La gira por América del Sur de la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Madeleine Albright, fue tan significativa por la selección de escalas como por los países no visitados.
La funcionaria calificó su recorrido por Brasil, Argentina, Chile, Bolivia y Ecuador de "tributo" a los países de la región que están resolviendo sus problemas "en democracia". En cambio, durante la gira manifestó inquietud por las alternativas de Colombia, Perú, Venezuela y Paraguay.
Esos países constituyen preocupaciones que permanecerán tras el periodo de gobierno de Bill Clinton, cuyos dos periodos consecutivos de gobierno concluirán en enero.
Colombia es el principal dolor de cabeza del gobierno de Clinton en América del Sur, que también hay teme por la marcha de la institucionalidad en Perú, adonde el presidente Alberto Fujimori fue electo por tercer periodo consecutivo y asumió en un clima de violencia y de denuncias de fraude.
"Si el presidente de Perú quiere ser respetado por la comunidad internacional, necesita adoptar algunas medidas para consolidar la democracia, como un Poder Judicial que funcione, un sistema integrado de información e inteligencia y fuerzas armadas bajo control de los civiles", puntualizó Albright en Brasil.
Menos explícitamente expresó a los mandatarios el estupor de Washington por el recorrido que eligió hacer este mes el presidente de Venezuela Hugo Chávez por países "enemigos" del suyo, como Iraq y Libia. Chávez se reunió en Bagdad con Saddam Hussein y en Trípoli con Muammar Kadafi.
La visita a Hussein, primera que recibe de un mandatario occidental desde la invasión a Kuwait (1990), fue parte de una gira por los países socios de Venezuela en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
"Para nosotros es algo difícil de entender", juzgó hace pocos días el portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos Richard Boucher. La cancillería de Argentina aconsejó a Albright relativizar el hecho y se comprometió a una gestión que modere la tensión entre Estados Unidos y Venezuela.
Respecto de Paraguay, la llegada de la funcionaria se produjo dos días después de las elecciones para vicepresidente en ese país que volvieron a poner de manifiesto los serios problemas institucionales que arrastra su democracia, jaqueada por amenazas de golpe y sospechas de fraude en cada comicio.
La gira, muy expeditiva —un promedio de menos de un día por país—, se produjo cuando faltan menos de tres meses para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, luego de dos periodos consecutivas de Clinton.
Aunque concentrada en las urgencias de Medio Oriente, Albright no quiso poner fin a su tarea al frente del Departamento de Estado sin una visita —aunque fuera breve— a los países de la región que avanzan entre aprietos financieros en la consolidación democrática, tras largos periodos de dictadura.
En Argentina, se reunió con organizaciones de derechos humanos que trabajan por el esclarecimiento de los crímenes de la última dictadura (1976-83), y visitó la sede reconstruida de la Asociación Mutual Israelita Argentina, atacada en 1994 por un atentado terrorista que costó la vida a 86 personas.
A unos y otros prometió apoyo mediante la desclasificación de documentos archivados en su país. Pero el respaldo más saliente a organizaciones humanitarias fue en Chile, donde calificó de "histórico" el fallo que desaforó al ex dictador Augusto Pinochet para que sea juzgado por sus crímenes.
De paso, a todos los presidentes con los que se entrevistó les expuso la profunda preocupación de su país por la violencia en Colombia, donde se enfrentan militares, guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes.
Estados Unidos está decidido a apoyar a ese país con el Plan Colombia, un programa para el que aportará 1.300 millones de dólares.
El paso de Albright por Ecuador parece orientado a retribuir la concesión de una base militar estadounidense en el puerto de Manta, muy cerca de la frontera con Colombia, con un acuerdo de cooperación en materia alimentaria.
Con esta sola excepción —que genera resistencias en la sociedad ecuatoriana—, todos los mandatarios visitados se comprometieron a dar apoyo moral, institucional y a lo sumo técnico al gobierno de Andrés Pastrana, quien a fin de mes recibirá a Clinton en Cartagena de Indias.
El canciller brasileño Luiz Lampreia aclaró sin ambages que su país "no tiene el mismo grado de compromiso que Estados Unidos con el programa de combate al narcotráfico en Colombia" ni tiene interés en participar de una acción internacional conjunta en ese terreno.
Mientras, el presidente argentino Fernando de la Rúa se distanció de su antecesor Carlos Menem (1989-1999) —que había ofrecido a Washington tropas para una eventual intervención militar en Colombia— y prometió apoyo "institucional" a su "amigo" Pastrana, respetando el principio de "no ingerencia".
"Yo ya aclaré que no vengo a pedir nada para Colombia, y menos ayuda financiera, pero sí destaco que es una preocupación fundamental de mi gobierno", subrayó Albright ante De la Rúa, dejando en claro una posición que, ante Menem, hubiera sido suficiente para conseguir un alineamiento contundente.
Lo mismo ocurrió en Chile, donde el presidente Ricardo Lagos manifestó la voluntad de su país de contribuir con Colombia apoyando iniciativas en el área social que contribuyan a la pacificación y reconociliación en ese país, aunque excluyéndose de toda participación en la negociación con la guerrilla.
Los asuntos económicos también estuvieron presentes en la agenda de Albright en la región, aunque por primera vez quedaron en un segundo plano frente a las urgencias políticas de Estados Unidos por cerrar de manera prolija las relaciones que supo construir en ocho años de gobierno demócrata. (FIN/IPS/mv/mj/ip/00