AFGANISTAN: Frío, hambre, guerra y política, combinación mortal

La política y la naturaleza se unen para agravar la crisis humanitaria que sufren millones de afganos en su país y en Pakistán. Los niños piden comida por las calles, descalzos y mal vestidos soportando temperaturas bajo cero.

Decenas de miles de afganos debieron abandonar sus hogares en áreas rurales el año pasado, tras largos meses de sequía, un invierno severo y duros combates entre la organización islámica Talibán, que controla Kabul y la mayor parte del territorio del país, y la opositora Alianza del Norte.

Un millón de personas sufren hambre en Afganistán, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Muchos buscaron refugio en los campamentos de desplazados establecidos en territorio afgano por agencias humanitarias del foro mundial.

Pero más de 170.000 personas cruzaron las fronteras a Pakistán en los últimos seis meses. Se trata del mayor flujo de refugiados a ese país en un decenio. Miles de ellos están en campamentos cerca de esta ciudad del noroeste paquistaní.

Los países vecinos de Afganistán, acuciados por sus propios problemas económicos y convulsiones políticas, cierran sus puertas. El régimen militar de Pakistán decidió negar el ingreso de más refugiados afganos. La ONU prevé que la situación humanitaria se agravará.

A fines de este mes, las autoridades de la Provincia Noroccidental de la Frontera, en Pakistán, ordenaron a 100.000 personas que abandonaran antes del 31 de julio el campamento en Nasirbagh, uno de los primeros instalados para acoger refugiados afganos.

No se les brindó alternativa. «Es tiempo de que se vayan», dijo un funcionario.

El enfrentamiento entre el Consejo de Seguridad de la ONU y Talibán, que es objeto de sanciones internacionales, no ayuda a solucionar los problemas.

Medio millón de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares en los últimos años, según la ONU.

La sequía fue tan prolongada que incluso impidió los cultivos. Las condiciones de hambruna del año pasado los obligaron a comer hasta las semillas almacenadas para la siguiente temporada.

Sin nada que comer en sus casas, unas 80.000 personas ingresaron a siete campamentos de desplazados en la ciudad de Herat, en el occidente de Afganistán, en los últimos seis meses.

Otros 10.000 afganos acamparon cerca de la frontera con Tayikistán, huyendo de los combates entre Talibán y la Alianza del Norte en la zona septentrional del país.

Como si el hambre y la guerra no fueran suficiente, las fuertes nevadas en Herat en enero y febrero hicieron aun más difícil la batalla por la sobrevivencia en las tiendas y casas de barro de los campamentos.

Los afganos ya soportan dos decenios de enfrentamientos bélicos, primero contra las fuerzas de ocupación de la Unión Soviética y ahora la guerra civil. Pero el desenlace parece cercano.

El periodista paquistaní Rahimullah Yusufzai, que reside en Peshawar y visitó los campamentos de Herat a mediados de febrero, dijo haber visto hombres y mujeres llorando. También vio las tumbas de los que no pudieron resistir la hambruna.

El hambre, el frío y las enfermedades mataron a cientos de personas en los campamentos de Herat. Said Raz Mohammad, dirigente de Talibán a cargo del Departamento de Bienestar de Refugiados y Mártires, dijo que en febrero murieron de frío en los campamentos más de 500 personas, la mayoría niños.

Residentes en el campamento de Maslaj aseguraron que unas 800 personas murieron allí a causa de las inclemencias del hambre y el frío.

La ayuda internacional comenzó a llegar a los campamentos de Herat, pero aún escasea el alimento, el agua potable, la ropa de abrigo para niños, las medicinas y los artículos sanitarios, dijo Yusufzai.

La situación de los que cruzan la frontera no es mejor. Veinte personas, la mayoría niños, murieron en las últimas semanas en el campamento paquistaní de Jalozai, informó el jueves Yusuf Hassan, portavoz de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

«Los afganos huyeron a Pakistán para escapar a la guerra y la sequía. Debilitados por el hambre y las enfermedades, necesitan ayuda urgente. A menos que llegue pronto la asistencia, Jalozai se convertirá en un campamento de exterminio», sostuvo Hassan.

ACNUR destinó cuatro millones de dólares para el campamento, agregó el funcionario.

Los refugiados acudieron a Pakistán en busca de mejores condiciones, pero se equivocaron. Najeeba Bibi, residente en Jalozai, dijo a IPS que carecen de comida, agua potable y ropa abrigada para los niños.

Bibi es madre de un niño enfermo, pero carece de atención porque ninguna de las tres clínicas en el campamento son capaces de asistir a las 300 personas que acuden a ellas a diario, según Mazhar Jan, uno de los médicos en esas clínicas.

«Todas las familias de refugiados trajo un adulto enfermo y un menor», explicó Jan.

Según los criterios de ACNUR, cada refugiado debe recibir 25 litros de agua diarios. Pero los de Jalozai solo obtienen uno. Existe un baño público cada 30 familias. Y ni siquiera se los puede denominar oficialmente refugiados, porque no han sido censados.

Las autoridades provinciales no atienden los reclamos de un nuevo campamento. Naeem Jan, comisionado de la Provincia Noroccidental de la Frontera para los Refugiados, sostuvo que el gobierno local interrumpió el registro.

«No queremos registrar a los refugiados porque una vez que lo hacemos estamos obligados a suministrarles espacio, alimento y otros servicios. Instalar un nuevo campamento cuesta una gran suma de dinero», dijo.

Antes de enero, ACNUR verificó la existencia de unos 65.000 refugiados en el campamento Nueva Shamshatu, cerca de Peshawar. El subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, Kenzo Oshima, calculó que 170.000 afganos están en Pakistán y que un millón están amenazados por la hambruna en su país. (FIN/IPS/tra- en/ny/mu/mj/hd pr/01

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