(Arte y Cultura) MEXICO: Un festival atrapante

La población de la ciudad de México cedió a la seducción de la música, la danza, el teatro y otras disciplinas, cortejada por artistas nacionales y extranjeros que este mes engalanan plazas y centros culturales en el Festival del Centro Histórico.

En su XVII edición, la fiesta de arte y cultura ilumina las noches y los días del 6 al 31 de este mes, con masivas funciones que repitieron el éxito de otros años.

El centenario Ballet Nacional de Hungría cautivó al público con 120 bailarines puestos en escena bajo la dirección de Gyula Harangozó, con coreografía de Laszló Seregi y con la participación de la Orquesta de la Opera de Bellas Artes de México.

Por tercera vez en México y por primera ocasión en el Palacio de la Bellas Artes, la principal compañía de danza de Europa central brindó una pieza emblemática de la libertad: «Espartaco», sobre el esclavo sublevado contra el Imperio Romano.

El director Gyula Harangozó explicó, a pesar de su origen europeo, la propusta del Ballet Nacional de Hungría «se distingue por ser fuerte, caliente y con temperamento latino».

La danza afrocaribeña estuvo presente con el Ballet Folklórico de Camaguey, creado en 1993, que representó una coreografía inspirada en versos de Nicolás Guillén en un teatro cerrado y en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México.

Como en la edición anterior, el Festival del Centro Histórico presentó algunas de las principales obras artísticas en plazas públicas, incluido el Zócalo, la plaza principal de la capital mexicana. En los teatros y recintos cerrados, la gente pagó entre 10 y 100 dólares para asistir.

El Ballet del Gran Teatro de Ginebra, con «La consagración de la primavera», de Igor Stravinsky, y el Ballet Anhui Song and Dance Ensamble de China, fueron de la partida.

La poesía portuguesa hecha canción tocó el alma de miles de mexicanos en la voz de Misia, quien trajo al país el tradicional fado y demostró su capacidad para imponer su sentimiento y crear un ambiente de cercanía con el numeroso público congregado en el Zócalo, en medio de los infaltables vendedores ambulantes.

El quinteto de Gustavo Bergalli, ciudadano sueco nacido en Argentina, abrió paso al capítulo del jazz en el festival, con composiciones que mezclan estilos de Estados Unidos, América Latina y Europa en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

El grupo interpretó además canciones del tanguero rioplatense Carlos Gardel.

El australiano Don Burrows mostró su dominio de flauta y clarinete, entre otros instrumentos, en el Museo Franz Mayer.

Mientras se desarrollaban talleres infantiles, conferencias y visitas a los vestigios prehispánicos, los capitalinos dejaron sorprenderse por ocho actores-malabaristas-bailarines australianos trepados en gigantescos y flexibles zancos.

En extraños vuelos pendulares, los artistas-atletas de Strange Fruti transformaron el paisaje de distintas plazas en un fascinante derroche de ingenio y color.

Historiadores y expertos pedagogos acercaron a niños, jóvenes y adultos el pasado precolombino de este país, y narraron anécdotas sobre algunos rincones y sitios tradicionales de la ciudad de México, una de las mayores del mundo, explicó a IPS María Esther Beltrán, portavoz del festival.

Exposiciones, bailes populares y muestras gastronómicas completan la oferta cultural en esta temporada, que espera alcanzar la audiencia registrada el año pasado: 950.000 asistentes a los actos, señaló la vocera.

Por ahora, los organizadores del festival se dan por bien servidos con la programación ofrecida en esta ocasión. Beltrán anticipó que, tras una escasa semana de descanso después del día 31, los promotores comenzarán a diseñar el plan para 2002. (FIN/IPS/pf/mj/cr/01

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