Cerca de 350 indígenas son candidatos en las elecciones municipales de este domingo en Brasil, una cifra que multiplica por más de cuatro la registrada en los comicios de 1996.
El explosivo aumento sorprendió al Consejo Indigenista Misionero (Cimi), órgano de la Iglesia Católica que apoyo la lucha por los derechos de los primeros habitantes del país, y que hizo el estudio.
Hace cuatro años, el Cimi identificó 82 candidatos a concejales y alcaldes. Este año, la organización ha identificado con precisión, hasta ahora, 279 candidatos de 71 grupos indígenas.
Las cifras no son completas, porque la mayoría de los indígenas viven en la extensa y poco poblada Amazonia, donde obtener información es difícil, explicó Egon Heck, secretario ejecutivo del Cimi.
Esa nueva actitud, que no responde a una coordinación nacional de los nativos, es reflejo de la creciente movilización de los pueblos indígenas en procura de «superar y revertir la situación histórica de opresión», según Heck.
La celebración, este año, de los 500 años de la llegada de los portugueses a Brasil contribuyó a ese proceso.
Los indígenas no solo fueron excluidos de la conmemoración oficial, sino que fueron brutalmente agredidos cuando intentaron protestar contra los actos del 22 de abril en Porto Seguro, el lugar del litoral del estado de Bahía donde llegaron los primeros colonizadores.
Es sorprendente la disposición a actuar en la «toma de decisiones de la sociedad no indígena», luego de las experiencias frustrantes de los últimos 30 años, observó Heck.
La elección de varios concejales y de un diputado federal en las últimas décadas poco contribuyó a la lucha de la población indígena, según sus líderes. Los elegidos actuaron de manera individual y muchas veces en provecho propio, o no lograron superar obstáculos en la defensa del interés de sus pueblos.
El caso más conocido es de Mario Juruna, ex dirigente de un grupo del centro de Brasil que se hizo famoso en los años 70 por registrar en una grabadora sus conversaciones con las autoridades para «probar que las promesas de los gobernantes blancos son mentiras».
Juruna fue elegido el primer diputado indígena de Brasil, en 1982, con una amplia votación en Río de Janeiro. Pero su desempeño parlamentario frustró tanto a sus electores blancos, que le negaron un nuevo mandato, como a su minoría étnica. Hasta ahora no tuvo sucesores.
La experiencia aislada de Juruna demostró la complejidad de la acción de representantes indígenas en instancias nacionales y estaduales, donde son fuertes «las presiones y el acoso del poder económico», lo que exige una mayor madurez y coherencia del movimiento étnico, opinó Heck.
Quizás por eso la participación indígena en la política electoral se registra ahora en el ámbito local. La mayor presencia ocurre en Roraima, estado del extremo norte, en la frontera con Venezuela, donde casi 200 indígenas disputan escaños en las Cámaras Municipales.
En Roraima hay municipios donde los nativos constituyen la mayoría de la población, incluso porque algunas de esas jurisdicciones se implantaron dentro de territorios indígenas, como forma de impedir la demarcación de áreas reservadas.
Por eso no hay consenso en el movimiento indígena sobre la participación electoral, que podría legitimar municipios cuya existencia viola derechos reconocidos en la Constitución brasileña, explicó Heck.
Los 350 candidatos indígenas se dispersaron en los 15 partidos que participan en estas elecciones, aunque la mayoría están vinculados con el Partido de los Trabajadores (PT), de izquierda, que tiene políticas definidas de apoyo a las minorías en situación vulnerable.
Los indígenas cuentan hoy con dos alcaldes, en pequeños municipios del nordeste y norte de Brasil, y unos 20 concejales dispersos por el país. Los dos alcaldes en ejercicio compiten por la reelección, y otros tres indígenas aspiran a la jefatura de gobierno de sus localidades.
Un aumento de los concejales indígenas a 30 podría generar un «nuevo instrumento de lucha», si el grupo se articula creando un nuevo foro para ampliar el movimiento indígena, lo que también evitaría una actuación apenas individual, sometida a los intereses partidarios, observó el dirigente del Cimi.
Hay estados donde, por la mayor integración a la sociedad dominante, la participación política de los indígenas no es novedad, aunque sí el gran aumento de candidatos.
Es el caso de Pernambuco, en el nordeste, donde en 1996 se eligió la primera mujer indígena como concejal, además de dos hombres. María Luciene, de la tribo cambivá, intenta ahora la reelección a la Cámara Municipal de Ibimirim, para seguir luchando por la educación y la salud de su pueblo.
Disputan estas elecciones un candidato por cada cada 1.000 indígenas, ya que ellos suman cerca de 350.000 en todo el país. La proporción sigue inferior al índice nacional, que es de un postulante por cada 450 habitantes.
Según el Tribunal Superior Electoral, hay 367.879 candidatos, mientras la población total de Brasil es estimada en 168 millones de personas. (FIN/IPS/mo/mj/ip pr/00