Más de 20 jefes de Estado encabezados por el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, llegarán el lunes a Tanzania como testigos de la firma del acuerdo para la paz en Burundi, aunque las partes en conflicto han pedido un plazo mayor.
El ex presidente sudafricano Nelson Mandela hace todo lo posible para que su mediación logre la paz en el pequeño país de Africa central, pero esta no será fácil.
El presidente de Burundi, Pierre Buyoya, aún no sabe si podrá firmar el acuerdo.
"Hemos explicado nuestras más profundas inquietudes al mediador con claridad y abiertamente. Quizá no estemos listos. El dijo que nos comprendía y que considerará fijar otra fecha, de ser necesario", declaró.
En Burundi la violencia y la muerte caracterizan los días previos a la firma del acuerdo, ya que los opositores a la paz hacen lo posible por marcar su presencia.
En Bujumbura se produjeron varios ataques con granadas. La mañana del miércoles murieron cuatro personas y 50 fueron heridas en una explosión en un mercado al aire libre en el centro de la capital.
Durante el fin de semana hubo varias protestas en la ciudad contra el acuerdo de paz y otras manifestaban su ira a la incapacidad del gobierno para ponerle fin a la violencia.
Cientos de manifestantes quemaron llantas, construyeron barricadas y arrojaron piedras a los vehículos que pasaban. Incluso circulan rumores de golpe de Estado.
El acuerdo de paz se firmará a insistencia de Mandela, quien inyectó nueva vida a las negociaciones iniciadas hace dos años para poner fin a los siete años de guerra desde que en diciembre aceptara ser el intermediario entre las partes en conflicto.
Tanto el gobierno como los rebeldes solicitaron más tiempo para negociar el cese del fuego y allanar obstáculos, pero Mandela rechazó su pedido.
La paciencia y el dinero internacional se están acabando. Mandela sabe que las negociaciones no pueden continuar para siempre y está decidido a que se produzca la firma. Por esa razón presiona a ambas partes para que hagan concesiones.
La guerra civil cobró más de 200.000 vidas, desterró a más de un millón de los seis millones de habitantes del país y expulsó a cientos de miles.
La guerra comenzó en 1993 cuando tropas de la minoría étnica tutsi asesinaron al primer presidente democráticamente elegido de Burundi, Melchior Ndadaye, un hutu.
El magnicidio desencadenó la insurgencia hutu contra el ejército, dominado por tutsis.
Aunque los hutus representan 85 por ciento de la población de Burundi, los tutsis dominan el gobierno, el ejército y la economía desde que se obtuvo la independencia de Bélgica, en 1962.
El plan de paz de Mandela lograría que la minoría tutsi entregara el poder a un gobierno democrático en un lapso de tres años.
La minoría tutsi estaía protegida por garantías como la creación de una cámara alta del Parlamento dividida en partes iguales entre los grupos étnicos. Lo mismo ocurriría en el Ejército.
Sin embargo, los 19 partidos políticos que asisten a las negociaciones aún discrepan sobre varios puntos, entre ellos quién estará al frente del gobierno de transición durante tres años.
Diez partidos tutsis aseguran que no firmarán el acuerdo porque favorece a la mayoría hutu.
El presidente Buyoya, un tutsi que tomó el poder mediante un golpe de Estado en 1996, sufre creciente presión del Ejército y la clase media mayoritariamente tutsi para que no se llegue a un acuerdo.
Se cree que grupos paramilitares tutsis fueron los responsables del ataque con granadas del miércoles.
Una de las marchas de protesta del fin de semana fue encabezada por la organización tutsi Amasekanya, o "El poder de la autodefensa".
El grupo critica que el acuerdo de paz no tome en cuenta un informe de la Organización de las Naciones Unidas de 1996 que declaró que en 1993 se perpetró un genocidio contra los tutsis, luego del asesinato del presidente Ndadaye.
Existe el temor de que Buyoya no tenga el control en el ejército. El mandatario advirtió a los mandos radicales que no intenten un golpe de Estado en su contra.
Buyoya declaró que el acuerdo de paz es "inaceptable en su forma actual" y que sólo firmará partes del mismo. Quiere que los rebeldes acuerden el cese del fuego en primer lugar.
Pero el presidente también cree que debe firmar porque, de lo contrario, Mandela lo interpretaría como una prueba de que el gobierno no es sincero en la búsqueda de la paz.
"Si no firmarmos, Mandela lo verá como una falta de respeto y pensará que el pueblo de Burundi no quiere la paz", advirtió. Pero el grupo rebelde más poderoso, Fuerzas por la Defensa de la Democracia (FDD), rechazó completamente el acuerdo.
El FDD sostiene que no puede firmar el acuerdo de paz porque no participó en su redacción. Los rebeldes recién se integraron a las negociaciones el mes pasado.
El FDD pretende negociar directamente con el gobierno, pero sólo después de que Buyoya libere a 11.000 "presos políticos" y clausure varios campamentos que concentran a miles de campesinos hutus.
No obstante, siete grupos políticos hutus anunciaron que firmarán el acuerdo. (FIN/IPS/tra-en/ks/sm/aq/ip/00