PALESTINA: Exposición recuerda a muertos en intifada

La exposición «100 mártires, 100 vidas», de esta ciudad de Cisjordania, recuerda con fotografías y objetos personales a los primeros 100 palestinos que murieron en enfrentamientos con soldados israelíes desde que comenzó el levantamiento contra las fuerzas de Israel en septiembre.

Una honda para arrojar piedras contra los soldados es lo que representa a Fares Odeh, de 15 años. En noviembre la utilizó por última vez en Gaza, antes de recibir una bala en la nuca que acabó con su vida.

Hoy, la honda está expuesta en una caja de plástico transparente, como parte de la exposición del Centro Cultural Sakakini en homenaje a los caídos en la intifada, el nombre árabe del levantamiento palestino contra Israel.

Una mochila escolar, un juego de video, una pelota de fútbol y herramientas de trabajo están entre los objetos personales presentados con el fin de recordar a los muertos.

En el centro cultural, alojado en los pisos subterráneos de una antigua casa árabe, se pueden ver las fotografías en blanco y negro que pueblan las paredes de las habitaciones poco iluminadas. Un objeto personal, atado con esmero con un hilo, como si fuera un paquete, acompaña a cada imagen.

«Se supone que los objetos personales deben parecer obsequios. Estos mártires entregaron sus vidas en ofrenda a su país», dijo el artista y curador Samir Salameh, un palestino que vive en París.

Otro objetivo de la muestra es homenajear a las familias y darles la oportunidad de ver a sus muertos como individuos, no como estadísticas anónimas, según Adila Leidi, directora del Centro Cultural Sakakini.

«La gente moría uno tras otro. Las familias no tuvieron tiempo para llorarlos. Quería decirles a los padres que sus hijos tuvieron una vida. Quería acabar con la anonimidad», señaló.

Esa anonimidad no fue tal en el caso de un niño de 12 años cuya muerte fue capturada por la televisión y trasmitida a millones de espectadores en todo el mundo.

El 30 de septiembre, Mohammed al Durra y su padre volvían a casa de un mercado de automóviles de segunda mano en Gaza. El taxi en el que viajaban debió detenerse cuando comenzó un tiroteo cerca de uno de los puestos militares israelíes.

Los soldados israelíes estaban allí para proteger a los 6.500 colonos judíos que viven en enclaves fuertemente vigilados de la Franja de Gaza, junto a más de un millón de palestinos.

Cuando los pasajeros salieron del taxi, Mohammed y su padre se ocultaron detrás de un muro de cemento para resguardarse de las balas, que finalmente mataron al niño. Cinco meses después, su vida es recordada por un par de zapatos deportivos.

El orden respetuoso de la exposición, subrayado por las velas ubicadas en el piso, contrastan con el caos y el derramamiento de sangre provocado por el levantamiento actual.

La intifada se desencadenó cuando el entonces legislador opositor derechista y actual primer ministro israelí Ariel Sharon visitó el 28 de septiembre la zona más disputada de Jerusalén, conocida como el Templo del Monte por los judíos y como Haram al Sharif por los musulmanes.

Los palestinos quieren que Jerusalén oriental sea su capital, pero Sharon prometió que la antigua ciudad permanecerá indivisa y bajo control israelí.

Lo que comenzó como una manifestación contra la provocación de Sharon se convirtió en un levantamiento contra Israel. Miles de frustrados palestinos ocuparon las calles y los disturbios posteriores le costaron la vida a más de 400 personas, en gran mayoría palestinos.

Los organizadores de la muestra nunca se imaginaron que habría tantas muertes, por lo que limitaron la misma a los primeros 100 muertos desde el comienzo de la intifada.

«Cuando la intifada concluya, espero que hallemos un lugar permanente para la muestra y que incluya a todos los mártires», explicó Leidi.

El catálogo de la muestra revela una vida de sufrimiento y necesidades. Los niños abandonaron sus estudios para salir a trabajar, los jóvenes corrían peligro al burlar todos los días los puestos militares israelíes para trabajar en Israel.

Uno de los adolescentes que se trasladaban de Cisjordania a Israel, en forma legal, fue Sami Balawneh, de 17 años. Murió en octubre, pero su tarjeta de habilitación israelí, válida hasta el 19 de mayo, sirve para perpetuar su vida.

«Aquí se ve lo pobre que eran algunas de estas personas, y cómo algunos de ellos trabajaban casi como esclavos en Israel. Algunas familias ni siquiera tenían una fotografía de sus muertos», explicó Leidi. (FIN/IPS/tra-en/vq/sm/aq/cr/01

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