COLOMBIA: Viajeros sin retorno

Unas 600.000 personas emigraron de Colombia entre 1998 y el año pasado, 80.000 de las cuales cursaron estudios universitarios que costaron al país unos 20.000 dólares en promedio por cada uno, según informes oficiales.

El estudio del estatal Departamento Nacional de Planeación (DNP) agrega que otros 5.200 colombianos que no regresaron al país, de los 2,6 millones que salieron en el último trienio, habían cursado por lo menos tres años de educación superior.

Esta fuga de cerebros afecta severamente a este país de 40 millones de habitantes, en especial si se tiene en cuenta que el Banco Mundial atribuyó al capital humano 60 por ciento de la riqueza producida en 1999 en los países de desarrollo intermedio, como Colombia.

El DNP informó que sólo en 1999 Colombia perdió 4,3 billones de pesos (unos 2.280 millones de dólares, según la cotización de diciembre de ese año) a causa de la emigración de cerebros que, aunque constante en la segunda mitad del siglo XX, se agudizó en los años 90 por el conflicto armado interno.

A este problema se suma el desplazamiento dentro del país, en especial de zonas rurales a las ciudades, de unas dos millones de personas hasta ahora que huyen de los enfrentamientos entre el ejército, las guerrillas izquierdistas, los paramilitares de derecha, y los narcotraficantes.

En Bogotá, con seis millones de habitantes y que concentra el mayor número de desplazados, se presenta el desequilibrio más preocupante entre los que emigran y aquellos que llegan tras abandonar sus hogares en el campo.

La Veeduría de la capital colombiana señala que el retroceso de la educación promedio de los jefes de hogar revela la gran dimensión del problema.

«Salen de la ciudad familias cuyos jefes de hogar tienen un alto nivel educativo (universitaria o especializada) y se radican familias con jefes de hogar de educación por debajo del promedio, que es de secundaria incompleta», explica un portavoz del organismo municipal.

Esto se evidencia a diario en círculos de profesores de idiomas, agencias de viajes o simples conversaciones de vecindario.

La maestra de idiomas Ana María Ramos comentó a IPS que la mayoría de los alumnos en 2000 «en mis clases particulares se conformó con profesionales que querían perfeccionar el inglés y, en algunos casos, también el francés».

«Tuve alumnos médicos, químicos industriales e ingenieros a quienes les daba clases intensivas para sustentar trabajos con los que esperaban asegurar una oportunidad, previa conexión hecha por ellos mismos o por medio de un contacto» en el exterior.

«Algunos tienen hasta doctorado, pero estaban desempleados o con trabajos temporarios y de fututo incierto, y su única opción inmediata era viajar a Canadá o Estados Unidos. No les importaba en un comienzo hacer cualquier cosa», indicó.

La preocupación constante que empuja fuera del país a personas de capas medias y altas es la falta de seguridad y la violencia, en particular los secuestros, que sumaron unos 3.000 el año pasado, la mayoría de ellos atribuidos a los grupos insurgentes.

Esto ocurre en al capital de Colombia, que concentra el mayor número de desempleados de los tres millones existentes en el país y que equivalen a 20 por ciento de la población económicamente activa.

Juan Carlos Florez, historiador y concejal de Bogotá, dice que «el probable recrudecimiento de la guerra interna creará condiciones más adversas para que las autoridades locales puedan buscar soluciones al desempleo y a la inseguridad».

«La guerra seguirá ahuyentando la inversión, lo que frenará la reactivación y la oferta de empleo», afirmó.

Florez llama la atención acerca de que las últimas administraciones de la ciudad enfrentaron las crisis con la creación de empleos poco calificados, en particular en obras públicas.

Es el caso de Javier, un campesino de 42 años y con educación primaria, que llegó hace año y medio con su mujer y dos hijos adolescentes, desplazado por la violencia en el central departamento de Tolima.

«Yo sabía algo de la «rusa» (construcción), pero mi fuerte era el cultivo. Esto me lo consiguió un vecino que me recomendó a los contratistas», explicó mientras transportaba ladrillos para la remodelación de la céntrica avenida Jiménez .

«Cuesta acostumbrase a vivir aquí. El frío golpea duro, y claro que hace falta el olor a la tierra de uno», dice Javier, con un dejo de nostalgia.

El DNP estima que, con los recursos que el país pierde en capital humano y en producción de riqueza, «en un solo año se podría atender a toda la población infantil menor de 10 años que actualmente se encuentra fuera del sistema escolar», alrededor de 1.118.000 niños y niñas.

El fenómeno de la emigración se refleja en encuestas privadas, como la que trimestralmente realizan conjuntamente la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), la empresa transnacional de consultas Gallup y el fondo de pensiones y cesantías Porvenir.

Los resultados del estudio elaborado en el último trimestre de 2000 indican que 41 por ciento de los colombianos consultados se quiere ir del país y otro 60 por ciento tiene un familiar o un amigo que ya lo hizo.

También 58 por ciento de los encuestados dijo que no había considerado la posibilidad de dejar el país, mientras que otro 40 por ciento contestó que no tenía ningún allegado residiendo en el exterior.

La investigación consultó además sobre los posibles caminos de solución a los problemas del país. El trabajo reveló que 41 por ciento de los entrevistados opina que para resolver el conflicto armado interno se deben «romper los diálogos y afrontar el problema militarmente».

La muestra recogió la opinión de 1.000 personas en las cuatro principales ciudades del país, Bogotá, Medellín, en el noroeste, Cali, en el occidente, y Barranquilla, en la norteña región del Caribe.

Canadá, Estados Unidos, Costa Rica, España y Ecuador son los países preferidos por los emigrantes colombianos, principalmente por quienes aspiran a establecerse con su familia.

Para los jóvenes universitarios o que obtuvieron el título hace poco tiempo, los destinos que comienzan a ser más atrayentes son Australia y Nueva Zelanda.

El primer secretario de la embajada de Canadá en Colombia, Jean Francois Hubert-Rouleau, informó que su país acepta cada año muchos más refugiados e inmigrantes que cualquier otro país. El promedio anual de personas llegadas a ese país desde 1990 es 230.000.

Explicó que en Canadá un inmigrante o un refugiado puede obtener la ciudadanía en tres años, después de probar que fue residente permanente en ese lapso.

Por su parte, Jeannette Davis, de la oficina de población, refugiados y migración del Departamento de Estado de Estados Unidos, comentó los alcances del llamado Estatus de Protección Temporal (EPT), que reclama la colonia colombiana en ese país.

Los dirigentes de la emigración colombiana, en especial los residentes en Miami y Nueva York, argumentan que una de las consideraciones establecidas por la Fiscalía estadounidense para otorgar el EPT se aplica a la actual situación interna de Colombia.

Los colombianos hacen referencia a que la guerra civil en una nación representa una seria amenaza para las personas si debieran regresar en forma obligada a su país de origen.

Davis dijo, en ocasión de la Conferencia Internacional sobre Migración realizada en Bogotá en noviembre, que «no hay aún ninguna decisión sobre si recomendarla o no (para Colombia), pero esperamos trabajar de manera conjunta «para manejar los flujos de inmigración de una manera humana y efectiva»,

El problema de las migraciones figura en la agenda de la próxima Cumbre de las Américas, prevista para abril en Québec, Canadá. (FIN/mig/dm/hd ip/01

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