El año petrolero 2000 fue marcado por precios en alza, las protestas de camioneros en Europa ante el costo de los combustibles, la venta de reservas de crudo en Estados Unidos y, sobre todo, por la recuperación de la unidad y la influencia de la OPEP.
Un barril de crudo que se cotizó durante largos años a menos de 15 dólares y por debajo de 10 a principios de 1999, llegó a 35 dólares en agosto de 2000 y a alrededor de 25 al finalizar este mes.
Si para el Norte industrializado el aumento del precio de la energía equivale a uno o dos puntos porcentuales de su producto interno bruto, para los importadores netos entre los países del Sur en desarrollo las cotizaciones de este año representaron un verdadero fardo.
La factura petrolera se incrementó este año 147 por ciento para Brasil, 178 por ciento para India y hasta 250 por ciento para China, según la Agencia Internacional de Energía, un instituto vinculado a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Costa Rica debió aumentar 100 millones de dólares su gasto en petróleo,
Por su parte, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), pudo recuperar no sólo su unidad, sino su influencia sobre el mercado y, desde una cierta posición de fuerza, reclamar diálogo y cooperación para el comercio de materias primas. Y además, predicar con el ejemplo.
Al término de una cumbre de jefes de Estado y de gobierno de los 11 socios de la OPEP, realizada del 27 al 29 de septiembre en Caracas, los exportadores se comprometieron a buscar activamente «canales de diálogo nuevo y eficaces entre productores y consumidores de petróleo».
El objetivo es «la estabilidad del mercado, la transparencia y el crecimiento durable de la economía mundial». La OPEP, que tiene en sus manos casi 40 por ciento de la oferta planetaria de petróleo, pretende que se garantice «un aprovisionamiento seguro a los consumidores, a precios justos y estables».
Pero «si nos comprometemos al diálogo con los países industrializados, no vamos a hablar solamente del precio del barril, sino también de la deuda externa y de la transferencia de tecnología», puntualizó el presidente venezolano Hugo Chávez, anfitrión de la cumbre de septiembre.
La OPEP destacó la relación entre desarrollo y protección del ambiente. «Los países industrializados deberían reconocer que la pobreza humana es la mayor tragedia ambiental de este planeta», dijo la organización.
Incluso invocó el principio de la «responsabilidad común pero diferenciada», refiriéndolo a la necesidad de recargar el peso de las medidas ambientales sobre los países de mayor consumo de combustibles fósiles, uno de los factores del cambio climático y el consiguiente recalentamiento de la Tierra.
Durante el año, sin embargo, las señales desde el Norte se refirieron fundamentalmente a precios y volúmenes. El presidente estadounidense Bill Clinton y la comisaria de Energía de la Unión Europea, Loyola de Palacio, encabezaron la presión sobre la OPEP para aumentar la oferta.
Más aún, Clinton ordenó en vísperas de la cumbre de la OPEP el lanzamiento al mercado de 30 millones de los 560 millones de barriles de reservas estratégicas de crudo de Estados Unidos, en un primer esfuerzo para deprimir los precios.
James Schlesinger, ex secretario de Energía de Estados Unidos, dijo al respecto que «es más fácil ir a patear el trasero de la gente en Medio Oriente», como se demostró en la guerra del Golfo, de 1991, «que reducir la dependencia estadounidense del petróleo importado».
Europa no pudo organizar una respuesta propia. Septiembre fue un mes negro para las relaciones entre gobiernos y consumidores, especialmente en aquel continente, donde cientos de miles de camioneros, tractoristas y pescadores se movilizaron contra los altos precios del combustible.
Esos usuarios que desde Irlanda hasta Israel y desde Portugal hasta Polonia paralizaron autopistas, puentes, accesos a refinerías y puertos, protestaron contra impuestos de 40 a 70 por ciento por cada litro de combustible, la carga principal en el alto precio que pagan por la energía.
Esa fue otra victoria para una vieja tesis de la OPEP, que tuvo en los camioneros su principal publicista.
Más aún, recordó Nicolás Sarkis, director de la revista Petróleo y Gas Arabes, independientemente del alza nominal de los precios del crudo -que ya en 1980 habían rozado los 38 dólares por barril-, su valor en términos de poder adquisitivo representó menos de 10 dólares en 1974 y menos de cinco en 1999.
De cualquier modo, el mundo entero fue impactado por precios que rebasaron los 30 dólares, la «línea roja» más allá de la cual la economía mundial se resiente, como advirtieron el secretario de Energía de Estados Unidos, Bill Richardson, y otras autoridades.
La OPEP presentó entonces, desde mediados de año y a medida que aceptaba incrementar su oferta -gradualmente, de 23 a 27 millones de barriles diarios, en un mundo que consume 77 millones de barriles por día- una fórmula que ató los volúmenes de producción a los precios.
Se trata de una banda de precios para una cesta de siete crudos de la OPEP, con un piso de 22 dólares y un techo de 28 dólares por barril. Si durante 20 días el precio excede el techo, se puede incrementar la oferta, pero debe reducirse si durante 10 días cae debajo del piso.
El arquitecto de la banda de precios fue el ex ministro venezolano de Energía, Alí Rodríguez, presidente de la OPEP durante el año y que a partir de enero reemplazará al nigeriano Rilwanu Lukman como secretario general de la organización.
Sin embargo, en materia de figuras, la del año petrolero fue sin duda Chávez, anfitrión de la cumbre OPEP y que, para asegurar el éxito de la cita, visitó en agosto todos los países integrantes de la organización.
Chávez fue el primer jefe de Estado democráticamente electo que visitó Iraq luego de la guerra del Golfo. Allí se entrevistó con el presidente Saddam Hussein y paseó con éste al volante de un automóvil por las calles de Bagdad.
Semejante gesto -más su abierta confraternización con los líderes Muammar Gaddafi, de Libia, y Mohammed Jatamí, de Irán- irritaron al Departamento de Estado en Washington. Pero el mandatario venezolano negó a Estados Unidos facultades de «policía» para decidir «a dónde ir y a dónde no».
Venezuela también firmó un Acuerdo de Cooperación Energética con 10 países de América Central y del Caribe, para venderles 80.000 barriles diarios de petróleo con financiamiento blando de 20 por ciento de la factura.
Ese acuerdo complementó el Pacto de San José, un ejemplo de cooperación Sur-Sur por el que desde 1980 México y Venezuela se reparten por mitades el suministro de 160.000 barriles de petróleo a países centroamericanos y caribeños, también con financiamiento de 20 por ciento de la factura.
Por añadidura, Venezuela incorporó a Cuba a ese esquema de cooperación y pactó la venta a la isla en condiciones similares de 53.000 barriles diarios de petróleo, que La Habana podrá pagar parcialmente con servicios profesionales de médicos, entrenadores deportivos y expertos azucareros.
En síntesis, el año 2000 aportó considerables beneficios a los exportadores de petróleo y en particular a la OPEP, que se hizo con unos 220.000 millones de dólares por ventas petroleras, casi 100.000 millones más que en 1999.
Pero un nuevo capítulo se abrirá, según todos los pronósticos, cuando en marzo ceda el frío en el invierno boreal y disminuya entonces la demanda de petróleo de los países del Norte. (FIN/IPS/jz/ff/en ip/00