Las motocicletas proliferan en Rocinha, la mayor «favela» (barrio marginal) de Brasil, como taxis más baratos y únicos capaces de cruzar los callejones angostos y escarpados, dejando al pasajero más cerca del destino.
Muchos de los casi 80 «mototaxis» que da servicio a los más de 100.000 habitantes de esta favela de Río de Janeiro fueron financiados por Vivacred, una organización no gubernamental (ONG) creada en 1997 para dar crédito a micro y pequeñas iniciativas, en general informales y excluidas del sistema financiero.
Se trata de préstamos de 260 y 5.200 dólares que permiten consolidar o expandir negocios tan variados como talleres de costura y peluquerías, pequeños comercios e incluso consultorios de odontólogos y abogados, dijo Teófilo Cavalcanti Neto, de Vivacred.
Después de instalada en Rocinha, la ONG abrió otras tres sedes en «favelas» o barrios pobres de Río de Janeiro. Hasta octubre había concedido 5.513 préstamos por un total de 4,85 millones de dólares.
La insolvencia es bajísima, comparada con cualquier otra actividad económica en el país, incluso la bancaria: sólo 2,5 por ciento de los créditos no son pagados.
Vivacred es una de las instituciones de microcrédito que se multiplicaron en Brasil en los últimos años, contando con ayuda inicial de alcaldías, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), ONG internacionales y grupos privados.
Ese movimiento de apoyo a la generación de empleo e ingresos para poblaciones pobres, a través de negocios por cuenta propia, se puede considerar tardío en Brasil, un país con muchos bolsones de pobreza y una gigantesca economía informal.
La idea y la metodología del microcrédito se consolidaron en Bangladesh, con el Grameen Bank creado por el economista Muhammad Yunus hace 24 años. En América Latina, se difundieron en países como Colombia y Bolivia, antes de la expansión brasileña.
Fue a partir de la experiencia colombiana, vivida como consultor de la ONG Acción Internacional, que Valdi de Araujo Dantas trajo la idea a Brasil, fundando en 1987 el primer Centro de Apoyo a Pequeños Emprendimientos (CEAPE) en Porto Alegre, en el sur del país.
Ese proyecto inicial se convirtió luego en una red de 13 centros, independientes pero empleando la misma metodología del grupo solidario, en que tres a cinco personas se responsabilizan mutuamente por los préstamos de cada uno, todos como coavalistas.
El CEAPE del nororiental estado de Pernambuco se destacó por la cantidad de créditos liberados, 57.657 en ocho años de operación, sumando 31,2 millones de dólares. Pero registra también actualmente un alto índice de insolvencia, 15 por ciento.
Faltó control en un momento de expansión de los préstamos, diagnosticó el director ejecutivo de CEAPE, José Ventura Sobrinho, quien asumió el cargo hace nueve meses con la misión de corregir las distorsiones, tras jubilarse del estatal Banco de Brasil.
CEAPE inspiró también a la alcaldía de Porto Alegre a crear hace cinco años la Institución Comunitaria de Crédito Portosol, que hasta noviembre había concedido 13.794 préstamos, por un total de 12,2 millones de dólares.
Pero no se trata de un organismo estatal, sino que debe autosostentarse y obtener utilidades para su expansión, informó Rosa Santana, Directora Administrativa del Centro.
Por eso su tasa de interés es alta, 3,99 por ciento mensual. Pero eso incluye todos los costos y no se cobran «intereses sobre intereses» como hace el comercio y los bancos en general, aclaró Santana. El índice de insolvencia está en 3,81 por ciento.
El éxito de Portosol se convirtió en una de las marcas sociales del «modo de gobernar» del izquierdista Partido de los Trabajadores, que desde hace 12 años administra Porto Alegre y trata de extender la idea a los 187 municipios bajo su gestión desde el 1 de enero.
Algunos alcaldes de otros partidos, y no sólo de izquierda, también adhirieron a la iniciativa.
En otra vertiente, el Banco de la Mujer, impulsado hace 11 años por asociaciones empresariales del comercio, ya fue creado en siete de los 26 estados brasileños.
En el nororiental estado de Bahía no se financia sólo a mujeres, pero los hombres suman apenas ocho por ciento de los clientes, señaló la gerente general Estelita de Oliveira Falcao. Servicios de belleza, artesania, cocina y comercio son los que presentan mayor demanda, con insolvencia de sólo tres por ciento.
Pero entre las mujeres, al igual que en Portosol y Vivacred, los préstamos son en su mayoría individuales, al contrario de CEAPE. Los sureños son individualistas, los pocos grupos solidarios financiados por Portosol son de emprendedores migrantes del noreste, según Santana.
Más que las diferencias culturales, es la necesidad la que lleva a la opción por fianza solidaria, «única forma de acceso al crédito para los muy pobres, que nada tienen para ofrecer como garantía», opinó Ventura.
En el noreste, la región más pobre del país, el microcrédito creció más rapidamente. El banco de desarrollo regional lanzó un programa propio en 1998 y desde entonces, hasta diciembre, concedió 407.806 préstamos por un total de 130 millones de dólares.
El estatal Banco del Nordeste de Brasil podrá realizar 2,7 millones de nuevas operaciones en los próximos cuatro años, previó Rita Valente, coordinadora del programa Crediamigo.
También el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), la mayor institución de fomento del país, adhirió a la actividad desde 1997, pero en forma indirecta, ofreciendo recursos a las ONG especializadas para ampliar su capacidad de financiación.
En el año pasado aportó unos 41,5 millones de dólares a 25 instituciones de microcrédito en 16 estados. Los préstamos se otorgan por un plazo de ocho años y la tasa de interés aplicada, de 9,25 por ciento actualmente, es la más baja del país.
La tendencia es aumentar el volumen y estimular la creación de Sociedades de Crédito al Microemprendedor, involucrando efectivamente al sector privado empresarial, para asegurar continuidad y larga autosustentabilidad, dijo Luiz Barreto, gerente del sector en el BNDES. (FIN/IPS/mo/ag/dv/01