Grupos ambientalistas de Estados Unidos consideraron «sucia y peligrosa» la estrategia nacional de energía anunciada por el presidente George W. Bush.
Las recomendaciones más polémicas del documento revelado el jueves por Bush son la construcción de 1.300 nuevas centrales eléctricas a carbón, el aumento de las prospecciones petroleras, incluso en áreas vírgenes, y la reducción de las normas ambientales para la industria de la energía en su conjunto.
«Si no actuamos ya, podríamos tener un futuro oscuro, que ya puede visualizarse en el aumento de los precios de los combustibles y en los apagones en California», advirtió el presidente.
Las compañías de petróleo, gas y carbón recibieron con beneplácito las recomendaciones, elaboradas por un grupo de trabajo presidido por el vicepresidente Dick Cheney.
«Aplaudimos al presidente y al vicepresidente por su liderazgo y la integralidad de su estrategia nacional de energía», declaró The American Petroleum Institute, un grupo de presión formado por empresas petroleras.
Sin embargo, varios ambientalistas y legisladores rechazaron la recomendación de explorar petróleo en áreas prístinas, como el Refugio Nacional de Fauna del Artico.
Bush arguyó que esa zona, situada sobre la costa de Alaska, cerca de la frontera con Canadá, podría producir tanto petróleo como el que Estados Unidos importa de Irak.
Los grupos ecologistas consideraron un mero gesto simbólico la inclusión en el plan de recomendaciones de incentivos fiscales para promover la conservación, las fuentes de energía renovables y la eficiencia de la energía.
«Se trata de una receta para tener más perforaciones, más derrames, más ataques de asma, más desechos nucleares y más calentamiento planetario», afirmó Gene Karpinski, director ejecutivo del Grupo de Investigaciones de Interés Público de Estados Unidos, que lanzó una campaña de rechazo al plan por televisión, prensa y radio.
Los ambientalistas arguyen que, en lugar de perforar el refugio del Artico y otras áreas vírgenes, se podría obtener más petróleo mediante la fabricación de automóviles y camiones que gastaran menos combustible.
Si la eficiencia de los vehículos se aumentara a los niveles de Europa y Japón, «podríamos ahorrar tres millones de barriles de petróleo por día», observó Daniel Becker, director del programa de calentamiento mundial y energía del grupo ecologista Sierra Club.
Esa cantidad es «más de lo que importamos del Golfo sumado a lo que podríamos obtener del Artico y de las exploraciones costa afuera de California», agregó.
El plan también recibió críticas por proponer la revisación de los objetivos de reducción de la contaminación establecidos legalmente.
Philip Clapp, presidente del Fondo Nacional para el Ambiente, sostuvo que tales recomendaciones constituyen «un ataque flagrante» a la salud pública y al ambiente.
«Si no se puede llegar a las reducciones establecidas actualmente como resultado de la 'revisión' del presidente, habrá más muertes, enfermedades, lluvia ácida por emisiones sulfúricas y niebla tóxica», previno Clapp.
Además, la propuesta de construir 1.300 nuevas plantas termoeléctricas en los próximos 20 años para satisfacer la demanda de energía contradice los propios hallazgos del gobierno, señalaron ambientalistas.
Un informe publicado el pasado noviembre por el Departamento de Energía concluyó que la eficiencia y las fuentes renovables de energía podrían satisfacer 60 por ciento de la necesidad nacional de nuevas centrales.
«Aumentar la eficiencia y las fuentes renovables sería la forma más rápida, limpia y económica de atender nuestras necesidades de energía», declaró el jueves Daniel Lashof, director científico del Consejo Natural para la Defensa de los Recursos.
Los ecologistas advirtieron también que la estrategia de Bush podría exacerbar el calentamiento del planeta al estimular la quema de combustibles fósiles y la consiguiente liberación de gases de invernadero, que atrapan el calor en la atmósfera terrestre.
«El plan de energía de Bush constituye la tercera acción en contra de sus esfuerzos por convencer al mundo de que toma en serio la cuestión del calentamiento mundial», dijo Kert Davies, coordinador de la campaña sobre energía y calentamiento planetario de Greenpeace.
Davies es también uno de los más férreos críticos de la decisión del gobierno de Bush de retirarse del Protocolo de Kyoto sobre cambio climático, que establece objetivos de reducción de las emisiones de gases de invernadero.
Tobias Muenchmeyer, un experto nuclear de Greenpeace, criticó la nueva estrategia por promover la energía nuclear.
«Estados Unidos ya no sabe que hacer con las 42.000 toneladas almacenadas de combustible nuclear degradado ni tiene planes para los futuros desechos», observó.
Algunas organizaciones ambientalistas, incluida Sierra Club, consideraron que el plan de Bush es un intento por hacerse de aliados dentro del movimiento sindical, porque el gobierno arguye que la estrategia creará nuevas fuentes de empleo.
El lunes, un grupo de representantes sindicales fueron invitados a la Casa Blanca para una reunión confidencial sobre la nueva política, en un esfuerzo por recabar su apoyo.
«Consideramos este plan como una oportunidad laboral», declaró Mike Mathis, director de asuntos gubernamentales del sindicato de camioneros Teamsters International, que junto a Labourers International se pronunció a favor de la prospección petrolera en el refugio del Artico.
Sin embargo, otros sindicatos continuaron alineados con sus socios ambientalistas.
«Lo que el gobierno anunció no es una política sobre energía, sino un saqueo por parte de las grandes compañías petroleras y de servicios públicos», dijo Andrew Stern, presidente del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios.
Un estudio del grupo ambientalista World Wildlife Fund concluyó que se generarían más fuentes de empleo mediante inversiones en fuentes renovables y eficiencia de energía que mediante nuevas exploraciones petroleras. (FIN/IPS/tra-en/dk/aa/mlm/en/01
