KUWAIT: Entre la dependencia de Occidente y la tradición islámica

El gobierno de Kuwait aún se aferra a las potencias occidentales para obtener garantías de que Iraq no volverá a invadir el país como en 1990, pero los efectos culturales de esa dependencia son resistidos por tradicionalistas islámicos.

El mes pasado, el parlamento kuwaití comenzó a discutir un plan para atraer mayores inversiones de firmas petroleras transnacionales en yacimientos de la conflictiva región septentrional del país, fronteriza con Iraq.

Analistas políticos apuntaron que esa iniciativa, apoyada por parlamentarios liberales y partidarios de aumentar los vínculos con los países occidentales, busca asegurar que esas naciones consoliden intereses vitales en Kuwait y estén dispuestas a defenderlos con apoyo militar contra una eventual invasión.

Los legisladores islámicos tradicionalistas se oponen al proyecto, porque piensan que el aumento de la presencia de grandes firmas petroleras en el país profundizaría la creciente influencia cultural occidental en la sociedad.

El presidente de la comisión de relaciones exteriores del parlamento, Mohammad Sakr, dijo que sólo Occidente puede garantizar la seguridad kuwaití contra la amenaza del presidente iraquí Saddam Hussein, a quien describe como «un matón callejero demente».

«En 1994, (Saddam Hussein) estuvo a punto de volver a invadirnos. No nos avergonzamos de la presencia militar estadounidense en el país. No tenemos otra opción, ya que somos incapaces de defendernos con nuestras propias fuerzas», afirmó.

El ejército kuwaití, de 15.000 integrantes, no estaría en condiciones de enfrentar a los 375.000 soldados de Iraq, como quedó demostrado cuando se produjo la invasión del 2 de agosto de 1990.

El sentimiento de inseguridad de la mayoría de los kuwaitíes ha aumentado, por su percepción de que el país ya no es visto por gran parte de la comunidad internacional como víctima de una agresión iraquí, sino como responsable de las sanciones impuestas a Iraq tras aquella invasión.

«Esas sanciones no fueron impuestas por Kuwait, sino por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Nosotros trabajamos para que se levanten las sanciones que afectan al pueblo iraquí», enfatizó Sakr.

Otra preocupación de los kuwaitíes es la percepcion de creciente simpatía por Iraq en Occidente y en el mundo árabe, que nunca apreció mucho a Kuwait.

«Nos involucramos por completo en la política árabe, pero no logramos resultados positivos», afirmó el comentarista político kuwaití Ahmad Beshara.

Los tradicionalistas comparten con los liberales el interés en que permanezcan en el país unos 4.500 soldados de Estados Unidos que ocupan bases cercanas a la capital, así como los portaaviones estadounidenses y británicos desplegados en el Golfo.

Pedir el fin de esa presencia militar «sería un suicidio político», enfatizó Beshara.

Cuando Washington se puso al frente de la alianza que apoyó a Kuwait y atacó a Iraq en la Guerra del Golfo, esperaba que el país se democratizara tras el fin de la ocupación iraquí, y algunos observadores políticos aseguran que hubo incluso un acuerdo en ese sentido con las autoridades kuwaitíes.

«Kuwait fue liberado con la condición de que avanzara hacia la democracia, pero en la actualidad tenemos sólo una democracia a medias» dijo a IPS Lulwa el Mulla, activista por los derechos de la mujer y principal impulsora de la campaña para que se permita votar a las kuwaitíes.

Mulla pidió al emir Sheikh Jaber' el Sabah que convenciera al parlamento de aprobar el proyecto de ley presentado por él para establecer el voto femenino, que fue rechazado por los legisladores.

El emir «rió y me dijo: 'Usted me pide que presione al parlamento y me dice que quiere democracia'», contó la activista.

«No pienso que sea oportuno impulsar los derechos políticos de la mujer en la actualidad», señaló Nasser el Saneh, un parlamentario del Movimiento Constitucional Islámico.

«Deberían producirse otros cambios sociales antes de permitir que las mujeres ingresen al escenario político. Hay tradiciones que debemos respetar», añadió.

Dos legisladores tradicionalistas islámicos se opusieron a la realización de una competencia de fútbol femenino la semana pasada, con el argumento de que las normas del Islam exigen que las mujeres lleven en lugares públicos el vestido tradicional que cubre todo su cuerpo. (FIN/IPS/tra-eng/kg/mu/ip cr/01

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