/BOLETIN-DD HH/ ARGENTINA: Desaparecido restituido a su familia

La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo de Argentina, dedicada desde 1976 a buscar niños desaparecidos durante la última dictadura militar, identificó al número 70: se trata del nieto de la vicepresidenta de la entidad, quien fue secuestrado al nacer.

«Me siento una privilegiada, pero creo que todas las abuelas tenemos derecho a conocer a nuestros nietos, y a hacerles conocer a ellos su verdadera identidad», dijo a IPS Rosa Roisinblit, abuela de Rodolfo Pérez, quien no conocía su historia y creía ser hijo de dos funcioarios civiles de la Fuerza Aérea.

El hallazgo ocurrió en 2000, pero sólo ahora las Abuelas decidieron darlo a conocer, mientras continúa el proceso judicial a los apropiadores, Francisco Gómez y Maria Teodora Jofré, que recibieron al niño robado y fraguaron su documentación.

Las Abuelas llevan registro de casi 500 menores asesinados, secuestrados con sus padres o nacidos en cautiverio durante la represión ilegal, cuando se estima que desaparecieron unas 11.000 personas, de acuerdo a datos oficiales.

Desde 1976 ya encontraron a 70, pero de un promedio de uno o dos menores hallados por año se pasó en 2000 a seis y en el último año aumentaron las restituciones.

«Es que ahora los chicos son más grandes, tienen más conciencia, la sociedad también tiene más conciencia para denunciar y los datos se van acumulando», dijo Roisinblit que coordinó el año último una campaña publicitaria en este sentido.

En avisos de televisión, radio y medios impresos, las Abuelas invitaban a los jóvenes que tuvieran dudas sobre su identidad a presentarse ellos mismos en la entidad y realizarse los exámenes. La campaña fue posible porque las víctimas buscadas ya eran mayores de edad.

En el caso del nieto de Roisinblit hubo dos denuncias anónimas, con datos certeros, presentadas en Abuelas en abril y, paradójicamente, quien las recibió resultó ser la hermana de Rodolfo, Mariana Pérez, quien trabaja junto con su abuela en la entidad humanitaria.

Mariana Pérez, de 23 años, tenía 15 meses el día de 1978 en el que secuestraron a su madre, Liliana Roisinblit, en su domicilio y a su padre, José Manuel Pérez, en el comercio en el que trabajaba. Ambos estuvieron cautivos en dependencias de la Fuerza Aérea.

La niña fue entregada a sus abuelos paternos, pero Liliana Roisinblit estaba embarazada de ocho meses.

«Lo último que supe de ella fue que dio a luz el 15 de noviembre de 1978 en el Hospital Naval -por testimonios de dos sobrevivientes-, que pidió que le colocaran a su hijo sobre el pecho, y que lo llamó Rodolfo», recordó Rosa Roisinblit.

Cuando el recién nacido tenía cuatro días, se perdió el rastro de su madre, que fue obligada a abandonar el hospital, y tampoco se supo que ocurrió con el pequeño.

«Yo lo busco desde que estaba en el vientre de su madre, y ahora que lo encontré, empieza una nueva etapa, porque si sus apropiadores pertenecían a la Aeronáutica, ellos tienen que saber qué pasó con mi hija. Me imagino que ella ya no vive, pero quiero que me digan qué hicieron con ella», afirmó Rosa Roisinblit.

La actitud de Mariana Pérez, quien recibió la denuncia, fue una verdadera transgresión, comentó la abuela, porque se dio cuenta de que se trataba de datos de su familia, y en lugar de darlo a conocer en la entidad, fue al negocio en el que trabajaba su hermano, le dijo quien era y le entregó la denuncia.

Rodolfo Pérez, quien sospechaba que era hijo adoptivo, tuvo una reacción positiva y esa tarde, tras leer el material sobre Abuelas y la denuncia que le entregó Mariana, se presentó en el local de la entidad para someterse al análisis genético que permite establecer su filiación.

Las pruebas de sangre se enviaron a un banco de datos genéticos en Seattle, Estados Unidos, pero ya cuando el joven se presentó, su abuela materna, Argentina Pérez -que también trabaja en la búsqueda de los menores- se emocionó hasta las lágrimas al ver que el muchacho «era igual» a su hijo desaparecido.

Desde Estados Unidos, Rosa Roisinblit, que había viajado a Boston por gestiones de la entidad, recibió el informe de la genetista en el que constataba que se trataba de su nieto.

«Me volví volando. Hicimos una cita con mi otra nieta, y al llegar y verme, se acercó, me abrazó y me besó. Fue todo muy sencillo», describió la abuela.

Pero por su experiencia, Rosa Rosinblit sabe que no será fácil: «Reaccionó bien, se hizo los estudios y acepta vernos, pero él no quiere desprenderse de quienes lo criaron o hacer nada en contra de ellos, se siente comprometido, en deuda, y yo lo comprendo».

Los apropiadores están siendo actualmente procesados por la justicia federal, en un caso que es llevado con gran reserva. «No queremos saber ni difundir nada acerca de ellos, porque no queremos aparecer ante Rodolfo como las responsables de que terminen en prisión», expresó la abuela.

Mariana Pérez, que desde pequeña busca a su hermano junto a sus abuelas, tiene sentimientos encontrados. «Yo me presenté en su trabajo diciéndole brutalmente que era hija de desaparecidos, que buscaba a mi hermano y que en Abuelas habíamos recibido una denuncia que hablaba de él», afirmó.

Despúes que el joven se hizo el estudio, nació una relación personal.

«Realmente, queríamos ser hermanos», definió Mariana Pérez. «Por momentos temí que no fuera él, y creí que ya no iba a poder volver a empezar otra búsqueda. Ya no quería perderlo más, creo que ahí tomé conciencia por primera vez de lo que había sido tener un hermano desaparecido durante 22 años». (FIN/IPS/mv/ag/hd/01

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