(Arte y Cultura) CINE-FILIPINAS: Una historia distinta de esclavitud sexual

Walterina, de 73 años de edad, encendió la televisión una tarde en su casa de Manila, cuando Rosa Henson contaba su experiencia de esclavitud sexual al servicio de soldados japoneses hace más de 50 años, y se convenció de que también debía hablar.

Henson fue la primera mujer de Filipinas que relató esa experiencia, compartida por unas 200.000 mujeres de China, Corea, Filipinas e Indonesia en las llamadas «estaciones de alivio» para soldados de Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Pero el caso de Walterina, cuyo nombre legal es Walter Dempster, fue distinto.

Dempster es homosexual y trabajaba en un espectáculo de travestismo, con el nombre artístico de Markova, cuando fue secuestrado por las fuerzas de ocupación japonesas en Filipinas en los años 40 y obligado a brindar servicios sexuales en una «estación de alivio».

Su historia inspiró la película «Markova: gay de alivio», que se exhibe en la actualidad en el marco del festival cinematográfico anual de Filipinas.

«Esta historia es distinta», comentó Rodolfo Vera Quizón, de 72 años, el más destacado comediante del país, quien decidió alejarse de su género habitual, producir el filme y desempeñar el papel de Dempster a su edad actual.

Dos hijos del comediante, también actores, interpretan el papel de Dempster en épocas anteriores.

«De algún modo, la historia tiene un mensaje. La leí con mucha atención antes de conocer a Walterina, y luego el asunto se hizo aun más interesante para mí», dijo Quizón, más conocido por su seudónimo «Dolphy», en una entrevista con la revista Yes, especializada en espectáculos.

Cuando Dempster y su compañía realizaban un espectáculo para soldados japoneses, un oficial se sintió atraído por «Markova» sin saber que era un travesti, y le pidió una cita.

Cuando el japonés descubrió la verdad, sintió rabia y se vengó mediante el envío de Dempster y de los otros cinco travestis de su grupo a una «estación de alivio».

La película recrea esos hechos, pero no indica con claridad cuánto se prolongó la esclavitud sexual. El personaje de Dempster dice a un periodista en el filme que en realidad no lo sabe, y que «pareció ser toda la vida».

En el filme se muestra cómo escaparon Dempster y su grupo, quienes se ocultaron luego en una pequeña casa de un pueblo. En 1945, cuando terminó la ocupación japonesa, Dempster volvió a presentar su espectáculo de travestismo, para soldados estadounidenses que habían combatido contra las fuerzas de Japón.

Años después, Dempster se especializó en maquillaje para estrellas de cine, y en la actualidad enseña danza a mujeres que quieren trabajar en otros países, y en especial en Japón, donde muchas personas provenientes de Filipinas trabajan en la industria del espectáculo.

La película sobre la experiencia de Dempster no ganó el primer premio del festival anual, y se ubicó en el quinto lugar entre seis filmes en términos de recaudación, pero fue elogiada por los críticos, quienes señalaron que abordaba una cuestión delicada y destacaron las actuaciones de «Dolphy» y de sus hijos.

Quizón interpreta a Dempster como una persona sensible y bondadosa, y logró que su dramática historia resultara entretenida en algunos pasajes, al incluir sus típicas humoradas, pese a que en otros momentos la película pierde interés por la lentitud con que se desarrolla.

Algunos críticos opinaron que el filme deja muchas preguntas pendientes, y que no está claro qué esperaba lograr Dempster con la realización de «Markova».

«La película se refiere a los derechos humanos y a la tolerancia», dijo Eric Quizón, uno de los hijos de «Dolphy» que actúan en el filme, en una entrevista con Yes.

«Las mujeres que dieron testimonio acerca de sus servicios sexuales forzados en 'estaciones de alivio' fueron criticadas. ¿Qué puede esperar un homosexual que cuenta los abusos a que lo sometieron los soldados japoneses?», añadió.

La película recrea un episodio ocurrido cuando Dempster contó por primera vez su historia, a una periodista a quien preguntó, cerca del final de la entrevista: «¿Usted me cree?».

«Tengo que verificar los hechos», respondió la entrevistadora.

«¿Todos los periodistas son iguales, dudan de todo? Le conté toda mi vida, todos mis padecimientos. Le mostré mi ser más profundo. ¿Y aún no me cree?», replicó Dempster, airado. Luego tomó el grabador de la periodista y añadió: «Déme esa cinta. La historia que grabó me pertenece». (FIN/IPS/tra-eng/ap- ae/akm/js/mp/cr hd/01

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