FUTBOL-BRASIL: Alarma política por tráfico de jugadores a Europa

El fútbol desarrolló reglas propias no sólo en el campo de juego sino también en sus negocios y relaciones laborales, violando leyes que las autoridades europeas y brasileñas tratan ahora de aplicar.

Los pasaportes falsificados se convirtieron en una plaga en países de la Unión Europea como Alemania, España, Francia e Italia, que atraen a los mejores jugadores del mundo por constituir el principal mercado futbolístico.

Pero menos conocida, y probablemente de efectos sociales más graves, es el tráfico de jugadores adolescentes, impulsado por el sueño de gloria y de contratos millonarios ofrecidos por el fútbol europeo.

La combinación de un mercado tan rico con talentos precoces en los países pobres de América Latina y Africa fomenta ilusiones que, en la mayoría de los casos, tienen un final traumático, si bien en ocasiones se cumplen.

Muchos adolescentes, llevados a Europa por intermediarios que les prometen contratos con equipos poco conocidos, son abandonados a su suerte o sometidos a condiciones de entrenamiento degradantes, y a veces empleados en trabajos que nada tienen que ver con el deporte.

Los brasileños Gustavo, de 17 años, y Wilton, de 18, fueron víctimas de la trampa.

Invitados a jugar en un equipo de Alemania, Gustavo y Wilton terminaron detenidos en el aeropuerto de Bruselas. Lograron permanecer en Bélgica gracias a la intevención de un funcionario de la Embajada de Brasil, Otavio Monteiro de Barros, pero sin la perspectiva de obtener empleo como futbolistas profesionales.

La historia llegó al conocimiento de una comisión investigadora del parlamento brasileño que cree haber descubierto una red de tráfico de jugadores jóvenes. El diplomático de Bruselas es sospechoso de integrar la banda.

El diputado Pedro Celso, miembro de la comisión investigadora parlamentaria, calculó que 3.000 jugadores brasileños están en Europa. Celso aseguró que muchos de ellos ingresaron de forma irregular y sobreviven con dificultades, en trabajos clandestinos e incluso explotados por redes de proxenetas.

En 1999 la Confederación Brasileña de Fútbol identificó 312 jugadores enviados al exterior de forma clandestina, sin registro en esa institución, que controla la actividad futbolística en Brasil.

Las cifras van en aumento desde que se lleva esa estadística. Alemania fue el país que recibió la mayor cantidad de esos inmigrantes ilegales, con 88.

El tráfico de jóvenes futbolistas es fomentado también por acuerdos cada día más numerosos entre grandes equipos europeos y pequeños clubes de Brasil y de otros países latinoamericanos, con el fin de identificar y entrenar a pequeños talentos.

Así, en Río de Janeiro se puede ver en los campos deportivos niños de 10 años o poco más jugando con el uniforme del Feyenoord, de Holanda.

En el nordeste, la región más pobre de Brasil, o en Sao Paulo, la ciudad que concentra la mayor actividad industrial, se entrenan niños prometidos a equipos de Italia si confirman o incrementan más tarde el talento que parecen tener con la pelota.

Es un negocio en expansión. Descubrir y negociar la contratación de jugadores excelentes, en especial si son fuera de serie como Ronaldinho, le deparó grandes fortunas a los intermediarios.

Mientras, el público se sorprende cada día con nuevas revelaciones sobre futbolistas latinoamericanos famosos que obtuvieron, por vías ilegales, pasaportes europeos para eludir el máximo de tres o cuatro jugadores no comunitarios (de países ajenos a la Unión Europea) que puede tener cada equipo.

Mientras la policía y la justicia europeas reprimen el delito con expulsiones, multas y prisiones, dos comisiones investigadoras del parlamento brasileño tratan de desnudar el mar de irregularidades que domina un mercado que creció de forma explosiva en los últimos años.

La policía italiana requisó, por sospecha de falsificación, el pasaporte portugués de Marcos Assunçao, que jugó en la selección brasileña y hoy lo hace en el club Roma. El deportista deberá rendir cuentas ante la justicia.

Unos 50 extranjeros, la mayoría brasileños y argentinos, son investigados por las autoridades en Italia, donde juegan como si tuvieran nacionalidad portuguesa, italiana o de otro país de la Unión Europea para escapar a las restricciones.

Entre ellos figuran conocidos jugadores de la selección de su país de origen, como el brasileño Cafú, el argentino Sebastián Verón y el uruguayo Alvaro Recoba, estrellas de grandes equipos italianos como Roma, Lazio e Internazionale.

Cafú argumenta que su esposa desciende de italianos, lo que le asegura a él mismo derecho a la doble nacionalidad.

La comisión investigadora parlamentaria de Brasil logró identificar, a través de varios interrogatorios, personas vinculadas con una red de falsificación de pasaportes portugueses, documento que abre las puertas del mercado europeo a los jugadores de este país.

El intermediario Afonso Martins Costa, interrogado el jueves, admitió haber comprado por 15.000 dólares dos pasaportes portugueses, exigidos por equipos europeos para «comprar el pase» (contratar) de los brasileños Jeda y Dedé.

En el negocio participó Antonio Oliveira, más conocido como Careca, atacante de la selección brasileña en la década del 80.

Pero ni el ex jugador, ahora negociador de nuevos talentos, ni Martins Costa sabían que se trataba de pasaportes falsificados, según el intermediario, que admitió también jamás haber pagado tributos sobre sus ingresos. (FIN/IPS/mo/mj/cr/01

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe