AFGANISTAN: Destrucción de reliquias agrega sufrimiento al pueblo

Los afganos devastados por la guerra y la sequía serán quienes paguen por la destrucción de reliquias preislámicas, en el último desafío del gobierno del grupo extremista musulmán Talibán a la comunidad internacional.

Se prevé que los problemas de los afganos comunes se agravarán con las sanciones internacionales a Afganistán por la destrucción el fin de semana de gigantescas estatuas de Buda en Bamiyán, 130 kilómetros al noroeste de la capital, Kabul.

Japón ya advirtió que podría recortar su ayuda económica a causa de la negativa de Talibán a escuchar al resto del mundo, que le pedía respetar las reliquias, según un informe de la agencia de noticias afgana.

Algunos observadores políticos señalaron que esta vez Talibán podría haberse distanciado incluso de sus más férreos seguidores en Pakistán.

Maulana Samiul Haq, un partidario paquistaní de Talibán, había advertido a la milicia gobernante que procurara la opinión de altos académicos islámicos antes de adoptar una decisión sobre las estatuas.

Haq, quien dirige uno de los mayores seminarios islámicos de Pakistán en la ciudad de Akora Jattak, cerca de Peshawar, dijo incluso que las reliquias de Bamiyán podrían haberse vendido para ayudar a la devastada economía afgana.

«Parece que los talibanes están cortando sus propias raíces», comentó el diario The Dawn, el de mayor circulación en Pakistán.

«El Islam es una religión de armonía y coexistencia pacífica, y Buda era un apóstol de la paz y la no violencia. Ciertamente merece un mejor tratamiento que el recibido a manos de fanáticos», agregó The Dawn en una nota editorial.

Talibán, un grupo guerrillero islámico formado en Pakistán, tomó Kabul en septiembre de 1996, y actualmente controla más de 90 por ciento del territorio afgano.

Pakistán fue uno de los tres países que reconocieron a Talibán como el gobierno de Afganistán hace cuatro años, pero sus reclamos en favor de las estatuas de Buda fueron desoídos.

«Debemos romper todas las estatuas que quedan en varias partes del país… porque representan a dioses de infieles», decretó el 26 de febrero el líder supremo de Talibán, Mulla Mohammad Omar.

La prensa del vecino Irán también condenó la decisión del gobierno afgano. «El Islam nunca pregonó la destrucción de objetos que representan la fe y la historia de millones de personas de todo el mundo», señaló el periódico Iran News.

La decisión de Talibán de destruir las reliquias de Bamiyán se produjo en un momento en que millones de afganos necesitan desesperadamente ayuda internacional a causa de la prolongada guerra civil y la sequía.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación advirtió que la situación alimentaria en Afganistán está muy cerca de la hambruna.

El conflicto civil de 23 años en Afganistán devastó la economía agrícola y desarraigó a millones de personas. Las sanciones de las Naciones Unidas se agregaron a los problemas del pueblo.

Antes de las sanciones, la principal fuente de ingresos de Afganistán eran los aranceles aduaneros sobre mercaderías introducidas por vía aérea, pero la prohibición de los vuelos de la aerolínea Ariana puso fin a esto.

Luego, la prohibición del cultivo de amapola y la sequía redujeron enormemente los ingresos de la agricultura.

Ahora, la orden de destruir todas las estatuas preislámicas del país priva a Afganistán de su glorioso pasado cultural, que podría haberse transformado en una importante fuente de ingresos.

El Emirato Islámico de Afganistán, como los talibanes llaman a este país, supo tener un patrimonio cultural único con influencias persas, griegas, islámicas, hinduistas y budistas.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ofreció 100 millones de dólares para que se le permita cuidar de los monumentos y reliquias de Afganistán.

Las dos imágenes de Buda de Bamiyán eran una de las principales atracciones turísticas hasta la invasión soviética de 1979, que trajo la guerra civil.

Las estatuas medían 53 y 38 metros de altura, y estaban esculpidas en acantilados de las montañas Hindukush.

Se trataba de las mayores imágenes de Buda conocidas, y habían sido esculpidas siglos antes de la llegada del Islam a Afganistán, cuando este país era un centro de formación y peregrinaje budista.

Una de las estatuas de Bamiyán ya había sido dañada cuando Talibán capturó esa ciudad central, en el año 1998.

Mientras el mundo trata de entender por qué Talibán hizo oídos sordos a los pedidos de la comunidad internacional, algunos opinan que la decisión tuvo motivaciones políticas más que religiosas.

Hamid Mir, director del diario pakistaní Ausaf y experto en asuntos afganos, cree que Talibán se enfureció por las ofertas extranjeras de salvar las reliquias en lugar de ayudar a los afganos que padecen hambre.

Otros analistas creen que los talibanes quisieron vengar la demolición en diciembre de 1992 de la mezquita medieval de Babri, en la ciudad de Ayodhya, en el norte de India, por parte de fanáticos hinduistas.

Las estatuas de Bamiyán no fueron las únicas destruidas. Uno de los principales blancos de los extremistas islámicos fue el museo de Kabul, que alberga unas 6.000 piezas de arte budista. (FIN/IPS/tra-en/ny/mu/mlm/cr-ip/01

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