/Integración y Desarrollo/ CUBA-EEUU: El absurdo como política

Hassan Havana, una bella ejemplar de lebrel afgano, vio en riesgo su participación en exposiciones en Cuba por el cuestionamiento a una de sus dueñas, la jefa de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, Vicky Huddleston.

La copropiedad de Huddleston parece ser el único «defecto» que tiene la perra, ganadora de muchos trofeos en Cuba, y el episodio que la tuvo de protagonista contribuye a ilustrar el clima político entre la isla y Estados Unidos.

Hubo polémica, notas de agravio y de desagravio e incluso portavoces de los dos gobiernos se ocuparon del asunto.

La Asociación Nacional de Lebreles Afganos (ANLA) envió una carta el día 6 a Huddleston para comunicarle que, debido a su actitud «anticubana», Hassan Havana quedaba excluida de las actividades del grupo.

«Es lamentable que el gobierno cubano la haya emprendido contra la perra de la embajadora Huddleston», dijo el portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Richard Boucher.

Pero la ANLA, en una segunda misiva entregada a la prensa extranjera el día 16, aclaró los «malentendidos», al explicar que la expulsada era Huddleston y no su perra, que podía seguir asistiendo a los actos programados siempre que fuera conducida por la copropietaria.

Un alto funcionario de la cancillería cubana opinó que la repercusión de la historia en medios de prensa demostraba que «hasta la más mínima acción de los isleños» despierta un interés periodístico desmedido fuera del país.

En tanto, analistas estimaron que este incidente anecdótico refleja, en buena medida, la atmósfera que domina el antiguo enfrentamiento entre La Habana y Washington y que, en algunos casos, va de «lo sublime a lo ridículo».

Un experto del gubernamental Centro de Estudios sobre Estados Unidos en Cuba, comentó a IPS que las relaciones, inexistentes en términos diplomáticos, se mueven por otros canales y a una intensidad que resulta difícil seguir.

Ambos gobiernos mantienen su habitual enfrentamiento y reaccionan drásticamente ante cualquier acto o declaración, mientras silenciosamente fluyen los contactos y hasta la colaboración entre agencias oficiales de los dos países.

Instituciones de Cuba y Estados Unidos, sin haber logrado algún acuerdo formal, intercambian información de manera sistemática en el campo de la meteorología y sobre el tráfico de drogas por el Caribe, llegando en el último caso incluso a realizar acciones conjuntas.

Además, un proceso judicial en curso en una corte de Estados Unidos contra un grupo de agentes de inteligencia cubanos ha puesto sobre el tapete una posible colaboración entre entidades de La Habana y la Oficina Federal de Investigaciones de ese país.

También se estima que más de 50.000 turistas estadounidenses viajan a Cuba cada año sin el permiso gubernamental, violando así las normas del embargo impuesto hace casi 40 años, además del creciente número de exiliados cubanos que visitan a sus parientes en la isla.

A los turistas se suman muchos intelectuales, académicos, artistas, políticos, empresarios, estudiantes, científicos, grupos de solidaridad y hasta afinadores de pianos. En muchos casos, son recibidos por altos funcionarios cubanos.

Cuba recibió sólo este mes la visita de una delegación del Consejo para Relaciones Exteriores de Estados Unidos, liderada por el banquero David Rockefeller, y de un grupo del independiente Centro de Información de Defensa.

Rockefeller comentó que la misión del Consejo para Relaciones Exteriores, integrada por 19 banqueros, empresarios y ex diplomáticos, mantuvo el sábado 17 un «encuentro muy interesante» de más de cinco horas con el presidente Fidel Castro.

Esta entidad no partidista presentó al Congreso de Estados Unidos a fines del año pasado un informe sobre Cuba y las relaciones entre La Habana y Washington que fue duramente rechazado por medios oficiales cubanos.

Ahora, el rechazo se convirtió en un intercambio franco sobre el informe que, según el académico estadounidense Walter Russell, demostró la posibilidad de que «personas de los dos países se aproximen a un entendimiento mayor».

También en la primera semana de este mes llegó a La Habana el general retirado Charles Wilhelm, quien fuera hasta el año pasado jefe del Comando Sur de Estados Unidos.

Wilhelm, quien visitó Cuba con el grupo del Centro de Información de Defensa, dirigió desde ese cargo todas las operaciones militares estadounidenses en América Latina, por lo cual tenía prohibido cualquier contacto con miembros de las fuerzas armadas cubanas.

El coronel retirado del Ejército, Dan Smith, y director de investigaciones del Centro, explicó que los miembros «van allí a hablar con los militares cubanos y éste fue un viaje similar a otros realizados anteriormente, aunque hasta ahora nadie tenía el nivel del general Wilhelm».

En coincidencia con esta última visita, una nueva teoría sobre la potencial amenaza cubana a la seguridad de los Estados Unidos fue presentada ante el Comité de Inteligencia del Senado de ese país.

El contralmirante Thomas Wilson, jefe de la Agencia de Inteligencia de la Secretaría de Defensa, expresó que Cuba tiene la capacidad de atacar los sistemas de computación de las fuerzas armadas estadounidenses, usando tácticas de «guerra asimétrica».

Los expertos llaman «guerra asimétrica» a la respuesta que una fuerza militar inferior puede desarrollar contra infraestructuras militares y civiles, y también a los ataques perpetrados por grupos terroristas en las redes de computadoras.

Para los defensores del bloqueo contra la isla, la amenaza cibernética cubana sustituye a la amenaza nuclear, teoría que se diluyó en diciembre cuando Cuba anunció su renuncia a la construcción de una planta electronuclear.

También este mes, La Habana advirtió que evalúa cómo responder a una orden de un juez federal estadounidense, según la cual el día 16 se comenzó a compensar a los familiares de tres pilotos anticastristas, derribados por fuerzas aéreas cubanas en febrero de 1996.

Para concretar esa compensación se destinaron 93 millones de dólares de fondos cubanos congelados en bancos de Estados Unidos.

Ese mismo día, un estudio presentado al Congreso por la Comisión Internacional de Comercio, organismo independiente políticamente, concluyó que el embargo contra Cuba ha tenido un «impacto escaso» en cuanto a la pérdida de comercio para ambos países.

Estudiosos de los dos países consideran el mantenimiento de las sanciones como el mayor absurdo de la política actual estadounidense hacia Cuba, ya que cuatro décadas de sanciones fueron suficientes para demostrar su fracaso.

Muchos opositores al gobierno de Castro creen ahora que una apertura de las relaciones económicas de Estados Unidos hacia la isla significaría el fin del régimen socialista cubano. FIN/IPS/da/dm/ip/01

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