(Arte y Cultura) MUSICA-BRASIL: Movimiento funk bajo artillería moral

El movimiento «funk», que desde Río de Janeiro se extiende al resto de Brasil, preocupa a autoridades y sociólogos, que ven expresiones lascivas en sus canciones y fiestas.

Declaraciones de adolescentes que atribuyen sus embarazos a «cópulas instantáneas y sucesivas» en bailes alarmó a responsables de organismos sociales y sanitarios de Río de Janeiro, que temen el aumento de la maternidad precoz e indeseada y el riesgo de enfermedades sexualmente transmisibles.

Una muchacha de 14 años, embarazada, aseguró haberse contaminado con el virus del síndrome de inmunodeficiencia humana (VIH) en una de esas fiestas, en el inicio del año.

La danza sensual y los juegos eróticos se conjugan con letras como la que dice: «Máquina de sexo, yo lo hago como un animal».

También hay otras que se refieren a la mujer en el mismo tono: «si te vuelves loquita, te doy una bofetadita/ porque una bofetadita no duele»… o «llámame perra, yo hago au-au/ llámame gatita que hago miau/ goza en mi cara, en mi boca, dondequiera».

Esas canciones reflejan el carácter machista del funk local, que trata a la mujer «siempre como objeto, un apéndice», sin una identidad propia, sentenció Alba Zaluar, antropóloga del Instituto de Medicina Social de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

Además, el movimiento se hizo temido entre los adultos de clase media por la violencia que suele afectar las fiestas, a la que concurren miles de jóvenes.

Una acusación frecuente lo señala asociado al narcotráfico, que domina muchas favelas (barrios marginados), donde prosperó el funk. Eso justificó la represión policial en los primeros años de la década del 90.

Sin embargo, gradualmente la ola se extendió a los jóvenes de las capas medias, lo cual habría contribuido a ablandar el conflicto y a disminuir la violencia.

La aceptación masiva del funk brasileño permitió que una líder del movimiento, Verónica Costa, dueña de Huracán 2000, empresa que promueve los bailes, fuera elegida en octubre concejal de Río de Janeiro, con la segunda mejor votación.

El funk, tras algunos años de cierta acomodación, volvió ahora a molestar a sectores de la sociedad por las provocativas coreografías colectivas de la danza, y también por su expansión a otras partes del país, aunque identificada por su mayor penetración en Río de Janeiro.

Verónica Costa y otros animadores de los espectáculos negaron la imagen de orgías sexuales, como señala la prensa.

Lo que dicen las canciones es pura broma, diversión, no discrepa de lo que se habla en las calles, entre amigos, argumentan.

Algunos sociólogos y antropólogos reconocen el funk como una manifestación cultural legítima de los barrios pobres, al observar que ganó características típicamente locales, contrarrestando críticas que destacan la importación de un modismo extranjero.

La escasez de entretenimiento propio y locales de convivencia, especialmente para los jóvenes, son causas de la violencia criminal, señalan los defensores del movimiento.

La llamada música funk, originada en los años 60 en Estados Unidos con James Brown como uno de sus maestros, llegó a Brasil en la década siguiente, manteniendo similitudes con sus fuentes originales.

En los años 80 incorporó algo del rap (ritmo y poesía, en sus siglas en inglés) de Nueva York, conquistó los barrios pobres de la periferia de Río de Janeiro, se convirtió en un fenómeno musical y social y, en consecuencia, pasó a ser tema de investigaciones académicas.

Críticos musicales apuntan que musicalmente se deterioró, con la pobreza melódica y harmónica, el ritmo pesado y el sonido exageradamente elevado para electrizar multitudes, sacudir nalgas femeninas y despertar instintos.

Curiosamente, el rap se expandió también entre la juventud de la periferia de las grandes ciudades, pero por camino socialmente opuesto al del funk.

Integrado al movimiento hip hop, con su danza «break» y el grafiti, el rap se hizo vocero de los pobres, de su protesta contra las llagas sociales y en la búsqueda de soluciones.

Es posible que haya ganado popularidad gracias a incorporarle a su locuacidad, enormes textos declamados con ritmo y fuerte percusión, una tradición del nordeste de Brasil, el «cordel», que tiene poesía y música de melodía repetitiva, caracterizadas por interminables versos improvisados.

La población pobre de gran parte de las metrópolis brasileñas, desde Sao Paulo a Brasilia y Río de Janeiro, está conformada por inmigrantes del nordeste.

El rap y el hip hop se hicieron un movimiento de rescate de los jóvenes en riesgo de caer en la criminalidad.

«Rap es educación», según el título del libro elaborado por la pedagoga Eliane Nunes de Andrade, que trata sobre la integración de jóvenes negros de Sao Paulo por esa corriente cultural.

Otros libros y varios documentales se hicieron en varias ciudades revelando el fenómeno.

Una de las películas, «El rap del pequeño príncipe contra las almas sebosas», muestra, a través de la vida de dos amigos, los caminos de la juventud en los barrios pobres de Recife, una de las grandes ciudades del nordeste.

La historia cuenta la vida de Helinho, que se hizo matador de bandidos, «las almas sebosas». Confesó 47 de los 65 asesinatos que le son atribuidos y es considerado un héroe por los pobladores del barrio. Murió en enero, a los 24 años, acuchillado por tres colegas de prisión.

En cambio, su amigo Garnizé optó por el rap, organizó una banda y a enseña música a niños pobres del barrio, abriéndoles una alternativa de vida. (FIN/IPS/mo/dm/cr/01

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