/BOLETIN-DD HH/ EEUU: Uno de cada cinco presos es violado

Al menos 20 por ciento de los reclusos en las prisiones de Estados Unidos fueron violados sexualmente por otros presos, concluyó la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), luego de tres años de investigación.

HRW recibió más de 1.000 cartas de presos de todo el país en respuesta a un anuncio publicado en dos órganos de prensa informando que realizaría un estudio sobre la violación y el abuso sexual en las prisiones de Estados Unidos.

«Soy un hombre blanco, alto, lamentablemente con ciertas características femeninas, y muy tímido. Todo esto hizo que me violaran tantas veces que ya no siento nada físicamente». Las declaraciones son de A.H., un recluso que contestó al aviso de HRW, la mayor organización de derechos humanos de este país.

El informe de HRW, «Sin escape: Violación masculina en las prisiones de Estados Unidos», divulgado el jueves, también reveló que las autoridades carcelarias, en el caso de que reconozcan el problema, tienden a subestimar su frecuencia y casi nunca toman medidas para proteger a las víctimas.

Los reclusos corren el riesgo de convertirse en «esclavos» de sus violadores, de ser «rentados», «vendidos» o incluso «subastados» a otros presos, con fines sexuales.

«La violación no es de ninguna manera una consecuencia inevitable del encarcelamiento», sostiene Joanne Mariner, subdirectora de la división Américas de HRW y autora principal del informe.

«Pero es una consecuencia previsible si las autoridades carcelarias… no hacen mucho para impedirla o castigarla», agrega.

«Según lo contado por los presos, la violación no es un hecho extraordinario, sino que es un problema sistémico profundamente arraigado. También es un problema que las autoridades carcelarias casi no combaten», asegura el estudio.

En Estados Unidos existen aproximadamente dos millones de presos, uno de los índices de encarcelamiento más altos del mundo. La gran mayoría de ellos son hombres. El informe señala que algunos reclusos son vistos como objetos de explotación sexual desde el momento que ingresan a la cárcel.

Ser «joven, pequeño o débil físicamente, blanco, homosexual, sin antecedentes penales, tener características 'femeninas' como cabellos largos o voz aguda, ser tímido, intelectual o 'pasivo', o haber sido procesado por abuso sexual de menores» son factores que incrementan la vulnerabilidad ante la violación.

Los violadores en las cárceles tienden a ser mayores de edad, más grandes o fuertes, más agresivos físicamente y más adaptados al ambiente carcelario que sus víctimas, según el informe.

En muchos casos pertenecen a pandillas y fueron procesados por delitos más violentos que sus víctimas, agrega.

«Las violaciones pueden ser increíblemente perversas y brutales. Son comunes los ataques colectivos y las víctimas quedan golpeadas, sangrando y, en los casos extremos, muertas», explicó Mariner.

En un caso, Randy Payne, un hombre de 23 años, fue encarcelado en una prisión de máxima seguridad en Texas, en 1994. En menos de una semana fue atacado por un grupo de 20 reclusos que le exigió sexo y dinero. Cuando intentó resistirse, fue golpeado durante casi dos horas y murió de sus heridas, varios días después.

En otro caso en Texas, un preso identificado como M.R. fue violado y golpeado varias veces durante meses por el mismo recluso. Cuando denunció los hechos a las autoridades carcelarias, fue convocado a una reunión junto con su atacante, en la cual el investigador de la prisión descartó el problema como una «rencilla amorosa».

Cuando M.R. se enfrentó nuevamente al violador a solas, éste lo golpeó, dejándolo inconsciente. Al despertar, la víctima, sometido a una nueva violación, sufría rotura de cuello, de mandíbula, de clavícula izquierda, un hombro dislocado, dos conmociones cerebrales y heridas en el cuero cabelludo que le causaron hemorragias cerebrales.

El violador no fue procesado, aunque la víctima lo denunció varias veces.

Para evitar este tipo de violencia, muchos reclusos toleran el abuso sexual o buscan a compañeros sexuales más fuertes que los protejan de los ataques de otros. Un funcionario de la prisión le sugirió a A.H. que optara por la segunda alternativa.

El daño que causan estos ataques sexuales no es sólo físico. Muchas víctimas sufren de estrés psicológico, una enfermedad conocida como «síndrome traumático por violación».

«Tengo grandas dificultades para llevarme alimento a la boca debido a que tiemblo demasiado tras sufrir pesadillas o pensar demasiado sobre todo esto», escribió A.H.

«Me dejé sodomizar sin oponer resistencia física para impedir daños mayores. Esto hizo que también mi espíritu y mi corazón fueran violados. No sé si alguna vez me perdonaré por hacerlo», señaló.

No existen estudios nacionales definitivos sobre la incidencia de violación en las cárceles de Estados Unidos. Según un estudio, 21 por ciento de los reclusos en siete cárceles del país experimentaron al menos un episodio de sexo forzoso desde su encarcelamiento.

Los propios presos calculan que esa cifra corresponde a 33 por ciento en la realidad, mientras los guardias de un estado del sur opinaron que se acercaba a 20 por ciento.

Pero las propias autoridades carcelarias publicaron cálculos mucho menores, lo cual refleja, según HRW, una «indiferencia intencional que ha tenido consecuencias trágicas».

En consecuencia, el informe de HRW pide a las autoridades carcelarias y a los tribunales que tomen un papel más activo en impedir los abusos, proteger a los presos y procesar a los responsables.

Aunque el informe se concentró exclusivamente en las prisiones, o sea instituciones penales que retienen a los convictos al menos durante un año, señaló que es probable que un abuso semejante se produzca en las cárceles de todo el país.

«La violación en prisión es parte de la mitología de la vida carcelaria. Pero en realidad, es un devastador abuso de los derechos humanos que puede y debe impedirse», dijo Mariner. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/hd/01

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