PALESTINA: Víctimas de Israel no se sienten héroes

Unos 1.500 palestinos han quedado discapacitados en incidentes violentos desde el comienzo de la actual intifada (insurrección) contra Israel a fines de septiembre, y muchos no hallan consuelo en la propaganda que los exalta como mártires.

Jalil Hmeid, de 19 años, intenta recuperar la movilidad de una pierna herida en el sanatorio de la Sociedad Arabe de Rehabilitación Belén, cuyo televisor muestra imágenes de Mohammed Abiyat, muerto en combate con fuerzas israelíes.

Hmeid recibió un balazo en la pierna en octubre. Reside desde entonces en ese sanatorio, el mayor de Cisjordania, y observa en forma atenta imágenes de la intifada en el televisor de la institución, que está instalado en la cafetería.

«Ahora sólo puedo mirar», dijo a IPS el joven palestino, mientras la pantalla mostraba a Abiyat enmascarado y con un rifle Kalashnikov, y un locutor calificaba al difunto de «mártir de la lucha por los derechos palestinos» y «montaña inconmovible».

En ese momento, los gemidos de un joven en silla de ruedas que era alimentado por un empleado del sanatorio se sobrepusieron a la voz del locutor.

La sociedad palestina glorifica a los mártires de la intifada, pero muchos entre los que ya no podrán caminar o han perdido un ojo o ambas manos tienen dificultades para mantener su autoestima, indicó Atef Shubita, de la organización no gubernamental (ONG) cisjordana Instituto de Salud, Desarrollo y Políticas.

Al comienzo, los jóvenes discapacitados internados en el sanatorio se sienten héroes que se sacrificaron por la causa nacional, pero tras dos o tres meses, «comienzan a sentirse inquietos y deprimidos», señaló la jefa de enfermeras del sanatorio, Suad Daoud.

Hay una tercera etapa en la cual muchos aprenden a superar sus dificultades, añadió.

Hmeid está muy dolorido y aún no puede caminar, pero eso no le impide continuar sus estudios, con la ayuda de un profesor que lo visita para recuperar clases perdidas de árabe, inglés e historia.

«Solía estudiar seis horas en la escuela secundaria y otras tres en casa cada día. Ahora estudio sólo una hora y media diaria, y eso va a afectar mi rendimiento en los exámenes. Pero no importa, si no apruebo este año lo intentaré de nuevo el año próximo», comentó.

El joven contó que fue baleado mientras llevaba a un niño de cinco años a una ambulancia en la cercana aldea de Tekua, y es claro que ya no está en la etapa de sentirse un héroe.

«La intifada no es algo muy positivo. No le hemos hecho ningún daño importante a los israelíes, y ellos matan a cinco, 10 o 20 de nosotros todos los días», comentó.

Hmeid indicó que permanecerá en el sanatorio por lo menos cinco meses más y luego volverá a su comunidad, en la cual los discapacitados carecen casi por completo de servicios adecuados y existen incluso prejuicios sociales contra ellos.

«Las familias solían avergonzarse de tener integrantes discapacitados, pero en los últimos años eso ha comenzado a cambiar, en gran medida por el trabajo de las ONG», explicó.

Sin embargo, «no existen redes de seguridad social ni servicios especiales para discapacitados, y abundan las barreras arquitectónicas para quienes se desplazan en sillas de ruedas», apuntó Shubita.

Hmeid quiere estudiar fisioterapia en la Universidad de Belén, para ayudar a otros discpacitados.

«Quien ha pasado por mi experiencia puede comprender a otros en situaciones similares», dijo.

Otros internados en el sanatorio tienen menos metas a su alcance. Ibrahim Abu Turki, agricultor y padre de 10 hijos, ingresó en la primera semana de mayo y sufre parálisis de su brazo izquierdo y de ambas piernas.

Abu Turki se desplazaba sobre su burro en la ciudad cisjordana de Hebrón cuando fue baleado en la cabeza por un soldado israelí el 13 de octubre. Ahora repite «Dios, Dios, Dios» mientras mira a los visitantes desde su silla de ruedas.

El Ejército israelí dispuso una investigación sobre el incidente en el cual resultó herido, pero no ha dado a conocer su resultado.

Abu Turki recibió tratamiento poco exitoso en un hospital de Arabia Saudita.

«Es imposible que vuelva a caminar. Se trata de un caso sin esperanza. La meta de su actual tratamiento es que logre el mayor grado posible de independencia para alimentarse y realizar su higiene personal, trasladarse en silla de ruedas y comunicarse», informó una enferemera.

«Traté de enseñarle a usar la silla de ruedas y empezó a llorar. Estoy seguro de que se pregunta todo el tiempo '¿Por qué me pasó esto?'», dijo Ahmed Afaneh, un estudiante de terapia ocupacional que trabaja en el sanatorio. (FIN/IPS/tra-eng/bl/mn/hd ip/01

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