México enterró este año siete décadas de gobiernos del PRI en una tumba cavada durante más de 30 años. Fue la coronación de una transición política y el inicio de otra, de carácter cultural, cuyas características están aún por definirse.
La asunción de Vicente Fox, el primer presidente que no pertenece al PRI (Partido Revolucionario Institucional) en 71 años, conmocionó al país y a la comunidad internacional.
Dentro y fuera de fronteras se aplaudió el cambio y se abrieron interrogantes sobre el papel del nuevo presidente, un ex gerente de la Coca-Cola miembro del conservador Partido Acción Nacional que rompe el molde de sus antecesores con un estilo alejado de la formalidad y el autoritarismo.
El 1 de diciembre, cuando Fox se colocó la banda presidencial ante un auditorio donde había más de 20 presidentes, México culminó su «transición política corta e inició una larga de tipo cultural y civilizatoria», dijo el antropólogo Roger Bartra.
El país inició la transición corta en 1968, cuando varios centenares de jóvenes que reclamaban democracia y justicia fueron asesinados por el ejército en una plaza de la capital, afirmó Bartra.
Desde ese año, lenta pero constantemente, la política dejó de ser patrimonio exclusivo del PRI. En los años 80 ese partido perdió por primera vez la gobernación de un estado, en los 90 la mayoría absoluta en el Congreso y en el 2000 la Presidencia.
Hoy viene la transición larga, que implica cambiar al mexicano por dentro, algo que no es patrimonio ni tarea exclusiva de los políticos, señaló Bartra.
El PRI sembró en México una cultura política de asistencialismo social y autoritarismo. Además, engendró a una población que aún considera sus derechos como graciosas concesiones del poder, apuntó el analista Luis Rubio.
El «nacionalismo revolucionario» que decía representar el PRI derivó en corrupción política, intolerancia con la oposición, sometimiento al poder de los medios de comunicación y culto a las formalidades de la política, añadió.
En México, ahora hay un cambio de sistema político, pero aún no hay uno nuevo ni una modificación de la cultura, insistió Bartra.
En los hechos, el PRI dejó como herencia un país con más de 70 millones de pobres y profundas desigualdades cuyo producto nacional bruto es de 400.000 millones de dólares, una vigésima parte del de Estados Unidos.
Es también un país fracturado entre el campo y la ciudad, entre el norte y el sur.
Mientras los estados del norte son cada vez más ricos y se integran a la dinámica económica de Estados Unidos, las empresas maquiladoras se multiplican y las exportaciones crecen, en los del sur vive la mayor parte de la población nativa, pobre y llena de problemas.
Siete décadas de gobiernos del PRI no son fáciles de borrar, pues dejaron una herencia terrible, expresó el poeta Homero Aridjis, presidente del Pen Club Internacional, que agrupa a escritores de todo el mundo.
Ahora es necesario preguntarse si el país finalmente está listo para la revolución moral que necesita, señaló el poeta.
«Nos hemos ganado la fama de corruptos, pero vamos a cambiarla con una nueva forma de hacer las cosas, de administrar el país, de rendir cuentas y entregar resultados», declaró Fox.
El mandatario no pierde oportunidad de pedir a los políticos tolerancia y deseo de concertación, y a la población que trabaje a «brazo partido» para acabar con las injusticias.
Pero la tarea no es fácil, pues el PRI y el centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática quedaron golpeados y divididos por la derrota electoral y ahora no tienen un rumbo definido, opinó el prestigioso sociólogo estadounidense Seymour Martin Lipset.
En el Congreso, ningún partido cuenta con mayoría y Fox ha señalado que, a diferencia del pasado, hoy el presidente propone y los diputados disponen.
Bartra espera que en México se produzca pronto un cambio real, pero advierte sobre la existencia de numerosos peligros. Es posible que las fuerzas tradicionales entren con fuerza en el nuevo espacio y bloqueen el cambio político, y vaticinó una lucha interna muy fuerte.
Por lo pronto, los observadores esperan un México agitado en el año próximo, buscando cambios y definiciones sobre su futuro, un país donde la población comenzará a digerir las nuevas formas de hacer política y sus posibilidades de participar y exigir resultados. (FIN/IPS/dc/ag/ip/00