contrario», dijo Van Rillaer. «Son criminales que alimentan falsas esperanzas de la gente dando supuesta información sobre la persona secuestrada. Hacen dinero con la desgracia ajena».

Varias organizaciones serbias de derechos humanos han procurado establecer la existencia de tales prisiones, donde los serbios habrían sido recluidos en espera de un intercambio con prisioneros albanokosovares llevados a Serbia.

Las autoridades yugoslavas que asumieron el poder tras la caída de Milosevic el año pasado ya liberaron a 1.300 albanokosovares. Pero ningún serbio apareció con vida en Kosovo.

«Hemos investigado unos 120 lugares indicados como posibles prisiones privadas, pero no encontramos nada», dijo Van Rillaer.

Los analistas temen que nunca pueda aclararse el destino de las personas que desaparecieron durante el conflicto.

«Hay un voto de silencio», dijo a IPS el analista Bratislav Grubacic. «Quienes presenciaron secuestros y posiblemente asesinatos —tanto del lado serbio como del lado albanés— podrían incriminarse a sí mismos o a sus compatriotas».

«Seguramente temen posibles venganzas, pero también temen al Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra para la ex Yugoslavia, con sede en La Haya. Es por eso que todo debe mantenerse en secreto», dijo Grubacic. (FIN/IPS/tra-en/vpz/mn/dc/mlm/hd/01

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