(Arte y Cultura) INDIA: Museo en el desierto no es un espejismo

En esta localidad del desierto de Kutch, en el estado costero occidental de Gujarat, en India, se encuentra un museo dedicado a la artesanía de las tribus locales, especialmente sus exquisitos bordados con espejos.

La región padece una grave escasez de agua. Los hombres de la localidad de Sumrasar, con sus rebaños de cabras, ganado o camellos, padecen el tercer año sucesivo de sequía.

No hay electridad ni agua corriente en las viviendas de la aldea. Después de sus tareas matutinas las mujeres se ocupan de sus bordados.

Los grupos indígenas que viven en esta zona incluyen a la tribu rabari, pastores nómadas de camellos, los artesanos bordadores "suf" que llegaron de la vecina provincia paquistaní de Sindh en los años 70, y los pastores "garasia jatts".

El museo de Sumrasar fue instalado por Kala Raksha, una organización no gubernamental sin fines de lucro. A 25 kilómetros de Bhuj, el centro administrativo de Kutch, el museo fue situado intencionalmente aquí para que los visitantes tuvieran la real sensación de aislamiento de los artesanos.

De todas maneras, el museo es una parte importante de la tarea de Kala Raksha para ayudar a elevar el nivel de vida de la población local. En un grupo de tradicionales chozas de barro con techos de paja, parecidas a las demás casas de la aldea, el museo exhibe bordados rarísimos que datan del siglo XIX.

Sin embargo, no es una vitrina del pasado. Se trata de un museo viviente creado para ayudar a los lugareños usar sus tradiciones para obtener un ingreso en un ambiente duro y áspero.

"El museo de Kala Raksha pretende servir a los artesanos para que accedan a su legado de bordados tradicionales", declaró Judy Frater, antropóloga estadounidense y ex curadora asociada del Museo Textil de Washington.

Frater documentó gran parte de la tarea realizada dentro del museo, que fue concebido por cuatro miembros fundadores de Kala Raksha, quienes a su vez también fueron artistas bordadores. "Es importante no sólo para preservar su creatividad sino también para ampliar su capacidad de progreso", dijo.

"Miran las piezas antiguas como viejos amigos. Las estudian y disfrutan de ellas", apuntó Frater, quien escribió un libro sobre arte textil indio.

"El bordado comenzó a ocupar el centro del escenario como fuente de ingreso porque la agricultura y la ganadería estaban al borde del colapso", dijo Sandeep Virmani, de Monopolio Shrujan, una ONG basada en Kutch que también forma parte del proyecto.

Si bien comenzó con 25 artesanos, ahora cuenta con 350 que integran el proyecto de Kala Raksha. Emplean el dinero común para comprar materia prima, trabajan juntos para garantizar la alta calidad de los bordados y venden sus productos.

No obstante, revivir la pericia del pasado no fue tarea fácil. La buena calidad de los bordados había declinado en las últimas décadas. Hasta los años 70, virtualmente no existían los bordados comerciales. Las mujeres trabajaban para sí mismas, sus familias o ajuares de boda, y no sabían cómo vender sus productos.

Fue la tradición de las novias que trabajaban y enviaban las piezas del ajuar a su futura vivienda marital lo que dio lugar a algunos de los bordados con espejos más finos de India.

Frater explicó que en sociedades tradicionales donde la novia no se ve hasta despues de la boda, las piezas bordadas enviadas tras el compromiso la presentaban al futuro marido e informaban a la familia de sus aptitudes. La práctica llevó a la evolución de estilos y los artesanos reprodujeron los mejores bordados.

Sin embargo, con la llegada del turismo, coleccionistas e intermediarios que adquirieron las mejores piezas, algunos trabajos notables ya no estuvieron disponibles para que los artesanos los copiaran.

Aldeanos ancianos hasta llegaron a prohibir el bordado porque ocupaba demasiado tiempo a las mujeres, apuntó Frater.

El museo artesanal de Sumrasar fue iniciado con dinero del grupo Ayuda a los Artesanos, con sede en Estados Unidos, la Fundación Ford y la Fundación Ratanji Tata, basada en Bombay, la capital comercial de India.

Los precios son fijados por las mujeres. "Sólo ellas saben cuanto trabajo demandó cada pieza", apuntó Frater. Los bordados son vendidos con la ayuda de la organización Qasab, supervisada por cooperativas de mujeres aldeanas.

La artesanía tradicional no sólo ayuda a obtener ingresos, sino que también tiene otras funciones sociales. Por ejemplo, las mujeres que cosen y bordan en grupos están en mejor posición para hablar sobre temas específicos como el control de la natalidad.

Una mujer de la tribu Parmaben, en la aldea Bhujodi, dijo que "antes los hombres hacían todo. Nosotras jamás salíamos ni teníamos idea a quién pedir ayuda si la necesitábamos".

Ahora ella ayuda a otras mujeres para cuidar la salud de sus hijos. Los lugareños también ayudan a los expertos a documentar la colección del museo. "Los artesanos conocen íntimamente los objetos, algo que ningún estudioso podría lograr", explicó Frater. (FIN/IPS/tra-en/ys/mu/ego/aq/cr dv/01

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