SRI LANKA: Musulmanes temen perder propiedades en tierra tamil

Decenas de miles de musulmanes desplazados del norte de Sri Lanka por separatistas tamiles temen perder sus tierras, pues la ley les priva de su propiedad si se ausentan 10 años de ella.

Los musulmanes, que constituyen la tercera comunidad de Sri Lanka por su cantidad de integrantes, se vieron obligados a abandonar la localidad de Mannar en octubre y noviembre de 1990, cuando los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE) los amenazaron de muerte.

Este grupo rebelde, en guerra contra el gobierno hace 17 años, lucha por el establecimiento de una estado independiente para la minoría tamil en el norte y este de la isla.

Mannar tenía una población de mayoría tamil, el segundo grupo étnico del país, musulmanes y algunos pocos cingaleses, la principal comunidad.

Habib Mullah, uno de los desplazados, anhela volver a su tierra. Este campesino rememora con dolor, hoy en una choza de paja con paredes de cartón, la pequeña granja que dejó atrás hace 10 años. «¿Podemos volver en medio de una situación como ésta? Tenemos miedo de perderlo todo», afirmó.

Sithy Nazira, una musulmana que debió abandonar Mannar con sus ocho hijos, también está preocupada por su tierra. «Me gustaría saber qué fue de la tierra. Siempre pienso en mi pequeña parcela y cómo la trabajábamos», dijo entre lágrimas.

Mullah y Naziar viven en el campamento de desplazados de Kandakuli, en Kalpitiya, a unos 175 kilómetros de Colombo. Llegaron allí en bote hace 10 años, con otros musulmanes desplazados.

Hoy temen perder su tierra, pues, según la ley, haberse ausentado de ella es motivo suficiente para que otro la tome como suya.

La tierra puede ser reclamada por cualquiera que la haya ocupado en ese periodo. Sin embargo, los desplazados musulmanes en Mannar no saben si alguien vive hoy en sus propiedades.

Organizaciones de derechos humanos tratan de ayudar a los desplazados. El Centro para Políticas Alternativas (CPA), con sede en Colombo, respalda una petición ante la Comisión de Derechos Humanos (HRC) del Estado buscando justicia para los musulmanes.

«La comisión intenta eximir de la ley de tierras a los desplazados del país», dijo en Colombo a IPS el director del CPA, Rohan Edrisinha. La petición también es respaldada por el Comité de Ciudadanos para Personas Desplazadas, un grupo del noroeste de Sri Lanka.

La violencia étnica ha movilizado a más de medio millón de personas en toda Sri Lanka. Sin embargo, el gobierno sostiene que el problema de la tierra afecta en exclusiva a los musulmanes de Mannar.

«Los desplazados de Sri Lanka, a excepción de los de Kalpitiya, han estado lejos de sus tierras por periodos no mayores a cinco años, de manera que por ahora no afrontan ese problema en particular», afirmó una autoridad de Colombo.

Los desplazados en Kalpitiya trabajan en la pesca, limpiando y reparando redes y botes. Las mujeres ayudan a recoger la cosecha de cebolla en las granjas, obteniendo como paga una rupia por cada kilogramo recolectado.

Los desplazados musulmanes no solo están preocupados por la pérdida de sus tierras, sino también por la pérdida de su derecho a votar, según los trabajadores comunitarios.

«La Constitución garantiza el derecho de los residentes a votar donde quiera que estén, pero estos desplazados no han podido ejercer ese derecho en los últimos 10 años», dijo el activista S.M. Mubarak.

Las autoridades aseguran que los desplazados reciben educación y atención médica, pero este servicio es temporal. Además, los niños musulmanes son recibidos con hostilidad por sus compañeros en las escuelas locales.

La permanencia prolongada de desplazados preocupa a los residentes del lugar. Mohamed Careem, dueño de parte de la tierra donde se estableció el campamento de desplazados, sabe que las posibilidades de que regresen a su hogar son remotas.

Teme que nunca recuperará su tierra. Cuando los desplazados llegaron, las autoridades locales apelaron a los residentes para obtener tierras donde albergarlos. Careem afirma que les dio un lugar porque lamentaba lo que estaban viviendo.

Pero ahora «no puedo ni siquiera tomar unos cocos de mi tierra porque ya los han tomado ellos. Para sacar los que quedan tengo que tener cuidado de no dañar las chozas de los desplazados», se lamentó. (FIN/IPS/ap-hd/fs/mu/rp/mj/hd/00

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe