ECONOMIA-JAPON: Es hora de ajustarse el cinturón

La economía japonesa parece deslizarse cada vez más hacia la recesión, pero conseguir mesa en el restaurante Harumi Sushi, en el centro de Tokio, es casi imposible.

Eso se debe a que sus especialidades de sushi (pescado crudo) cuestan sólo 100 yenes el plato (unos 85 centavos de dólar), según explica el cocinero Tomichi Kashimura.

Los clientes acuden al restaurante por sus precios razonables. Comercios como el Harumi Sushi son una clara muestra de la ajustada situación de la segunda economía del mundo.

«Los salarios menguados y el creciente desempleo provocaron una profunda inseguridad acerca del rumbo del país. La gente gasta menos», afirmó el economista Yoshikazu Kano.

En febrero, los precios minoristas en Tokio cayeron 0,5 por ciento, luego de un período de 18 meses sin caídas, lo cual puede desalentar aún más la producción y causar una mayor caída de la demanda.

En efecto, los analistas sostienen que la reducción en el consumo individual —que representa dos tercios del producto interno bruto— no ayuda a poner límite al peor estancamiento del país en años.

Las cifras oficiales muestran que el hogar promedio gasta lo mismo que el año anterior, lo cual significa que los esfuerzos para promover el consumo no dieron resultados.

Japón experimenta el estancamiento de su economía desde hace más de una década y pero una pronta recuperación no parece factible, ya que la economía se deteriora más rápido de lo esperado.

En efecto, el mes pasado el gobierno redujo sus expectativas económicas señalando algunos obstáculos en el sendero de la recuperación, como el lento crecimiento de Estados Unidos, la tendencia «sumamente estable» en el consumo personal y una tasa de desempleo «persistentemente alta».

El pesimismo se refleja en las estadísticas del mercado de valores japonés, que cayó ocho por ciento el mes pasado a 12.000 puntos, una cifra que no se registraba desde 1986.

Según la oficina del primer ministro, la producción industrial descendió 3,9 por ciento en enero, las bonificaciones salariales cayeron tres por ciento y el desempleo subió a 4,9 por ciento, muy elevado para Japón.

Esta economía sin brillos coadyuva a una situación política tensa, caracterizada por la incertidumbre acerca de la suerte del primer ministro Yoshiro Mori, quien asumió en abril de 2000.

El apoyo público a Mori se limita a menos de 10 por ciento debido a acusaciones de mala conducta personal, errores diplomáticos y falta de habilidad para estimular la economía.

El rechazo de los votantes puede desembocar en la formación de un nuevo gabinete la semana próxima, o incluso en elecciones generales en unos pocos meses.

Mori sobrevivió a un segunda votación de censura en el Parlamento el lunes. Pero muchos creen que su propio Partido Demócrata Liberal, que conserva la mayoría en el plenario, busca un sustituto más popular con vistas a las elecciones parlamentarias de julio.

C. H. Kwan, economista del Instituto de Investigaciones Nomura, se refiere a la actual crisis como «la segunda recesión», una caída que siguió a la leve recuperación producida entre 1992 y 1994, cuando la economía creció 0,5 por ciento.

«La dificultad de Japón para poner a su economía nuevamente en carrera se debe a la incapacidad del gobierno para reconocer la realidad cambiante, marcada por la globalización, por una población envejecida y por la transición a una sociedad posindustrial», explicó Kwan.

En un artículo que analiza la economía japonesa, Kwan culpa al gobierno por inyectar dinero a industrias viejas.

Durante la década pasada los programas de emergencia para estimular la economía alcanzaron casi los 100 mil billones de yenes, es decir mil billones de dólares, la mayor parte de los cuales fueron a costosas obras públicas en zonas remotas del país.

Kwan también critica la política oficial que destinó 18 mil billones de yenes (unos 152.500 millones de dólares) para revitalizar la banca.

«Los bancos en problemas fueron salvados con fondos del presupuesto nacional. Pero este apoyo se logró con un costo terrible para los presupuestos oficiales destinados a emergencias, y tuvo como único resultado que se disparara el déficit fiscal», sostiene el economista.

Otros analistas reiteran que el país debería haber tomado medidas para impulsar otras áreas económicas y empresas nuevas, incluso algunas en el ámbito social —como servicios para la población de la tercera edad y las mujeres— en busca de la recuperación de la economía.

«El dinero debería haberse destinado a la nueva generación, en la cual reside el futuro», sostiene Kwan. «En cambio el gobierno se aferró a las viejas recetas y decidió construir caminos y represas que no trajeron la necesaria revitalización. El resultado fue una crisis mayor».

La reciente picada en los mercados de valores llevó a los analistas a prever una situación difícil para el país este año. «Los inversores se están yendo. Hasta la esperanza de exportar a la robusta economía estadounidense ya no parece real», dice Kano.

Por otra parte, un Japón debilitado tendrá un impacto negativo para el resto de Asia. Kwan ve al continente asiático excesivamente dependiente del mercado estadounidense e incapaz de absorber la declinación japonesa, como resultado de su propio estancamiento.

«Luego de la crisis financiera del sudeste asiático hubo una tendencia a alejarse del capitalismo al estilo estadounidense, que depende de los movimientos del mercado financiero, y forjar mayores vínculos asiáticos, siguiendo a Japón. Pero esto no es posible con un Japón totalmente atascado», argumentó Kano.

En el frente interno la inseguridad económica minó la confianza nacional e hizo que la gente se ajustara el cinturón, lo cual alimenta el círculo vicioso del estancamiento económico.

«El gobierno debería promover la idea de que un mayor consumo revivirá la economía», propuso Hidehiko Sekiguchi, analista de Hakuhodo, una consultora privada que estudia los comportamientos de la población japonesa.

Sekiguchi dice que los japoneses ahorraron cada vez más en los últimos años porque no saben qué esperar del futuro. La tasa de ahorro creció tres por ciento en los hogares de trabajadores asalariados en 2000, en comparación con el año anterior, cuando 53 por ciento del ahorro individual estaba en depósitos.

En el mismo período las deudas crecieron un 10 por ciento, alcanzando unos 5.000 dólares por hogar, por séptimo año consecutivo. «Los únicos sobrevivientes en la pesadilla que enfrentamos son aquellos comerciantes con precios bajos, como el restaurante de sushi», afirma Sekiguchi. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/dc/aq/01

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