Algunos métodos agrícolas usados en todo el mundo causan degradación ambiental y amenazan la futura producción mundial de alimentos, advierte un nuevo informe publicado aquí.
Algunas prácticas generalizadas de cultivo ponen en peligro la flora silvestre y los animales, degradan el suelo, contaminan el agua y vacían acuíferos, previnieron en el informe el Instituto de Recursos Mundiales y el Instituto Internacional de Estudios sobre Política Alimentaria (IFPRI), dos grupos con sede en Washington.
La destrucción ambiental resultante, a su vez, disminuye la productividad agrícola, señalaron los autores, y agregaron que el aumento de la producción alimentaria será prioritario en los próximos 40 años, cuando la demanda de alimentos probablemente se duplique.
Mediante el análisis de datos con satélites y mapas de alta tecnología, el informe proporciona el primer panorama general sobre cómo la degradación ambiental está afectando la capacidad mundial de proveer alimentos suficientes. «Las estadísticas no son buenas», comentó Per Pinstrup-Andersen, director del IFPRI.
«En muchos países en desarrollo, que enfrentan escasez de alimentos a medida que aumenta su población, la degradación del suelo ya ha reducido dramáticamente la productividad de los cultivos causando graves consecuencias para los pobres», señaló Pinstrup-Andersen.
La reducción de nutrientes, la erosión y la salinización del suelo están muy extendidas y redujeron en cerca de 13 por ciento la productividad de los cultivos, sostiene el informe, que es el cuarto de una serie de cinco estudios del Instituto de Recursos Mundiales sobre ecosistemas mundiales.
«No podemos seguir extrayendo nutrientes del suelo si no los reemplazamos con igual rapidez», y «tampoco debemos vaciar los recursos acuíferos más rápido de lo que podemos llenarlos», dijo Pinstrup-Andersen.
El informe señala que la disponibilidad de agua es cada vez menor por el incremento de la producción alimentaria en muchas de las áreas agrícolas del mundo. La irrigación de los cultivos consume 70 por ciento del agua potable usada anualmente por los humanos.
«La competencia con otros empleos del agua, especialmente para consumo humano e industrial, se hará mas intensa en los países en desarrollo, donde tanto la población como las manufacturas están creciendo muy rápido», dice el documento.
El uso excesivo de fertilizantes y pesticidas está contaminando muchas vías de agua existentes en todo el planeta, agregó Pinstrup- Andersen.
Alrededor de 30 por ciento de las áreas boscosas del mundo han sido convertidas a la agricultura, afectando a las especies y destruyendo sus habitáculos.
La presión para convertir selvas en tierras de cultivo aumentará en las próximas décadas, dado que la población global previsiblemente aumentará en 1.500 millones de personas en los próximos 20 años.
La agricultura ya está invadiendo muchos parques nacionales y otras reservas naturales protegidas debido a sus especies únicas. «Muchas de esas áreas, creadas para proteger la biodiversidad, cayeron en torno o dentro de terrenos agrícolas aumentando las dificultades de una salvaguardia eficaz», dice el informe.
Según Robert Thompson, director del departamento de Desarrollo Rural del Banco Mundial, la estrategia para evitar la conversión de las selvas existentes en terrenos de labranza es aumentar la producción en las tierras actualmente disponibles.
Thompson admitió que los obstáculos para aumentar la producción alimentaria a menudo son complejos. En Kenia, por ejemplo, pequeños granjeros que están pagando cinco veces más el precio mundial por fertilizantes no pueden adquirir semillas de alto rendimiento.
Como el gobierno keniata no consiguió invertir en caminos rurales, los costos del transporte aumentaron haciendo que las semillas resulten prohibitivamente caras.
Ian Johnson, vicepresidente del Banco Mundial a cargo del Grupo Consultivo sobre Estudios Agrícolas Internacionales, una red global de entidades que investigan simientes, dijo que su institución está revisando este año su estrategia de desarrollo rural y usará el informe para modificar sus métodos.
«Debemos encontrar la manera de aumentar la producción alimentaria para sostener el aumento de población en países en desarrollo, sin mayores incrementos en la superficie de tierra cultivada, lo cual amenazará selvas y biodiversidad», dijo Johnson.
El informe indicó que si bien la pérdida de biodiversidad no es considerada importante en un sentido amplio, los daños a la fauna salvaje y la flora debido a la agricultura traban el incremento de la productividad agrícola.
Las plantas silvestres y los animales proveen lo que el informe llama «servicios ecológicos», como polinización, purificación del agua y control de plagas, esencial para obtener cosechas saludables.
El informe concluye que se necesitan otros mecanismos institucionales para desarrollar nuevos y eficaces incentivos de mercado que valoricen esos servicios ambientales a nivel global.
«No podemos ignorar los bienes y servicios que brindan los ecosistemas», afirmó Jonathan Lash, titular del Instituto de Recursos Mundiales. «Si lo hacemos, será como ignorar la mano que nos alimenta».
Agregó que una manera de alentar los campesinos a proteger el ambiente sería darles incentivos económicos para que usen menos fertilizantes. A lo largo del río Mississippi, en Estados Unidos, muchos granjeros hiperfertilizan sus cultivos con nitrógeno, un nutriente abundante y barato.
La fuga de material aluvional nitrogenado, que se ha abierto camino hacia el golfo de México, provocó «zonas muertas». El empleo de nitrógeno como fertilizante también lleva a la emisión de gases con efecto invernadero.
A través de un acuerdo internacional que busca reducir esas emisiones, conocido como el Protocolo de Kioto, los gobiernos están negociando actualmente de qué manera los agricultores pueden obtener «créditos» o incentivos financieros para que usen menos nitrógeno.
«Si consiguen crédito sera una triple victoria», dijo Lash. «Lograríamos obtener notables beneficios en la calidad del agua, los granjeros ganarían más dinero y el clima se beneficiaría ampliamente».
Sin embargo, Pinstrtup-Andersen previno que los investigadores deben ser cautos en la aplicación de soluciones que podrían funcionar en naciones industrializadas pero no así en países en desarrollo, donde la situación es muy diferente.
En Africa subsahariana, por ejemplo, los terrenos agrícolas están desnutridos, no hiperfertilizados como en Norteamérica, apuntó.
«Debemos ser muy cuidadosos de no transplantar ideas que podrían funcionar en Norteamérica y Europa a los países en desarrollo, donde quizás resultarían desastrosas», advirtió. (FIN/IPS/tra-en/dk/da/ego/mlm/en-dv/01