Los jefes de la guerrilla zapatista de México comenzarán el domingo una marcha hacia la capital desde esta ciudad del meridional estado de Chiapas, a la que califican de racista y cruel y que tomaron por asalto en 1994.
San Cristóbal de las Casas, cuyos habitantes «coletos» (blancos- mestizos) «son especialmente crueles con los indígenas», según aseguró hace siete años el subcomandante Marcos, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), estaba colmada este viernes de visitantes mexicanos y extranjeros deseosos de ver y despedir a los rebeldes.
Veintitrés comandantes indígenas del EZLN y Marcos, el único mestizo del grupo, llegarán este sábado a San Cristóbal, ubicada 1.000 kilómetros al sur de la capital, luego de una ceremonia de despedida en las comunidades indígenas de las selvas de Chiapas, a las que entregarán sus armas en custodia.
Se espera que unas 25.000 personas se reúnan en una plaza central de la ciudad, que tiene 140.000 habitantes, para despedir a los guerrilleros. Durante todo el sábado se realizarán actos culturales organizados por grupos civiles y humanitarios.
Al arribo de los zapatistas, alrededor de las cinco de la tarde (22 GMT), habrá un acto especial, y los guerrilleros estarán permanentemente rodeados por cordones de seguridad de la sociedad civil, explicó a IPS Daniel Luna, uno de los organizadores de la recepción.
En la mañana del domingo, los dirigentes del EZLN iniciarán en autobuses y camiones un viaje de 3.000 kilómetros por 12 estados, para llegar el 11 de marzo a la ciudad de México.
El «zapatour», un neologismo acuñado por políticos locales, tiene el propósito de movilizar a la sociedad a favor de las causas de la guerrilla y pedir al Congreso la aprobación de una ley sobre derechos indígenas y al presidente Vicente Fox cumplir varias condiciones para la reanudación de las negociaciones de paz.
El 1 de enero de 1994, cientos de indígenas armados entraron en San Cristóbal, ocuparon edificios públicos y levantaron una bandera negra con una estrella roja en el centro.
También leyeron una proclama para declarar la guerra al gobierno «dictatorial», controlado entonces por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y exigir justicia para los pueblos nativos.
Marcos señaló poco después a turistas y pobladores que los habitantes de San Cristobal se merecían «el susto» de la rebelión armada, pues son «especialmente crueles con los indígenas, especialmente crueles los coletos».
Dos años antes, en esta misma ciudad, pero en una «casa de seguridad», los jefes de las Fuerzas de Liberación Nacional, un grupo de corte marxista-leninista del que surgió el EZLN, habían decidido declarar la guerra «al mal gobierno».
Los combates se prolongaron durante 12 días en zonas rurales cercanas a San Cristóbal, con un balance oficial de 193 muertos, 150 de ellos guerrilleros. Otros cálculos aluden a 400 fallecidos, la mayoría nativos miembros del EZLN.
Los zapatistas se levantaron en armas para luchar contra la pobreza y la marginación de los indígenas y dispuesto a avanzar hacia la capital «venciendo al ejército federal», según rezaba la declaración de guerra.
Siete años después, cuando el PRI ha perdido el poder, después de mantenerlo durante 71 años, y la guerra permanece suspendida gracias a leyes de pacificación, las calles de San Cristóbal continúan pobladas de indígenas pobres.
Muchos de ellos piden limosna y otros son vendedores ambulantes o se dedican a trabajos mal remunerados.
Más allá de la fama que ganó la ciudad con la acción de los guerrilleros, que allí comenzaron en 1994 el diálogo de paz con el gobierno, el lugar no parece haber cambiado. Tampoco sus alrededores, donde viven los indígenas más pobres de México.
El analfabetismo llega a 30 por ciento en Chiapas, dos veces y medio el promedio nacional, y casi la mitad de las viviendas tienen piso de tierra. Pero este estado es también fuente de la mitad de la energía generada por centrales hidroeléctricas y proporciona ingresos millonarios por la extracción de petróleo.
San Cristóbal es la tercera ciudad del estado, medida por su población, y en ella los indígenas son mayoría. Pero los «coletos» son los dueños de los principales comercios, hoteles y tierras.
«Yo no se mucho de la guerrilla, pero sí que seguimos pobres, nada ha cambiado», dijo Trinidad Solís, una indígena que vende en San Cristóbal artesanías y pequeñas figuras de tela con la imagen de los zapatistas. Se trata de muñecos de color oscuro, con pasamontañas y un trozo de madera que representa una arma.
Como sus antecesores, Carlos Salinas (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000), el presidente Fox, en funciones desde diciembre, ofrece sacar de las postración a los indígenas de Chiapas y negociar la paz definitiva con la guerrilla.
Pero el EZLN no le cree. Fox retiró cuatro destacamentos militares de la zonas de selva de Chiapas, respaldó la liberación de cerca de 40 presos simpatizantes de la guerrilla y presentó al Congreso una ley de derechos indígenas, medidas que ni Salinas ni Zedillo atendieron.
El gobierno debe retirar tres destacamentos militares adcionales, liberar a más presos y gestionar la aprobación en el Congreso de la ley de derechos indígenas, si desea la reanudación del diálogo de paz, que fue suspendido en 1996, advirtió Marcos.
Se atenderán todas las demandas del grupo, se respetará y protegerá la marcha de la plana mayor del EZLN a la capital, prometió Fox.
Más de 70 por ciento de las personas consultadas por empresas encuestadoras opinaron que Fox tiene sincero interés en lograr la paz en Chiapas, y la mayoría solicitaron a los guerrilleros regresar a la mesa de diálogo con el gobierno.
Fox transformó el conflicto de Chiapas en un asunto de imagen pública y quiere una paz falsa, sostiene Marcos quien, como en 1994, cuando comandó la ocupación guerrillera de San Cristóbal, es otra vez, al prepararse la marcha hacia la capital, la figura que atrae la mayor atención. (FIN/IPS/dc/01
