La mayoría de los estudiantes universitaros argentinos creen mejor seguir creciendo en otro país que quedarse, y la principal razón no es la búsqueda del éxito económico personal sino la falta de expectativas de desarrollo nacional.
Esa es una de las principales conclusiones de un estudio realizado este mes por el instituto de investigación de mercado y estudios políticos Demoskopia.
«Lo que motiva a los argentinos a recomendar la búsqueda de nuevos horizontes no parece tanto la situación económica real de cada uno sino el oscuro panorama que tienen de las expectativas de desarrollo de su país», dijo a IPS Hartmut Hentschel, director de Demoskopia.
En este sentido, añadió que la asunción del nuevo gobierno en diciembre desató un natural incremento de las expectativas que luego fue mutando en una profunda decepción, a medida que pasaban los meses y se veía que el rumbo económico es el mismo y que no se ponen en práctica las promesas de campaña.
Según el informe de la encuestadora, 42 por ciento de la población recomendaría a un joven profesional emigrar, 26 por ciento responde que «depende» y apenas 25 por ciento —y algo más entre las mujeres— aconseja que se queden.
Cuando la consulta es a los jóvenes, el porcentaje de los que recomiendan la emigración crece a 52, y si se interroga a los que aspiran a un título universitario salta a 63 por ciento. En este último grupo hay «un gran escepticismo respecto del futuro», dice el estudio.
Apenas 8,1 por ciento de estos jóvenes —la mayoría de los cuales asiste a universidades estatales— recomendaría Argentina como lugar donde desarrollarse y crecer profesionalmente, con independencia de las posibilidades de cada uno luego de emigrar.
Los consulados de Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, España e Italia coinciden en que las consultas y solicitudes por visas, pasaportes y trámites de doble ciudadanía aumentaron 30 por ciento desde enero respecto del año pasado. No existen datos estadísticos oficiales.
Algunos consulados, como los de Italia y España, señalan que desde la hiperinflación que sacudió a este país a fines de los años 80 no se tenía tanta demanda de información para un eventual cambio de país de residencia.
Una rápida consulta a algunos de los jóvenes que esperan a ser atendidos deja en evidencia un sentimiento común de desencanto, acompañado de una conciencia de que no habría en Argentina lugar para su crecimiento futuro, incluso entre jóvenes de 18 años que aún no empezaron su carrera profesional.
«No quiero estudiar toda una carrera para después terminar trabajando de taxista», comentó a IPS una joven que cursa el último año de enseñanza secundaria en un prestigioso centro estatal de estudios, el Colegio Nacional Buenos Aires, dependiente de la Universidad de esta capital.
La joven gestionó la ciudadanía española, apelando a sus ancestros. Sus abuelos llegaron de España a este país como inmigrantes pobres. En camino de regreso, ella quiere ahora ir a Madrid a estudiar Derecho, convencida de que allí tendrá «mayores posibilidades de crecimiento».
La desocupación en Argentina asciende a 15,4 por ciento, y la subocupación a 14,4 por ciento. Y 37 por ciento de los desocupados tiene estudios terciarios, al igual que 37,6 por ciento de los subempleados.
«Todos conocemos gran cantidad de psicólogos que trabajan gratis en los hospitales, o profesionales que no aparecen en las encuestas como desocupados simplemente porque están haciendo cualquier otra cosa», sostuvo Hentschel.
El psiquiatra Domingo Grande advirtió este mes, entrevistado por el diario Página 12, que «los que hacen cola ante los consulados son personas que se sienten abandonadas» y coincidió en que no los une sólo el apremio económico.
La gente «no se fuga» por problemas económicos, que sería lo que habitualmente se cree cuando se piensa en la emigración, dijo Hentschel.
«Los más pobres y menos instruidos son los que tienen menos posibilidades de hacer planes para irse al extranjero», añadió el director de Demoskopia, firma dedicada a obtener información cuantitativa y cualitativa sobre los principales problemas de Argentina y a aportar datos para la planificación.
Los que recomiendan irse son los que «tienen mucho para aportar al desarrollo pero que desconfían de las políticas que los llevan a preguntarse 'cómo voy a construirme un futuro de estudio y trabajo en un país que no tiene un lugar para mí'».
Hentschel consideró que el gobierno debería tomar nota de esta encuesta para saber cómo brindar oportunidades «reales» de estudio y trabajo a estos jóvenes, y evitar la emigración de los mejores recursos humanos.
Pero hace apenas dos meses, cuando ya se advertía la gran afluencia de argentinos a los consulados, el presidente Fernando de la Rúa minimizó el fenómeno y lo justificó como parte de un movimiento «normal» de personas que cada mes deciden entrar o salir del país.
La respuesta de De la Rúa coincidió con la difusión de los resultados de otra encuesta, esta vez de Gallup, que hace 12 años consulta a los argentinos si les gustaría irse del país.
Este año, 21 por ciento de la población dijo que sí, pero si se consulta a los que tienen entre 18 y 24 años el índice trepa a 33 por ciento.
El porcentaje de los que ven su horizonte más allá de las fronteras había bajado en 1991, cuando se controló la inflación, y volvió a subir levemente desde 1994 cuando comenzó a advertirse la contracara del modelo económico de estabilidad: el alto desempleo, que llegó a 18,4 por ciento ese año.
Desde entonces, el promedio de los deseosos de emigrar volvió a subir, y de nuevo se observa que los que más se lo plantean son los situados entre la clase media, media alta y alta, es decir los que tienen mayores recursos económicos y educativos.
Según Gallup, a 33 por ciento de los mejor ubicados en la escala social les gustaría irse, así como 29 por ciento de los de clase media y 19 por ciento y 13 por ciento los escalones de sectores con menos instrucción y recursos económicos. (FIN/IPS/mv/mj/pr dv/00