ARGELIA: Régimen militar resuelto a endurecer represión

El gobierno militar de Argelia prohibió las protestas en la capital y anunció que el ejército avanzará sobre los manifestantes que violen su decisión.

«El gobierno está decidido a emplear todas las formas para reprimir la actual rebelión», dijo a IPS Antoine Basbous, director del Observatorio de Países Arabes, con sede en París, tras conocer la medida dispuesta el martes.

Desde el comienzo de las protestas, en abril, murieron 110 personas y 1.500 resultaron heridas. La semana pasada, una marcha de 900.000 manifestantes en Argel terminó con la muerte de seis personas, entre ellas dos periodistas, y con varios cientos de heridos.

El régimen «está pagando a matones para que destruyan tiendas y edificios públicos mientras atribuye los desmanes a la oposición», sostuvo Basbous.

El gobierno militar impuesto en 1991 anuló las elecciones ganadas por el Frente Islámico de Salvación (FIS) en 1992, desatando una guerra civil. Desde entonces, la lucha contra varios grupos armados islámicos causó la muerte de 200.000 personas y el exilio de 500.000.

Pero, desde abril, el país vive una ola de manifestaciones iniciadas no por militantes islámicos, sino por la comunidad bereber, que exige el reconocimiento oficial de su lengua, el tamazight, y las demostraciones pronto adquirieron otra envergadura, para incluir reclamos económicos y democráticos.

Los bereberes son un pueblo no árabe de arraigo ancestral en la región, que constituyen la cuarta parte de los 30 millones de habitantes de Argelia.

Según Basbous, las autoridades continúan acusando a los dirigentes bereberes de participar en una conspiración internacional contra el país.

«De esta forma, el régimen intenta eludir las razones del descontento general, y las demandas populares de democracia, poder económico y autonomía cultural así como las protestas contra la corrupción», afirmó Basbous.

El presidente Abdelazis Bouteflika sostuvo el martes que «existe una conspiración interna e internacional para destruir Argelia».

Bouteflika negó los persistentes rumores sobre su renuncia. «No soy un capitán que abandona el barco cuando se hunde», dijo en su primera aparición pública en seis semanas, en la ciudad de Tamanrasset, 1.800 kilómetros al sur de Argel.

Si bien aseguró que estaba listo para «dialogar sobre todos los problemas» con la oposición, Bouteflika rechazó las demandas bereberes de autonomía cultural, pues «contradicen la Constitución».

Testigos de los últimos acontecimientos en Argelia, entrevistados telefónicamente desde París, afirmaron que la policía y el ejército atacaron durante varios días a los civiles sin justificación, sobre todo en la provincia de Kabila, donde se concentra gran parte de la minoría bereber.

«Lo que buscan es empujar a la gente a una guerra civil. Quieren que la gente consiga armas y se defienda por sí misma», afirmó al diario francés Libération un abogado bereber residente en Tizi Ouzuo, capital de Kabila, 150 kilómetros al este de Argel.

Soldados y policías argelinos dañaron automóviles y destruyeron tiendas en la ciudad, aseguraron testigos. «¿Quieren una revuelta? Tendrán una revuelta. Tendrán que arrodillarse para pedirnos que nos detengamos», gritaban oficiales de la policía y soldados, según esos informantes.

La marcha del 14 de este mes en Argel fue la más grande desde que el país logró independizarse de Francia, en 1962.

«Al principio, la policía intentó disolver la manifestación con gases lacrimógenos, pero luego comenzaron a disparar balas de verdad», dijo a IPS un manifestante, en entrevista telefónica.

El testigo también aseguró que los actos de vandalismo ocurridos durante y después de la marcha fueron cometidos por «matones pagados por el gobierno. Uno podía ver a los ladrones destruyendo y robando frente a las narices de los policías, que no hacían nada», afirmó.

Para el 25 de este mes está prevista una nueva marcha, convocada por jóvenes bereberes para conmemorar el tercer aniversario del asesinato del cantante Matoub Lounes en una emboscada atribuida por el gobierno a fundamentalistas islámicos. La oposición cree que fueron funcionarios del gobierno los que ordenaron el crimen.

Lounes había grabado un disco con canciones en que criticaba a los militares y a los líderes políticos del país. «Su muerte lo convirtió en un héroe, una suerte de Che Guevara nacional», dijo la hermana de Lounes, Nadia, residente en París.

La brutalidad policial en las manifestaciones despertó el rechazo general de la opinión pública.

«La protesta bereber se ha convertido en la protesta argelina», sostuvo la socióloga argelina Tassadit Yacine, también residente en París, en una columna publicada por el diario francés Le Monde.

La revuelta de los bereberes «es un síntoma del mal argelino: un régimen decidido a perpetuarse en el poder sin consideración por la confusión del país y del pueblo», agregó.

El gobierno intenta preservar los privilegios económicos de las jerarquías militares mediante una represión indiscriminada, según otros observadores.

«El puñado de generales que controlan el gobierno de Bouteflika no quieren perder las ganancias que obtienen de la exportación de petróleo», aseguró Jacques Amalric, principal columnista del diario Libération.

La juventud árabe sigue el ejemplo bereber y ataca edificios estatales considerados símbolos del poder central.

A pesar de las nuevas leyes que restringen la actividad periodística, todos los medios de comunicación argelinos consideran que las protestas «contienen un genuino anhelo democrático», tal como aseguró el diario Le Matin.

«El régimen no puede seguir diciendo: son sólo los bereberes que se quejan. Ahora toda la sociedad se está enfrentando con el gobierno», dijo el matutino argelino.

Un grupo de políticos e intelectuales franceses pidieron una intervención internacional que evite más derramamiento de sangre y que abra una alternativa democrática.

Noel Mamere, dirigente del Partido Verde, reclamó a la Unión Europea (UE) y a la ONU (Organización de Naciones Unidas) «abrir una investigación sobre los crímenes cometidos en Argelia en los últimos años».

Un pedido similar fue realizado en abril por un grupo de intelectuales europeos. Pero ni la UE ni la ONU han reaccionado.

En una declaración realizada durante la cumbre de la UE en la ciudad sueca de Gotemburgo la semana pasada, los líderes del bloque sólo reclamaron a los argelinos que retornen al diálogo político. (FIN/IPS/tra-en/jg/dc/mj/cr/ip/01

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