DESARROLLO-HAITI: La pobreza no da tregua

Lakoma, con 1.000 habitantes, es casi una aldea fantasma situada 300 kilómetros al noroeste de Puerto Príncipe, la capital de Haití. Sus calles están desiertas y todas las casas tienen las puertas y ventanas cerradas.

El miedo impera aquí desde 1987, cuando 100 campesinos fueron masacrados por soldados pagados por grandes terratenientes. Los pequeños agricultores pedían apenas una porción de tierra para cultivar sus alimentos y no morir de hambre.

Una grave sequía en la región noroccidental agregó más padecimientos a los residentes de Lakoma. Ya no crece nada aquí excepto cactus y bayahondas, una planta local que los campesinos usan para hacer carbón de leña, y los niños deben caminar hasta 15 kilómetros para conseguir agua potable para sus familias.

Algunos proyectos de desarrollo emprendidos en Lakoma en los últimos años dieron resultados desalentadores y destruyeron la tierra. Bajo la dictadura de los Duvalier, entre 1957 y 1986, las autoridades apodaron a esta región "el lejano Oeste".

Rutinariamente víctima del hambre, la gente aquí vive gracias a la ayuda humanitaria.

"Hasta los animales han comenzado a morir de hambre y sed. Las mujeres embarazadas y los niños no saben adónde dirigirse para aliviar su situación", dijo Henri Richardson, titular del comité regional de la Organización Cívica Juvenil del Lejano Oeste, con sede en Jean Rabel, un pueblo cercano.

El sistema vial en la región noroccidental se encuentra en pésimo estado. Como resultado, las poblaciones locales viven aisladas y los campesinos deben ver a menudo que sus cosechas se marchitan en los campos porque no pueden llegar a los mercados para venderlas, y esta situación no es exclusiva de Lakoma.

La deserción demográfica tambien agravó la situación. Desde que no hay suficientes tierras cultivables para obtener alimentos para todos, aldeas enteras quedaron vacías porque sus habitantes cruzaron ilegalmente la frontera para transformarse en cortadores de caña de azúcar en la República Dominicana.

Pero si la situación es mala en las áreas rurales, es peor en las ciudades, donde la mayoría vive en barriadas miserables, sin agua corriente, saneamiento ni servicio de recolección de residuos.

In Citè Soleil, uno de los asentamientos irregulares más extensos del país, una familia de ocho personas vive en un espacio que no supera los tres metros cuadrados.

"Dormimos por turnos", explicó Bob, el padre. Lo mismo ocurre en otros vecindarios de clase obrera de Puerto Príncipe, donde el problema de la vivienda es gravísimo.

Según algunos cálculos, más de 800.000 personas viven en condiciones infrahumanas en la capital. Los niños defecan en público en charcos infestados de insectos, mientras junto a ellos la gente trata de aliviar los calambres del hambre masticando caña de azúcar.

No hay agua corriente, y los que pueden pagarla compran bidones de 18 litros por 10 centavos de dólar. El promedio del salario diario es 1,4 dólares.

El último informe sobre desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ubica a Haití en el lugar 150 en el mundo. Esta nación del Caribe septentrional es la única en el hemisferio occidental que figura entre las más pobres del planeta.

Según el Programa de las Naciones Unidas para la Población, 80 por ciento de los 8,2 millones de habitantes de Haití son pobres, y más de 73 por ciento está clasificado como extremadamente pobre.

A su vez, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) señaló que 62 por ciento de los haitianos no tienen nada que comer en cualquier momento dado, y 24 por ciento ingiere una ración diaria que no satisface sus necesidades nutricionales.

Además, ocho por ciento de los niños y niñas haitianos menores de 15 años sufren desnutrición.

En cambio, sólo uno por ciento de la población infantil de la vecina República Dominicana, dos por ciento de Jamaica y tres de Cuba están clasificados como desnutridos.

En 1999, un informe conjunto de la oficina local del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la filial canadiense de Ayuden a los Niños comprobó que en Haití hay 10.000 niños sin techo.

Más de 10 por ciento de los chicos de la calle tienen edades comprendidas entre cinco y nueve años. Además, más de 500.000 menores haitianos deben trabajar para ayudar a sus familias y ganarse el sustento.

Como consecuencia de la pobreza, los jóvenes haitianos mueren más rápidamente que sus iguales en países vecinos.

La mortalidad entre los haitianos menores de 40 años es de 27 por ciento, mientras en Cuba se sitúa en cuatro, en Jamaica en cinco y en República Dominicana en nueve por ciento.

Las condiciones de vida en Haití han empeorado en los últimos seis meses debido a la agudización de la crisis política, que congeló 900 millones de dólares de la ayuda extranjera anual. (FIN/IPS/tra-en/imc/da/ego/mlm/dv/00

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