La insensibilidad de los medios de comunicación agrava la situación de millones de refugiados y desplazados en Asia, cuyo derecho a la información es negado, denunciaron activistas.
El número de personas desplazadas y las implicaciones de las guerras para ellas raramente se publican en la prensa, y además los refugiados y desplazados tienden a ser ignorados y marginados, carecen de voz y de acceso a los medios, agregaron.
«Es necesario respaldar y hacer aplicar esos derechos, porque la dignidad de los refugiados está estrechamente vinculada con su libertad para comunicarse», exhortó el activista Pradip Thomas.
«El derecho a la comunicación de los refugiados incluye el derecho a usar su lengua nativa o la que ellos elijan, a recibir educación básica, practicar la cultura de su elección y acceder a los medios de información», agregó.
De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Asia tiene 4,7 millones de refugiados y 2,4 millones de desplazados internos por causa de conflictos étnicos, guerras civiles y violaciones a los derechos humanos.
Pero esta cifra no incluye a los últimos refugiados y desplazados por la violencia en Timor Oriental tras el referendo de independencia, hace un año, por la guerra de Sri Lanka entre el ejército y los separatistas Tigres de Tamil, ni por el conflicto en el sur de Filipinas.
En Afganistán, la guerra civil azota a la población desde hace años. Cerca de un millón de personas fueron desplazadas dentro del país, mientras 1,2 millones están refugiadas en Pakistán y 200.000 en India.
India tiene otros 100.000 refugiados de Tibet, Sri Lanka y China, y Nepal alberga a más de 100.000 ciudadanos de Bhután y 20.000 de China.
Mientras, el conflicto interno de Sri Lanka desplazó a más de 600.000 personas dentro de ese país.
«El problema de los refugiados en Asia meridional no debe verse apenas como un problema nacional o regional, sino mundial, y requiere una cooperación regional e internacional sin precedentes», destacó Cyril Cornelius, secretario en Asia de la Asociación Mundial de Comunicación Cristiana.
Ninguno de los países surasiáticos son signatarios de ninguna convención o protocolo de ACNUR, y esto produce la negación de muchos derechos para los refugiados.
«En este sentido, la intransigencia de India perjudica no sólo a sus propios ciudadanos sino a todos los surasiáticos, porque los países de la región tienden a seguir sus pasos en materia de obligaciones internacionales», señaló Cornelius.
En Birmania, la represión de la dictadura militar y la persecución de minorías generó un éxodo. Unos 250.000 musulmanes de la etnia rohingya huyeron a Bangladesh, y 33.000 de ellos todavía permanecen allí.
Otros 126.000 birmanos de la etnia karen escaparon a través de la frontera hacia Tailandia, donde aún viven en campamentos de refugiados. Dentro de Birmania, entre 400.000 y 700.000 karen viven desplazados cerca de la frontera con Tailandia.
La prensa tailandesa, poco solidaria hacia los refugiados tras dos crisis de rehenes creadas por rebeldes birmanos, publicó informes en los que destacaba la alta natalidad en los campamentos cercanos a la frontera.
Pero algunos críticos señalaron que el índice es similar al de las comunidades locales cercanas, y que se justifica porque la mayoría de los refugiados en los campamentos son jóvenes.
En Filipinas, el conflicto este año entre el ejército y el separatista Frente Moro de Liberación Islámic desarraigó a cerca de 700.000 personas en la isla sureña de Mindanao.
«Desde marzo de 2000, el ejército filipino desplegó 70 por ciento de sus fuerzas en Mindanao», señaló Chris Gaerlan, del Centro Moro de Derechos Humanos.
Los medios de comunicación con sede en Manila se transformaron en un instrumento del Estado, encargado de crear sentimientos negativos contra los civiles desplazados, principalmente musulmanes, denunció Roberto Layson, un sacerdote que trabaja con desplazados en Mindanao.
«Esos periodistas de Manila llegan a Mindanao, averiguan lo sucedido en los enfrentamientos y presentan rápidamente sus informes. Nadie habla del efecto de la guerra sobre las mujeres y niños, porque raramente visitan los centros de evacuación», agregó.
La situación es peor en Indonesia, devastada por conflictos sectarios y religiosos en varias partes del archipiélago desde el fin de la dictadura de Alí Suharto, en 1998.
Unos 120.000 refugiados que huyeron de las masacres perpetradas por milicias proindonesias en Timor Oriental tras el referendo de autodeterminación de 1999, en que la abrumadora mayoría eligió separarse de Indonesia, todavía se encuentran en Timor Occidental.
En la isla oriental de Sulawesi hay unos 30.000 refugiados y desplazados internos en el norte, y otros 140.000 alrededor de la ciudad Poso, en la región central.
En las islas Moluccas, el conflicto sectario desplazó a 100.000 cristianos y 130.000 musulmanes en el norte, y en las Molucas del Sur, a otros 125.000 cristianos y 80.000 musulmanes.
Miles más fueron desplazados en la provincia indonesia de Aceh, en el norte de la isla de Sumatra, donde crece la fuerza del movimiento separatista. (FIN/IPS/tra-en/an/js/mlm/pr-hd/00