/BOLETIN-AMBIENTE/ CAMBIO CLIMATICO: Reunión con final abierto por comicios en EEUU

Estados Unidos es actor clave en las negociaciones preparatorias de la reunión sobre cambio climático que comenzarán de este lunes en La Haya, por eso algunos temen que el cambio de gobierno en ese país pueda dejar en suspenso las resoluciones de la cita.

También están quienes sugieren que los 175 países, convocados para avanzar en los compromisos de reducción de gases que causan el sobrecalentamiento de la Tierra, no adopten decisiones antes de enero, cuando asumirá el nuevo gobierno estadounidense.

La fecha de esta Sexta Reunión de las Partes Contratantes de la Convención Marco de Cambio Climático (COP6) «fue mal elegida, pues está muy cerca del cambio de gobierno en Estados Unidos», dijo a IPS Raúl Estrada Oyuela, jefe de la delegación argentina y uno de los principales negociadores del proceso mundial sobre clima.

«Es muy dudoso que la Unión Europea (UE) ceda posiciones en temas clave si sabe que en pocos meses más habrá una nueva administración en Estados Unidos, y por eso muchos creemos que la reunión de La Haya debería quedar abierta hasta una nueva cita, que podría realizarse en junio de 2001», estimó Estrada Oyuela.

Científicos urgen reducir la emisión de varios gases, entre los que se destaca el dióxido de carbono, que se acumulan en la atmósfera terrestre provocando el llamado efecto invernadero. Es decir, atrapan las radiaciones solares, con el consiguiente aumento de la temperatura terrestre.

Ese sobrecalentamiento derrite hielos polares y sube el nivel de los mares, con riesgo de inundaciones, además de provocar sequías y huracanes y contribuir a la propagación de enfermedades infecciosas y a la extinción de especies.

La concentración de emisiones producidas por la actividad humana determinó en los últimos 10 años un aumento promedio de la temperatura más rápido que en todo el milenio, han advertido los especialistas que investigan el cambio climático.

Así, el peso estadounidense en las discusiones internacionales está pautado por ser el responsable de 40 por ciento de esos gases emitidos por el mundo industrializado y de 25 por ciento del total del planeta, según la secretaría de la convención de cambio climático.

El subsecretario estadounidense de Asuntos Globales, Frank Loy, lo destacó en septiembre ante el Senado de su país, al señalar que «cualquier acuerdo que nos excluya no controlará el calentamiento global, y las empresas europeas se preguntarán porqué se van a comprometer si sus competidoras no lo hacen».

Más allá de este condicionamiento, Washington asegura que las emisiones de gases nocivos en el país bajaron respecto del aumento del producto interno bruto.

Datos oficiales muestran un crecimiento económico de cuatro por ciento en 1999, mientras que el incremento de las emisiones de dióxido de carbono sólo fue de uno por ciento.

Estados Unidos ha presionado para flexibilizar los compromisos desde el comienzo de las negociaciones y consiguió que se impusieran mecanismos de cumplimiento muy cuestionados por organizaciones ambientalistas.

Sin embargo, Loy entiende que ello fue «una victoria» de su país, que permitirá «bajar dramáticamente los costos de la reducción de emisiones».

Juan Carlos Villalonga, encargado de asuntos de energía de la organización Greenpeace Argentina, dijo a IPS que «la discusión pasa ahora por definir si queremos tener a Estados Unidos afuera de un buen acuerdo ambiental o dentro de uno desvirtuado en su espíritu por las concesiones que se le otorgan».

La COP6 tiene el cometido de impulsar el cumplimiento de los compromisos de reducción de los gases de efecto invernadero que fueron acordados en una serie de reuniones comenzada en 1995 en Berlín.

La Convención Marco de Cambio Climático fue aprobada en 1992, en la Cumbre de la Tierra de la Organización de las Naciones Unidas, y entró en vigor en 1994. Un año después comenzó la serie anual de reuniones de las partes contratantes de la Convención.

En 1997, conscientes de que las emisiones de gases seguían creciendo pese a las advertencias, la tercera reunión de las partes realizada en al ciudad japonesa de Kyoto elaboró un nuevo documento con compromisos adicionales y cuantificados para la reducción en el Norte industrial de esas emisiones perniciosas.

Muchos ambientalistas entienden que en el llamado Protocolo de Kyoto, que aún no ha sido ratificado por los países industrializados, se cedió demasiado a Estados Unidos.

Estrada Oyuela, quien presidió la comisión que elaboró el texto, sostuvo que «el protocolo no es el ideal sino el que se pudo conseguir para que no se fuera Estados Unidos, que es el principal emisor».

No obstante, Washington sigue procurando imponer sus puntos de vista en las negociaciones. Según la presentación de Loy ante el Senado, la tarea principal del gobierno de Bill Clinton en este asunto fue procurar que el Protocolo de Kyoto consiguiera mecanismos que permitan maximizar la relación costo beneficio.

Es decir que la inversión de los países industrializados en investigación y desarrollo de tecnologías limpias y renovables sea compensada con la merma de los costos mediante mecanismos como los que logró incluir Washington en Kyoto: comercio de emisiones, desarrollo limpio e implementación conjunta.

El primero permite al Norte exceder el tope de volumen de emisiones establecido en el protocolo, comprando lo que redujo un país en desarrollo por producción más limpia o por caída en la actividad económica, como ocurre con los países de Europa oriental y Rusia.

Desarrollo limpio implica permitir que un país industrializado exceda el volumen de emisiones de gases si, a la vez, desarrolla proyectos de forestación en países en desarrollo, una condición que todavía genera muchas dudas y cuya implementación se discutirá en La Haya.

En tanto, la implementación conjunta significa que un país industrializado que se exceda debe reducir emisiones en otra nación del Norte. Estos proyectos pueden ser de forestación o de mejoramiento de la oferta energética, entre otros.

«Algunos dicen que la posición de Estados Unidos podría socavar la integridad ambiental del acuerdo», pero «nosotros queremos un convenio fuerte, no más caro ni más doloroso que lo necesario», indicó Loy.

El funcionario estadounidense pronosticó que en la reunión de La Haya habrá dos grupos enfrentados. Uno es la UE, que según Greenpeace tiene posiciones cercanas a las que sustentan las organizaciones ambientalistas, y otro es el integrado por Estados Unidos, Australia, Canadá, Japón, Noruega y Rusia.

«Los dos grupos compartimos el objetivo principal que es alcanzar un régimen que nos permita protegernos del cambio climático, pero el enfoque sobre los costos de este proceso es lo que nos separa», puntualizó.

«La UE piensa que nosotros tenemos la obligación moral de cambiar nuestro estilo de vida lo más rápido y radicalmente posible (…), pero creemos que se puede ser más eficiente para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones de gases, ya que es difícil cumplir si no hay incentivos económicos», explicó Loy.

Estados Unidos y Europa están claramente enfrentados en algunos temas de la agenda, como el de la «suplementariedad». El Protocolo de Kyoto señala que los mecanismos que ofrece serán suplementarios al esfuerzo que cada país haga para reducir sus emisiones de gases, pero no dice en qué porcentaje.

Para Estados Unidos es arbitrario poner un tope a la capacidad de los países industrializados de usar los mecanismos, en tanto la UE considera que sólo deberían acceder a ellos las naciones que hayan hecho una reducción doméstica de 50 por ciento en las emisiones de gases dañinos.

Estrada Oyuela y Villalonga creen que Washington procura que los compromisos se cumplan a través del comercio de emisiones y los demás mecanismos para evitar el esfuerzo presupuestario de invertir en tecnologías limpias.

Sin embargo, Loy precisó en una reunión en Londres que Clinton logró que el Congreso destinara 1.000 millones de dólares para un fondo de desarrollo sobre cambio climático, y este año pidió aumentar esa partida a 4.000 millones de dólares.

Otro aspecto que divide las aguas es la idea de Estados Unidos de que no haya sanciones punitivas para los países que no cumplan los compromisos de reducción, a diferencia de la UE que entiende debería haber un sistema de multas.

Otro planteo puesto sobre la mesa de negociaciones por Washington es la necesidad de que el Sur en desarrollo también asuma compromisos.

Loy explicó que, si bien la principal responsabilidad en la reducción de emisión de gases recae en el Norte industrializado, no hay que olvidar que los países en desarrollo ya producen 44 por ciento de los combustibles fósiles, cuyo proceso posterior es uno de los contaminantes de la atmósfera.

El problema es que Estados Unidos no quiere límites y, en cambio, presiona al Sur para que sea su aliado en la aplicación de los mecanismos de flexibilidad, transformados hoy en oportunidades de negocios para los países necesitados de inversiones, sostuvo Villalonga. (FIN/IPS/mv/dm/en/00

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