El hombre de mediana edad, envuelto en un espeso chal gris, fue empujado hacia atrás por un guardia cuando trató de pasar el puesto de control, en la frontera entre Afganistán y Pakistán.
Mientras, un numeroso grupo de hombres, mujeres en "burqa" (velo islámico que cubre cabeza y cuerpo) y niños observaban, desde el lado afgano. Su objetivo era llegar a Torkham, una pequeña población en el noroeste de Pakistán.
Habían llegado a la frontera después de viajar durante días para escapar a la guerra y la sequía en su país. Por más que suplicaron a los guardias paquistaníes, éstos sólo dejaron pasar a los que pudieron presentar documentos válidos.
Esta es la primera vez que los afganos espantados por la guerra son rechazados en la frontera con Pakistán, porque Islamabad decidió el día 9 no recibir más refugiados. Los controles de seguridad fueron reforzados en Torkham y otros pasos al sur, sobre la frontera de 2.200 kilómetros de longitud.
Del otro lado, el gobierno del movimiento fundamentalista islámico Talibán instaló puestos de control sobre las carreteras que conducen a la frontera, según el funcionario de seguridad talibán Maulvi Noor Mohammad Hanfi, estacionado en el cruce con Torkham.
Radio Kabul, la emisora talibán, avisa periódicamente a los afganos que no se dirijan a la frontera con Pakistán.
Un alto funcionario de la comisión afgana ante el gobierno paquistaní, en la ciudad de Peshawar, cerca de 50 kilómetros al sur de Torkham, dijo que Islamabad había informado a Kabul antes de anunciar el cierre fronterizo. La comisión administra todos los campamentos de refugiados en Pakistán.
"Esperábamos que medio millón de refugiados trataran de ingresar en Pakistán a través de Torkham debido a la guerra y la sequía", dijo. Se calcula que solamente en los dos últimos meses más de 30.000 afganos buscaron refugio en Pakistán.
Observadores instalados en Torkham por la agencia de refugiados del gobierno y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informaron que 10 días antes del cierre, un promedio de 40 familias afganas ingresaban diariamente a Paquistán.
También indicaron que cuatro de cada 10 recién llegados escapaban de la guerra, mientras otro 35 por ciento huía de la sequía. El resto vino a buscar trabajo en Pakistán.
El gobierno talibán está disgustado con el cierre y urgió a Islamabad rever su decisión. El ministro afgano para refugiados, Maulvi Abdur Raqeeb Monday, urgió a Pakistán a suspender la medida.
"La mayoría de los afganos que se dirigen a Pakistán escapan de la situación de precariedad que vive el país", declaró a la prensa.
Afganistán fue golpeada por la peor sequía de los últimos 30 años, que afectó a la mitad de la población del país de 20 millones, según agencias humanitarias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
A eso se agregó la reciente escalada de los combates entre las fuerzas talibán y la opositora Alianza Septentrional, en el norte del país, que habría desplazado a más de 150.000 personas desde julio último.
El ministro talibán apuntó que muchos de los refugiados eran ex plantadores de la amapola opiácea, cuyo medio de subsistencia se vio afectado por la prohibición de Kabul de cultivarla. "La mayoría de la gente abandona Afganistán porque no tienen un sustituto para la amapola".
El ministro talibán de Información, Qudratullah Jamal, apeló también a una revisión de la decisión de Islamabad. "Pedimos al fraterno gobierno de Pakistán que levante la prohibición y trate a los refugiados como lo hizo antes…", expresó.
Sin embargo, el gobierno militar de Pakistán adujo que los refugiados se habían convertido en un peso económico insostenible, porque las agencias internacionales de asistencia ya no colaboraban en la tutela de un millón de refugiados que se encuentran en el país.
También hay temor a que la Alianza Septentrional, enemiga de Talibán, pueda usar el incontrolable flujo de refugiados para enviar infiltrados que realicen actos de sabotaje. Pakistán es uno de los tres países del mundo que reconocieron al gobierno talibán, que se apoderó de Kabul hace cuatro años.
Según el ministro paquistaní del Interior, Moinuddin Haider, la decisión de cerrar la frontera se debió a problemas financieros. "La frontera podrá reabrirse una vez que los donantes internacionales nos proporcionen los fondos necesarios para la rehabilitación de los refugiados afganos», explicó.
Haider urgió a la titular de ACNUR, Sadako Ogata, cuando visitó Pakistán hace pocos meses, a que consiguiera más fondos para los refugiados afganos.
ACNUR criticó la decisión paquistaní. "Lamentamos la decisión del gobierno referida a la prohibición de nuevas llegadas", declaró Roy Herrmann, un alto funcionario de ACNUR en Pakistán.
La Comisión de Derechos humanos de Pakistán tambien desaprobó el cierre y visitó el viernes la ciudad de Torkham, donde expresó su disgusto por la medida.
Entretanto, los talibanes urgieron a la agencia de la ONU a instalar campos de rehabilitación dentro de Afganistán. Funcionarios talibanes en Torkham anunciaron que la propuesta ha sido elevada a ACNUR.
Por su parte, Roy, de ACNUR, dijo que su agencia no tiene planes ni dinero para hacerlo.
La prohibición fue elogiada por algunos partidos políticos paquistaníes. "Los refugiados son un peso sobre nuestros limitados recursos y la comunidad mundial les ha vuelto la espalda", afirmó Asghar Khan, jefe del partido Tehrik-i-Istiqlal.
Sin embargo, el conservador grupo político Jamiat Ulema-i-Islam no está de acuerdo. Su jefe, Maulana Fazlur Rehman, quien al parecer tiene estrechos vínculos con los talibanes, sugirió que los gobiernos de ambos países instalen una comisión mixta para tratar el problema de los refugiados.
Según cálculos de ACNUR, 900.000 afganos viven en campamentos de refugiados en la Provincia de la Frontera Noroccidental (NWFP), de la cual Peshawar es la capital. Alrededor de 300.000 afganos se encuentran en las provincias de Punjab y Beluchistán, y otro millón habita en pueblos y ciudades paquistaníes.
Millones de afganos huyeron a Pakistán e Irán tras la invasión militar soviética a su país en diciembre de 1979. La retirada del Ejército Rojo una década más tarde fue seguida por un año de conflictos internos entre facciones rivales para encaramarse en el poder.
En los últimos ocho años, Pakistán envió de regreso a 1,85 millones de afganos. El gobierno ha repatriado 48.000 en lo que va del año, contra un objetivo propuesto de 100.000, según Waqar Maroof, un alto funcionario oficial.
La vasta presencia de afganos también provoca resentimiento entre los paquistaníes. Mientras miles de afganos que viven fuera de los campamentos de refugiados ofrecen sus brazos por salarios más bajos, otros tuvieron éxito en los negocios tras abrir restaurantes, talleres y tiendas de alfombras.
En meses recientes, miembros de la comunidad paquistaní de negocios en la NWFP han exigido que los afganos sean enviados de vuelta a su país o se los encierre en los campamentos.
"Los afganos se han convertido en un peso para Pakistán. Hay una presión en todas las estructuras debido a la gran cantidad de refugiados", expresó Khan, un comerciante de Peshawar. (FIN/IPS/tra-en/ny/mu/ego/mlm/hd-pr/00