/BOLETIN-DD HH/ HONG KONG: Una vida mejor para las prostitutas filipinas

Las situación de las prostitutas que emigran de Filipinas a Hong Kong mejoró desde la transformación de esta antigua una colonia británica un una región administrativa especial bajo la soberanía de China, en 1997.

Filipinas que ejercen la prostitución en la zona roja de Wan Chai envían cada una al menos 1.280 dólares mensuales a sus familiares en su país de origen, según el cálculo de los empleados de una agencia de remesas. Por su parte, las trabajadoras domésticas de Hong Kong reciben como mínimo un salario de 470 dólares mensuales.

Las prostitutas tienen acceso ilimitado a preservativos y otros anticonceptivos, garantizado por organizaciones que trabajan en estrecha colaboración con propietarios de bares y con el gobierno de Hong Kong, más tolerante con el trabajo sexual que sus vecinos asiáticos.

En todo Hong Kong funcionan clínicas femeninas donde cualquier mujer puede recibir, gratuita y confidencialmente, preservativos, anticonceptivos, asesoramiento y control médico, con la sola condición de presentar un documento de identificación.

Así mismo, los proxenetas les brindan consejos en materia de anticoncepción, por su propio interés, y también indicaciones precisas para evitar que caigan en manos de la policía.

La situación actual de las prostitutas filipinas en Hong Kong difiere mucho del suplicio del que Anna, hoy de 31 años, pudo escapar en 1984, tres días después de llegar a este territorio.

Anna, quien aún hoy solicita reserva sobre su nombre real, fue reclutada en Manila por un grupo de chinos que le ofrecieron un empleo de mesera en Hong Kong por 1.600 dólares mensuales. Tenía entonces dos hijos sin padre a su cuidado, y no desaprovechó la oportunidad de escapar de la pobreza.

La joven llegó en 1984 a Hong Kong, entonces colonia británica, con visa de turista. Se reunió en el aeropuerto con un chino que la condujo a una pequeña habitación enrejada donde ya había otras cuatro mujeres, en el área más empobrecida del distrito comercial, en la península de Kowloon.

Aunque ya conocía el mundo de la prostitución, Anna no podía dar crédito a sus oídos cuando le enumeraron sus obligaciones: debía mantener relaciones sexuales sin interrupción, a cualquier hora del día o de la noche, y no recibiría alimentación si no cumplía con una cuota de 30 clientes diarios.

Mientras duró su cautiverio, el máximo periodo de descanso que gozó fue de dos horas entre servicio y servicio. Las mujeres que se enfermaban tenían suerte, pues debían descansar. Pero todas debían recibir una inyección que detenía la hemorragia al comenzar la menstruación.

Durante tres días, hizo lo que le pidieron. Entonces, un cliente suyo pagó por cinco horas de servicios sexuales en su domicilio, suficiente tiempo para escapar de su custodia en taxi hasta el aeropuerto y regresar a Manila con dinero que también pagó su benefactor.

La Misión de Trabajadores Migrantes Filipinos, una entidad cristiana, informó que, hasta 1999, cada año debió dar refugio a entre dos y tres filipinas que viajaron a Hong Kong en las mismas condiciones que Anna. La presidenta de la organización, Cynthia Tellez, dijo que esos pedidos de ayuda se interrumpieron ese año.

Los mecanismos del tráfico de mujeres cambiaron desde el fin del dominio británico. Antes, los proxenetas de Hong Kong se hacían pasar por familiares de las filipinas explotadas, lo que les permitía obtener visa de turista por dos o tres meses.

Hoy, la mayoría de las mujeres ingresan como trabajadoras del sector de espectáculos, con visa válida por seis meses, o como empleadas domésticas, lo cual le asegura la residencia por dos años. Unas 100.000 filipinas trabajan al servicio de familias en Hong Kong.

Los proxenetas conservan todos los documentos de las mujeres, incluido el pasaporte, y los mantienen al día, según The Sun, publicación de la comunidad filipina en Hong Kong.

Comparado con lo que ocurre en países vecinos, las autoridades de Hong Kong son tolerantes con el ejercicio de la prostitución, que no consta como tal entre los delitos descriptos en las leyes, aunque son sancionadas las «ofertas inmorales».

Pero en el sistema judicial predomina la opinión de que las prostitutas no hacen «ofertas» sino que, más bien, son personas adultas que acuerdan con otra, su cliente, mantener relaciones sexuales.

«No hay prostitutas filipinas hasta donde tenemos conocimiento», dijo un portavoz de la policía cuando la prensa le solicitó estadísticas sobre arrestos. Las estadísticas oficiales avalan esa declaración.

En los registros policiales figuran 3.665 mujeres detenidas por «ofertas inmorales» en el último año y medio, la mayoría de ellas procedentes de otras zonas de China que tenían consigo su pasaje de vuelta. Ninguna de las 360 extranjeras detenidas eran filipinas.

Este año, un operativo policial de cinco días en Mong Kok y Yuen Long, cerca de la línea divisoria entre Hong Kong y el resto de China, arrestó a 400 prostitutas, proxenetas y empleados de burdeles. La mayoría de las prostitutas eran chinas, y el resto tailandesas y vietnamitas. Ninguna era filipina.

Pero Anna no confía en los informes oficiales. Cree que la banda de traficantes de mujeres que la mantuvo tres días cautiva en Hong Kong todavía opera en el área.

Hace pocos meses, Anna regresó a Hong Kong de visita. Allí, varios hombres la rodearon en una calle tranquila y, sin mediar palabra, la golpearon con furia, al punto que perdió algunos dientes.

Anna no preguntó por qué lo hacían ni denunció el ataque a la policía. La advertencia había sido clara. (FIN/IPS/tra- en/dm/js/mj/pr hd/01

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