Los avances en biogenética divulgados hoy en Washington, París, Londres, Tokio y Berlín son una conquista de notable importancia, pero amplían la brecha entre el Norte industrializado y el Sur en desarrollo en el tratamiento de la salud humana, señalan científicos.
Los dos informes presentados en forma simultánea describen el genoma humano, o sea el mapa de los pocos más de 30.000 genes de la especie y sus secuencias o interrelaciones.
El consorcio público internacional, dirigido por el británico Eric Lander, anticipó la información que de manera detalla publicará esta semana la revista científica británica Nature.
También hizo lo propio este lunes la empresa estadounidense Celera Genomics, dirigida por Craig Venter, cuyo trabajo será publicado en la revista de ese país Science.
El conocimiento genético permitirá diagnosticar enfermedades de manera precisa, predecirlas antes de que por el sistema médico tradicional se pueda sospechar su existencia y elaborar los medicamentos o sistemas para su cura o prevención.
El científico Tikki Pang, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se preguntó en el foro BioVisión, celebrado la semana pasada en la ciudad francesa de Lyon, «si los actuales avances en genómica ayudarán al mundo en vías de desarrollo». El mismo Pang dijo que «la respuesta es no».
Las fuertes inversiones realizadas por las dos entidades que hoy anticiparon el resultado de sus investigaciones, en torno de los 50 millones de dólares cada una, contrastan con la realidad que enfrenta, por ejemplo, la fundación que en Bogotá investiga el desarrollo de una vacuna contra la malaria.
Esa fundación, cuya lucha contra la malaria dirige Manuel Elkin Patarroyo, está en peligro de cesar en sus actividades porque sus equipos de investigación fueron embargados por la filial colombiana del español Banco Bilbao Vizcaya, por una suma que no alcanza a dos millones de dólares.
Elkin Patarroyo se negó a comercializar una vacuna contra esta enfermedad, desarrollada a comienzos de los años 90, por entender que los honorarios recibidos por su tarea era todo lo que le correspondía, y donó la patente a la OMS con la única condición de que llegara a los pacientes al costo.
Al mismo tiempo que se realizaban las primeras aplicaciones de la vacuna, programó la continuidad de las investigaciones para aumentar su efectividad.
En contraste con la posición del científico colombiano están las grandes compañías farmacéuticas, en especial las estadounidenses que dominan el mercado mundial.
Pang cree posible que el descubrimiento del genoma llevará a producir más y mejores medicamentos, pero advierte como más probable que esos nuevos remedios sean patentados y se vendan a precios tan elevados, que quienes más los necesitan no podrán pagarlos.
Las tres enfermedades que mayores estragos causan en los países del Sur en desarrollo son la malaria, las diarreas y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Para prevenir y curar esas enfermedades se necesitaban mosquiteros, medicamentos rehidratantes baratos y preservativos, y nada de ello se producirá a partir del conocimiento del genoma humano. Tampoco vacunas como la de Elkin Patarroyo o similares.
Pero el conocimiento del genoma humano también presenta otro peligro: que las empresas aseguradoras de la vida y de la salud extiendan los costos de las pólizas según el riesgo genético.
El especialista Svante Pavo, del Instituto de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania, dice en Nature que ese peligro es real y agravado en los países con sistemas de salud administrado por privados, ya que los beneficios de este avance científico no llegará de manera equitativa a toda la población.
Además, los expertos entienden que la mayor parte de los progresos médicos y farmacológicos que se deriven del conocimiento del genoma humano beneficiarán a personas mayores.
En este aspecto se vuelve a manifestar la diferencia entre el Norte y el Sur, porque en los países industrializados el promedio de vida es mayor que en las naciones en desarrollo. (FIN/IPS/td/dm/sc he/01
