El número de suicidios y divorcios en Japón alcanzó un récord en 1999 como consecuencia de la recesión económica, que despojó a muchas personas de su trabajo y su dignidad.
En 1999 se autoeliminaron 33.048 personas, un incremento de 35 por ciento sobre el año anterior, informó el Ministerio de Salud y Bienestar Social.
La mitad de los suicidios fueron atribuidos al desempleo, y 70 por ciento de las víctimas eran hombres, en su mayoría de mediana edad.
Mientras, se produjeron 250.538 divorcios en 1999, 7.000 más que el año anterior. El desempleo y el endeudamiento son dos factores decisivos en la disolución de las familias, según un informe del gobierno.
La tasa de desempleo llegó a 4,7 por ciento el año pasado, pero entre los hombres de edad mediana ascendió a casi 10 por ciento, debido a la reestructuración de empresas con dificultades financieras.
Esta situación alarmante decidió a la organización no gubernamental Ashinaga Ikuei-kai a lanzar el libro "No puedo hablar sobre el suicidio", una recopilación de ensayos escritos por estudiantes de nivel secundario y terciario cuyos padres se suicidaron, y también por mujeres que perdieron a sus maridos.
Los autores hablan abiertamente sobre el dolor de la pérdida de un ser querido y ofrecen al lector una visión sobre el sufrimiento de las familias japonesas que deben sobreponerse a un suicidio.
"Los niños cuyos padres se suicidan padecen discriminación en la sociedad japonesa, y eso hace aún más difícil que revelen sus sentimientos", explicó Kazuo Yanase, de Ashinaga Ikuei-kai.
El grupo también recauda fondos para fundar los Hogares Arcoiris, donde esos hijos podrán recibir atención psicológica y becas para llevar adelante su vida después de la autoeliminación de uno de sus padres.
"El desarrollo económico de Japón provocó la desintegración de muchas comunidades, y por eso cuando los padres mueren la mayoría de los niños no tienen adónde ir. Los Hogares Arcoiris jugarán un papel esencial en ese sentido", destacó Yanase.
Uno de los ensayos del libro pone en evidencia esa soledad. Un niño cuyo padre se ahorcó porque no podía pagar sus deudas habla sobre su incapacidad de pronunciar la palabra "suicidio" frente a sus amigos.
El libro conmovió a la sociedad japonesa. Una mujer que había mentido sobre el suicidio de su esposo manifestó que el libro le dio fuerza para revelar la verdad a sus hijos, y una escuela primaria pidió permiso a los autores para utilizarlo en las clases.
Yoshiya Soeda, profesor de sociología de la Universidad de Tsukuba, aprobó el nuevo libro y señaló que el conocimiento del sufrimiento de algunas personas dará a otras la oportunidad de revelar sus sentimientos ocultos.
"La sociedad japonesa pone énfasis en el éxito, y el aumento de la competencia en el siglo XXI la obligará a comprender que habrá más perdedores, que también deben ser aceptados", señaló.
También están en aumento los casos de personas que matan a sus hijos antes de autoeliminarse, mientras el promedio de edad de las personas que cometen suicidio tiende a descender.
En 1999, se autoeliminaron 3.267 personas de 20 a 29 años y 3.569 de 30 a 39 años. Además, el número de suicidios entre personas de 35 a 39 años llegó a 10.000, un récord de posguerra.
La desesperación aumenta entre los japoneses a medida que la situación laboral empeora y persisten la competencia feroz, el maltrato en las escuelas y la delincuencia juvenil, señalan sociólogos.
Varios psiquiatras informaron sobre un abrupto incremento en el número de pacientes que procuran ayudas por problemas de insomnio, depresión y desórdenes de la personalidad.
"La mayoría de los pacientes vienen cuando ya es demasiado tarde", lamentó la doctora Machiko Shibuya, y señaló que hace muy poco la sociedad japonesa comenzó a hacer frente al desequilibrio mental.
"La creciente desigualdad salarial como resultado de la competencia" es una de las causas del aumento de la ansiedad, observó Reiko Iwasaki, que ofrece atención psicológica a los trabajadores de Toppan Printing Co.
Varias compañías de ferrocarriles comenzaron a pintar sus estaciones de colores pastel en un intento por reducir el número de personas que se arrojan al paso de los trenes.
"No es una idea maravillosa, pero sentimos que debemos hacer algo", declaró a la prensa un funcionario de East Japan Railway.
Las estadísticas revelan que 212 personas se suicidaron arrojándose a las vías férreas en 1999.
En algunas estaciones se instalaron junto a las plataformas barreras que se cierran automáticamente cuando llega el tren y se colocaron espejos de acero inoxidable, en la esperanza de que el reflejo de la propia imagen prevenga algunos suicidios. (FIN/IPS/tra-en/sk/ral/mlm/cr/00