George W. Bush, el primer candidato presidencial de Estados Unidos en más de un siglo en ganar las elecciones frente a un rival que obtuvo más votos, asumió la presidencia hoy con la promesa de unir a este país, profundamente dividido tras los comicios más reñidos de su historia.
En una breve ceremonia bajo una constante llovizna ante el edificio del Capitolio donde sesiona el Congreso legislativo en Washington, Bush prometió «trabajar para construir una única nación de justicia y oportunidad» y que su gobierno se caracterizará por la compasión hacia los pobres y los niños.
«Hoy afirmamos un nuevo compromiso para realizar la promesa de nuestra nación a través de la amabilidad, el valor, la compasión y el carácter», dijo. La «amabilidad no es una táctica ni un sentimiento. Es la opción decidida de la confianza sobre el cinismo, de la comunidad sobre el caos», agregó.
En su discurso de 12 minutos, lleno de generalizaciones y referencias a Dios, pero escaso en propuestas concretas, Bush dijo que entre las prioridades de su período estarán la educación, la seguridad social, la reducción de impuestos y la construcción de «defensas militares», en aparente referencia a su plan de un controvertido sistema de defensa contra misiles.
También prometió continuar la participación de Estados Unidos en el mundo y, al hacerlo, mostrar un «objetivo sin arrogancia» y «proteger los valores que permitieron el nacimiento de nuestra nación».
«Los enemigos de la libertad y de nuestro país no deben caer en el error. Estados Unidos sigue comprometido con el mundo, por su historia y por elección, creando un equilibrio de poder que favorece la libertad», agregó Bush.
Bush, del Partido Republicano, no hizo un llamado expreso al rival Partido Demócrata durante su discurso, ni se refirió a lo reñidas que fueron las elecciones ante el candidato oficialista, el vicepresidente Al Gore.
Sí señaló la existencia de fuertes divisiones y de la necesidad de que el país se una en torno de los «principios que nos unen y nos hacen avanzar».
«En ocasiones nuestras diferencias son tan profundas que pareciera que compartimos un continente, pero no un país. Nosotros no aceptamos esto y no lo permitiremos. Nuestra unidad, nuestra unión, es el trabajo arduo de dirigentes y ciudadanos de cada generación», destacó.
Esas diferencias se manifestaron en Washington este sábado durante el juramento de Bush. A pesar del mal tiempo, varios miles de manifestantes expresaron su oposición con carteles con leyendas como «Bush=Racismo», «Reelijamos a Gore en 2004» y «Saludos al ladrón», en referencia a que no habría ganado los comicios legítimamente.
Aunque Gore obtuvo 500.000 votos más que Bush en las elecciones, el sistema electoral estadounidense y el disputado resultado en el estado de Florida le concedieron a Bush la victoria con el margen más reñido de la historia.
Las encuestas señalan que la mayoría de la población reconoce a Bush como el legítimo ganador, pero la mayoría de las bases del Partido Demócrata -negros, sindicatos, organizaciones feministas y ecologistas, entre otros- creen que si la Corte Suprema no hubiera detenido el recuento de miles de votos en Florida, Gore habría ocupado la presidencia este sábado, y no Bush.
El presidente saliente Bill Clinton, a quien las encuestas otorgan el porcentaje más alto de popularidad en la historia para un presidente saliente, deseó suerte a Bush tras la ceremonia de posesión, antes de partir para su nueva residencia en Nueva York, donde su esposa Hillary Rodham fue elegida al Senado.
Pero las divisiones reinantes son más profundas y afectan el entramado institucional del gobierno.
En el Congreso Bush se enfrentará a una oposición fortalecida. El Partido Demócrata tiene ahora 50 de las 100 bancas del Senado. Eso obligará al vicepresidente Dick Cheney a pasar mucho tiempo en el Capitolio para desempatar votaciones importantes con su voto.
En la Cámara de Representantes, de 435 escaños, el partido Republicano tiene una mayoría de cinco miembros. Así mismo, la Cámara está dominada por el ala derecha del partido, lo cual podría perjudicar los planes de Bush para forjar alianzas entre los dos partidos en iniciativas fundamentales.
«Hay dos Estados Unidos, y cuando se observa el mapa electoral, la división nunca ha sido tan clara», según Benjamin Barber, profesor de la Rutgers University en Nueva Jersey.
«Uno es un Estados Unidos anticuado con valores tradicionales. El otro quiere una sociedad más abierta y diversa, que sea menos crítica de la gente», comentó.
De hecho, la opinión sobre las armas, la participación en la religión y el lugar de residencia son buenos indicadores de quienes votaron por Bush o por Gore.
Más de 60 por ciento de las personas que portan armas votaron por Bush. El mismo porcentaje que no porta armas votó por Gore. Así mismo, casi dos tercios de los electores que van a la iglesia más de una vez a la semana votaron por Bush. El mismo porcentaje que nunca va a la iglesia votó por Gore.
Casi dos tercios de la población abrumadoramente blanca que vive en el medio rural o en pequeñas ciudades votaron por Bush. El mismo porcentaje de los habitantes de ciudades votaron por Gore.
La elección también reveló las diferencias en cuanto al género y la raza. Los hombres prefirieron a Bush por 11 puntos porcentuales, mientras las mujeres votaron por Gore por una diferencia de 12 puntos.
La mayor diferencia radica en el voto de la población negra, que sólo apoyó a Bush con nueve por ciento. Aunque el nuevo mandatario designó a tres negros en su gabinete, sólo 13 por ciento de los afroestadounidenses dijeron la semana pasada que aprobaban la actitud de Bush hasta el momento.
Bush y sus asesores parecen ser conscientes de esas diferencias y su estrategia sería la de acallar las opiniones más derechistas de los integrantes más polémicos del gobierno, como John Ashworth, designado para el cargo de fiscal general. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip/01
