(Arte y Cultura) MUSICA-INDONESIA: Industria discográfica se infantiliza

Sherina Munaf tiene sólo 10 años pero ya es una de las figuras más populares en Indonesia. Todos hablan de esta niña que logró dos discos de platino y que actuó el año pasado en una película que batió marcas de taquilla.

Muchos dicen que Sherina está dotada con una buena voz y que merece los elogios que se le dispensan. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la mayoría de los niños que aspiran a ser cantantes y fueron contratados por compañías discográficas locales, admitieron expertos y figuras de la industria musical.

«Demasiados niños indonesios han entrado en la industria musical pero ni siquiera pueden cantar», dijo Ade Armando, profesora de comunicaciones en la Universidad de Indonesia y directora de la organización no gubernamental Medios Amigos de la Familia.

«Los padres quieren que sus hijos entren en la industria musical porque los niños son bien pagados a pesar de que sus voces son malísimas», agregó.

El conocido educador y letrista Abdullah Totong Mahmud también rechaza el aluvión de niños cantores. No obstante, lamentó que a la industria musical no parezca importarle la falta de talento de los niños, en tanto sus actuaciones sean «divertidas, provocativas y sensacionales».

«El actual sistema de presentación musical en Indonesia es el audiovisual. Por eso, al seleccionar artistas infantiles, la industria musical del país pone énfasis en las actuaciones y no en sus cualidades vocales», apuntó Mahmud.

El resultado, dijeron otros expertos, es más ruido que música. Para peor, las canciones escritas para los niños apenas contienen mensajes educativos o morales.

Un cantante infantil, por ejemplo, aulló: «No me gusta mi madre porque es ruda». Otro gritó: «No me gusta mi abuela porque se queja todo el tiempo».

Armando también observó que muchas de las canciones interpretadas por niños contienen mensajes orientados al consumismo. En realidad, gran cantidad de canciones se basan en conceptos de adultos y no sobre ideas o sentimientos infantiles.

«Antes de componer una canción para niños, los autores deben aprender sus características. Sin embargo, muchos compositores no lo hacen y se limitan a trabajar por dinero», indicó Mahmud, autor de más de 500 canciones infantiles.

Las letras apenas son escuchadas por la audiencia, debido a que el énfasis de la promoción se concentra en la imagen de los jóvenes cantantes. El propio Mahmud reconoce que la mayoría de los jóvenes oyentes indonesios no recuerdan las canciones y, a veces, sólo las palabras de la primera estrofa.

«Olvidan fácilmente las canciones. Lo que recuerdan es cómo actuó el niño, lo que hizo mientras cantaba, pero no la canción», acotó.

Algunos observadores confían en que se trate de una tendencia pasajera iniciada con el éxito fenomenal de Sherina, desconocida hace dos años, cuando comenzó a ganar torneos de «karaoke».

Los padres que sueñan con hacer de sus hijos otra Sherina al menos deberían pensar en impartirles lecciones de canto como hicieron los de la estrella infantil, observó Mahmud.

El escritor Tam Notosusanto señaló que «años de serio entrenamiento hicieron que Sherina sobresaliera entre la andanada de niños aulladores y desentonados en álbumes financiados y producidos por superambiciosos progenitores».

«Los padres están deseosos de hacer populares a sus hijos en poco tiempo y sin gastar mucha energía. Eso no es bueno para el desarrollo infantil. Si los padres pretenden que sus hijos se conviertan en buenos cantantes deben enviarlos al conservatorio», agregó.

Al mismo tiempo, otros se preocupan porque la industria musical no es nada amistosa con los niños. «Son manejados por adultos y, por lo tanto, corren el riesgo de vivir en un mundo diferente al suyo», comentó el psicólogo Yaumil Agus Achir.

«Los niños deben actuar con sus iguales en su ambiente natural», sostuvo Achir, vicepresidente de la organización Megawati Sukarnoputri por el Bienestar Social.

Irwanto, del Centro Atma Jaya para Desarrollo Social de la Universidad Católica, señaló que muchos padres «no se dan cuenta de que, al dejar que sus hijos ingresen en la industria musical, los privan de sus derechos y permiten que los exploten sin conocer plenamente las consecuencias».

El experto citó el caso de Abi Ding Slamet, un popular cantante infantil en los años 70 de quien no se oyó hablar en las últimas dos décadas. Mahmud especuló que, por lo general, esa experiencia «puede llevar a la frustración».

Sin embargo, al menos una cantante infantil parece decidida a no correr esa suerte. Tasya, una joven estrella de la televisión con una buena voz, tiene otros planes además del espectáculo. «Me gusta cantar pero no quiero hacerlo cuando sea mayor. Quiero ser arquitecta porque adoro dibujar», afirmó. (FIN/IPS/trad- en/rd/ccb/ego/mj/cr/01

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