La modernización de las pequeñas y medianas empresas y la revalorización de la industria maquiladora aparecen como los caminos más propicios para que América Latina contrarreste el persistente y expansivo problema del desempleo, señaló Cepal.
La orientación de programas sociales hacia la expansión de actividades de baja productividad en el sector informal, es en el mejor de los casos un «paliativo transitorio» en términos de empleo y mejoramiento de los ingresos, sostiene un estudio de Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
«Uno de los grandes desafíos actuales es la creación de puestos de trabajo productivos y permanentes en el sector formal de las economías latinoamericanas», agrega el trabajo divulgado por la agencia regional de la Organización de Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile.
El aumento de la desocupación y la escasa capacidad del sector manufacturero tradicional para crear puestos de trabajo, así como el incremento de la economía informal, son analizados en el documento denominado «Modernización económica y empleo en América Latina. Propuestas para un desarrollo incluyente».
El texto completo del trabajo está disponible en el sitio de Cepal en la red mundial de computadoras (www.eclac.cl) y sus autores son el experto de la comisión, Jürgen Weller, y Tilman Altenburg y Regine Qualman, del Instituto Alemán de Desarrollo.
En la parte del diagnóstico, el estudio recuerda que, según las últimas estadísticas consolidadas, en 1999 el desempleo llegó en América Latina a 8,7 por ciento de la fuerza de trabajo, un aumento impulsado por el estancamiento del producto como consecuencia, a su vez, de la crisis financiera mundial.
En 2000, con un crecimiento del producto interno bruto (PIB) regional superior a cuatro por ciento, el desempleo habría disminuido de manera casi imperceptible, para situarse en 8,6 por ciento.
Los expertos indican que en la década del 80 un punto de crecimiento del PIB conllevaba una baja del desempleo abierto, mientras que en los años 90 este efecto se advertía sólo en situaciones de crecimiento del producto superior a cuatro por ciento.
Cepal añade que «entre 1990 y 1998, 60 de cada 100 puestos de trabajo urbanos se crearon en el sector informal, en el que ya estaba 48 por ciento de los ocupados. Además aumentó el trabajo a tiempo parcial no voluntario, con salarios extremadamente bajos y condiciones laborales precarias».
Los cambios estructurales en la industria aumentaron la demanda de mano de obra calificada y ensancharon la brecha salarial entre ésta y el personal sin calificación.
No ocurrió el fenómeno de los «tigres asiáticos» (países de rápido crecimiento en los años 80 y 90), donde convergieron los aumentos de estándares de capacitación con los de mejoramiento remunerativo.
Esto se explica, en gran medida, porque entre 1990 y 1997 el empleo en la industria manufacturera creció apenas 1,2 por ciento al año, mientras la ocupación en general se incrementó anualmente en 2,2 por ciento.
Esta tendencia explica la creciente participación en el empleo de la economía informal, mientras que en el sector formal las pequeñas y medianas empresas (pymes) responden también por una alta dotación de empleos, pero sin capacidad para competir en términos salariales con las grandes industrias.
Al mismo tiempo, las pymes enfrentan una suerte de competencia desleal de la economía informal, que por su naturaleza se exime de obligaciones tributarias y de la cobertura de ahorro para las pensiones y la asistencia de salud.
Weller, Altenburg y Qualman entienden que por ello se debe apuntar a la modernización de las pymes, para lo cual proponen en primer término su mayor integración en sistemas de producción internacionalmente competitivos, ya sea insertándolas a áreas de exportación o como proveedoras de servicios a grandeas empresas exportadoras.
Otra vía es el desarrollo de la industria y los servicios con base en una «modernización incluyente de la producción de bienes primarios», en especial de la agricultura.
El estudio de Cepal destaca, por último, la contribución de la industria maquiladora como una de las expresiones más exitosas de las pymes, sobre todo en México, América Central y el Caribe.
La maquila es una industria de armado, que opera en zonas francas con insumos importados y cuya producción se destina fundamentalmente al comercio exportador.
El desafío en ese ámbito consiste en producir una dinámica de localización, de la industria maquiladora, que parta, no sólo de ventajas basadas en costos salariales, sino también en la competencia tecnológica, según los expertos.
También señalan que, pese a la justificada crítica a las malas condiciones laborales en algunas empresas, la maquila puede tener efectos positivos, que hasta ahora sólo pocos países han reconocido y aprovechado.
Los autores del documento citan a ese respecto el caso de Honduras, donde la maquila generó 95.000 puestos de trabajo en una década, cifra que supera la ocupación creada durante tres decenios de aplicación de políticas de sustitución de importaciones.
En Chile, la Asociación de Exportadores de Manufacturas, que reúne a las pymes orientadas hacia el comercio exterior, reclamaron mayor apoyo del gobierno y un cambio en la política de los bancos, renuentes a concederles créditos.
Dirigentes de la asociación señalaron como ejemplo a seguir a la provincia italiana de la Lombardía, donde existen 700.000 pymes exitosas. (FIN/IPS/ggr/dm/if lb/01