SALUD-TAILANDIA: El sida convierte a los abuelos en padres

Muchos de los tailandeses que contrajeron el VIH en los últimos 15 años murieron de sida cuando sus hijos eran aún pequeños. Sus padres ancianos quedaron a cargo de los huérfanos, y casi no reciben ayuda.

Solo en la provincia de Chiang Mai, con 1,5 millones de habitantes, más de 4.000 abuelos debieron hacerse cargo de sus nietos a causa del sida.

El hijo y la nuera de Yaitum Kornkhamnoi murieron de sida en Chiang Mai, capital homónima de esta provincia del norte de Tailandia. Hoy, esta mujer de 68 años madruga todas las mañanas para asegurarse de que su nieto desayune y llegue con puntualidad a la escuela.

Años atrás, Yaitum pensaba que su hijo se haría cargo de ella cuando llegara a una edad avanzada. Pero ahora es la única responsable del cuidado y de la alimentación de su nieto.

«Debo cuidarlo de la mañana a la noche. Atender al niño es mi responsabilidad. Si no estuviera aquí, no sé quién lo cuidaría», dijo esta tailandesa jubilada.

El ritmo de transmisión del VIH disminuyó en este país, pero el sida ya tuvo un impacto devastador. Unas 300.000 personas ya han muerto por esta enfermedad en todo el país, uno de los más afectados por la pandemia en Asia. Un millón de personas viven con el VIH.

Los ancianos debieron atender a sus hijos enfermos y a los nietos sobrevivientes, una situación ignorada por los políticos y por los organismos estatales de asistencia a las víctimas del VIH, señalaron activistas.

«Obtener fondos y ayuda directa para los niños es fácil. Cuando se trata de los ancianos es mucho más difícil. Sus necesidades son ignoradas a pesar del papel que juegan en sus familias», dijo Ben Svasti, del programa Mujeres contra el Sida en el distrito de Sanpatong, en Chian Mai.

Pero Yaitum Kornkhamnoi fue afortunada. Participa hace dos años en un proyecto especial dirigido a ancianos a cargo de niños huérfanos por el sida, iniciado por el Club Internacional Zonta de Chiang Mai y desarrollado por académicos y profesionales de la provincia.

En el Proyecto Abuela, 300 ancianos se reúnen una vez por mes para intercambiar información sobre el cuidado de portadores de VIH, sobre la salud y el bienestar de los nietos y, además, sobre cómo mantenerse ellos mismos en buenas condiciones de salud.

También reciben instrucción sobre su derecho a obtener asistencia estatal médica gratuita y beneficios sociales.

«Comenzamos ayudando en las tareas del hogar a los infectados. Luego, pasamos a cuidar a toda la familia. Cuando los enfermos fallecen, la abuela debe asumir su función de tutora. Así comenzó el Proyecto Abuela en 1999», explicó Somboon Suprasert, principal responsable detrás del proyecto.

Proyectos como éste son pocos y aislados. Sólo pueden brindar asistencia financiera para la educación de los nietos a una parte de los abuelos.

La situación se agravó con la crisis económica asiática a mediados de 1997, cuando el Estado se quedó sin dinero para comprar medicamentos y tratar a los portadores de VIH.

Los escasos asilos estatales alientan a los niños a que permanezcan, si es posible, en sus casas y comunidades. «Es mejor que estén con sus familias, pero los hogares de donde vienen estos niños son muy pobres y, de todos modos, allí también necesitarán ayuda», dijo un activista de Chiang Mai.

Setenta por ciento de los portadores de VIH son pobres o asalariados. A menudo sólo reciben asistencia estatal cuando ingresan en la fase final de la enfermedad.

No hay asistencia financiera disponible para los ancianos que se hacen cargo de los hogares donde se perdió el ingreso de uno o más adultos fallecidos por el sida. Los abuelos deben apelar a amigos y familiares para mantenerse.

Lo que ha mejorado en los útimos cuatro años son las actitudes de la sociedad hacia los afectados por el VIH. Hay menos estigmatización hacia las familias afectadas y mayor aceptación y comprensión de los miembros de la comunidad.

Para las abuelas y abuelos como Yaitum, la economía sigue siendo el problema más apremiante. «La situación cambió en todo desde que murió mi hijo, que mantenía a la familia. Ya no entra dinero. Tengo otros hijos, pero viven muy lejos», dijo.

«Debo alimentar a mi nieto y mandarlo a la escuela, pero no puedo trabajar porque estoy muy débil», se lamentó. (FIN/IPS/trad- eng/tag/js/ego/mj/he/01

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