(Arte y Cultura) CINE-EEUU: Exitosa crítica a política oficial antidrogas

La última película del cineasta Steven Soderbergh, «Traffic», es una fuerte crítica a la actual política del gobierno de Estados Unidos contra las drogas ilegales, aunque no destaca algunas consecuencias trascendentes de esa política.

La orientación represiva del gobierno estadounidense no ha dado los resultados esperados. Las condenas a personas acusadas de delitos vinculados con drogas han causado una superpoblación sin precedentes de las cárceles, sin que se registre una reducción significativa en la cantidad de consumidores.

La aprobación de un nuevo paquete de ayuda a Colombia por valor de 1.300 millones de dólares, en su mayoría para gastos militares, aumentó el temor de que empeoren problemas causados en ese país por la guerra civil y las violaciones de los derechos humanos, sin que se elimine la producción de coca para el mercado de Estados Unidos.

El filme del estadounidense Soderbergh muestra con lucidez el problema que se crea al enfocar la cuestión del consumo de drogas como un asunto sólo delictivo, y se inspira en una serie de la televisión británica que intentó rastrear la cadena del narcotráfico desde las selvas sudamericanas hasta Europa.

«Traffic» usa técnicas de documental para contar historias paralelas, y destaca la dificultad, o quizás imposibilidad, de evitar la corrupción en las fuerzas policiales encargadas de la lucha antidrogas, pero sólo muestra esa corrupción al sur de la frontera estadounidense.

La película, estrenada con gran éxito de taquilla, es mencionada como candidata a los premios Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos en varias categorías, como mejor filme, mejor director, mejores actuaciones y en los rubros técnicos.

El protagonista de la película es Michael Douglas, quien interpreta el papel de Robert Wakefield, un personaje que acaba de ser nombrado jefe de la Oficina de Política Nacional contra las Drogas de la Casa Blanca.

Caroline, la hija adolescente del funcionario interpretada por Erika Christensen, se hace adicta a la cocaína por la influencia de su novio, encarnado por Topher Grace. Al final del filme Wakefield se pregunta «cómo se puede guerrear contra la propia familia».

Wakefield consulta a varios personajes para asumir sus nuevas funciones, entre ellas al senador republicano por el estado occidental de Utah, Orrin Hatch, y a la senadora demócrata por el estado sudoccidental de California, Bárbara Boxer, quienes se interpretan a sí mismos en la película.

Tras esas consultas, el funcionario se da cuenta de que nadie piensa en otra cosa que en una política represiva, y de que el personal de su agencia no incluye a ningún experto en rehabilitación de adictos, ni a asesores capaces de aportar un enfoque social del problema.

Catherine Zeta Jones interpreta a Helena Montoya, un ama de casa que descubre que su marido es un traficante de drogas en gran escala. Don Cheadle y Luis Guzmán encarnan a dos agentes de Wakefield asignados a la custodia de Montoya, y Tomás Milian hace el papel de Arturo Zalazar, un rudo general mexicano.

La mejor actuación es la de Benicio del Toro, como Javier Rodríguez, un competente funcionario policial de la ciudad mexicana de Tijuana, en la frontera noroccidental de ese país con Estados Unidos.

Rodríguez y otro policía incautan en el desierto un camión cargado de cocaína, de la cual se apropia luego Salazar. Este es reclutado por Wakefield, pero todo se desmorona cuando Rodríguez señala al general como instigador en provecho propio de la guerra entre dos grupos de narcotraficantes de Tijuana.

La idea de que las autoridades estadounidenses no conocieran la trayectoria criminal de Salazar resulta increíble.

Otro punto débil del filme es una escena en la cual el novio de Carolina reprocha a Wakefield que se haya referido en términos despectivos a un miserable gueto afroestadounidense. El joven interpretado por Grace plantea el problema de esos barrios en forma superficial y simplista.

Casi al final de la película, Caroline, blanca y con cara de niña inocente, abandona un tratamiento de rehabilitación para adictos y brinda servicios sexuales a un desalmado traficante afroestadounidense a cambio de droga. Ese episodio evoca viejos estereotipos racistas.

Está por verse si George W. Bush reconsiderará al frente del gobierno estadounidense la actual política antidrogas, acerca de la cual nadie tiene todas las respuestas. Pero «Traffic» plantea con acierto varias preguntas pertinentes. (FIN/IPS/tra- eng/ks/da/ego/mp/cr ip/01

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