CHINA-ESTADOS UNIDOS: Mal momento para incidentes aéreos

El choque, en apariencia accidental, entre un avión espía de Estados Unidos y un caza chino sobre el mar del Sur de China ocurrió en un momento delicado de las relaciones diplomáticas bilaterales.

El presidente George W. Bush está a punto de decidir una importante venta de armas a Taiwán, calificada por China de «provincia renegada», mientras sus asesores se refieren cada vez más a Beijing como un potencial «rival» militar en Asia.

Las relaciones entre Estados Unidos y China están en franco deterioro desde el comienzo del gobierno de Bush en enero. Por eso, la resolución de este incidente puede ser determinante para saber si la tensión se agudizará aun más.

Luego del choque del domingo, el avión de guerra chino se precipitó al mar y el estadounidense logró un aterrizaje de emergencia en la isla china de Hainan.

Luego de guardar silencio durante todo el domingo, el presidente Bush hizo una corta aparición este lunes al mediodía en el jardín de la Casa Blanca, para demandar a Beijing el inmediato acceso de los diplomáticos estadounidenses a los 24 integrantes de la tripulación, que permanecen detenidos.

«Nuestras prioridades son el pronto y seguro regreso de la tripulación y de la nave, sin que ésta sufra más daños ni maniobras», sostuvo Bush, agregando que estaba «preocupado por la falta de prontas respuestas chinas» a estos reclamos.

Bush dijo que esta actitud china no era «coherente con las prácticas diplomáticas habituales ni con el expreso deseo de ambos países de alcanzar mejores relaciones».

Con el fin de subrayar la determinación de Washington, el Departamento de Defensa (Pentágono) envió dos buques destructores a la zona de la isla Hainan.

Por su parte, China garantizó a Washington la seguridad de los tripulantes del avión espía, y prometió que sus representantes diplomáticos podrá tomar contacto con ellos en las próximas 24 horas.

No obstante, Beijing nada dijo sobre la exigencia estadounidense de no intervenir en el avión turbo-hélice EP-3 Aries II, de 100 millones de dólares, y equipado con un avanzado mecanismo de vigilancia computarizada.

Tampoco se habló sobre la posibilidad de que la tripulación haya destruido este equipo antes del aterrizaje con el fin de evitar que cayera en manos chinas.

El incidente ocurre en medio de misiones de rutina de los aviones sobre aguas internacionales, según informaron ambas partes.

Los lentos aviones EP-3, cuya base se encuentra en Japón, sobrevuelan varias veces por mes el mar del Sur de China, con el fin de controlar posibles actividades navales y militares en la costa sur de ese país, frente a Taiwán, donde el gobierno chino ha instalado gran cantidad de misiles.

Los tripulantes de los caza chinos, que suelen perseguir a las naves espías de Estados Unidos en sus recorridos, se han vuelto más agresivos en los últimos meses, afirmaron funcionarios del Pentágono, quienes aseguran que Washington se quejó formalmente a Beijing por las persecuciones.

Las autoridades chinas atribuyeron el accidente del domingo a una repentina maniobra del avión estadounidense, que luego de un viraje se dirigió directamente hacia uno de los dos cazas F-8 chinos que lo seguían.

Washington, por su parte, señaló que el avión chino volaba demasiado cerca del estadounidense, chocó con éste, se incendió y cayó al mar. Estados Unidos se ofreció para colaborar con la búsqueda de la tripulación china, que permanece desaparecida.

Según las leyes internacionales esgrimidas por el gobierno de Bush, China debe permitir el inmediato acceso a los tripulantes estadounidenses a los representantes diplomáticos de su país.

Además, el avión, pese a haber aterrizado sin permiso en territorio chino, debería considerarse tan inviolable como el edificio de una embajada estadounidense.

China afirmó que el avión espía, además de provocar el accidente, violó su soberanía al invadir su espacio aéreo para realizar el aterrizaje de emergencia.

Las declaraciones chinas son interpretadas en Washington como la base para un posterior reclamo de compensación económica.

«Los chinos parecen muy cuidadosos en su manejo de la situación», dijo Alan Romberg, ex funcionario estadounidense, experto en asuntos chinos del Departamento de Estado (cancillería) y actual miembro del Centro Henry L. Stimson, grupo de expertos en control de armas.

«Al sugerir una posible compensación económica, están colocando el incidente en un nivel de más fácil manejo que si buscaran alguna medida contra la tripulación. No creo que quieran que esto se salga de cauce de ningún modo», dijo Romberg.

Al mismo tiempo, Romberg y otros especialistas están preocupados por la reacción pública en China, en particular si gana fuerza la idea de que Washington provocó el choque de manera deliberada.

Se cita como ejemplo la violenta reacción popular que siguió al bombardeo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte contra la embajada china en Yugoslavia, durante la guerra de Kosovo, en 1999.

En esa ocasión, Estados Unidos insistió en que se trató de un accidente y pagó en compensación millones de dólares.

«En primer lugar, Beijing no quiere enfurecer a Estados Unidos, sobre todo con la venta de armas a Taiwán pendiente, pues si lo hace puede obtener un resultado indeseado», dijo Romberg.

«Por otro lado, si los chinos creen que los estadounidenses fueron los responsables del accidente no pueden decirle a su pueblo 'Oh, bien, es terrible haber perdido a uno de nuestros muchachos', y nada más», sostuvo.

Por otra parte, el hecho de que no haya muertes estadounidenses ofrece más margen de maniobra a Washington, según un asesor del Congreso, quien, sin embargo, advirtió que las demandas públicas y el despacho de dos destructores podrían resultar contraproducentes para una rápida solución.

«Los chinos no quieren verse reaccionando ante la presión, y menos aún ante la diplomacia del garrote», señaló.

Sin una solución a la vista, la situación es difícil para ambas partes. «Esta es una prueba muy importante para nuestras relaciones», advirtió el demócrata Russell Feingold, integrante del Comité de Relaciones Exteriores del Senado.

Por paradoja, el incidente ocurrió el mismo día en que varios diarios de Estados Unidos publicaron detalles sobre una revisión de las necesidades de defensa de Taiwán, según la cual la isla requiere nuevos sistemas de radar, equipamientos antimisiles, destructores y submarinos para defenderse de un posible ataque chino.

A fines de mes, Bush debe decidir si vende o no esas armas a Taiwán, pese a las amargas objeciones de Beijing.

En marzo, el vicepremier chino Qian Qichen, gran conocedor de las relaciones con Washington, advirtió que la venta de armas de alta tecnología a Taiwán representaba «serios peligros» para las relaciones trilaterales y urgió a Washington a «frenar sus caballos salvajes antes del precipicio». (FIN/IPS/tra-en/jl/dc/mj/ip/01)

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