La oleada de asesinatos y otros delitos perpetrados en los últimos años por jóvenes japoneses revela serios problemas dentro de una sociedad en general considerada segura, para preocupación de los ciudadanos y del gobierno.
En mayo, un adolescente de 17 años fue detenido porque secuestró un autobús durante 15 horas, apuñaló de muerte a un anciano e hirió además a otros pasajeros.
El motivo fue vengarse de sus padres porque lo habían internado en un instituto de salud mental, según declaró a la policía después de su captura.
Dos semanas antes de ese sangriento incidente, Japón fue sacudido por otro crimen en el que un joven de 17 años mató a una mujer de 64 golpeándola en la cabeza con un martillo.
"Quería comprobar cuánto esfuerzo físico hacía falta para matar a una persona. Tenía curiosidad de saber qué sentiría al matar a un ser humano", expresó posteriormente.
Los criminólogos señalan que si bien el índice de criminalidad en Japón está muy por debajo del de otros países industrializados, estos casos indican la existencia de graves problemas sociales.
"La mayoría de esos asesinatos revelan un sector agudamente perturbado de la juventud. Esos casos indican que las muertes se han convertido en una forma de excitación", apuntó el profesor Tamo Kageyama, que enseña psicología criminal en el prestigioso Instituto de Psicología de Tokio.
Según cifras de la Agencia Nacional de Policía, los asesinatos perpetrados por jóvenes han aumentado en la última década. Un total de 2.263 jóvenes fueron arrestados en 1997 por crímenes violentos, con un aumento de 51,3 por ciento respecto al año anterior.
La policía indicó que en los últimos crímenes estuvieron involucrados estudiantes universitarios y secundarios considerados "normales". El informe describió el fenómeno como una nueva era del "crimen del momento", en la cual estudiantes sin problemas de conducta se tornan brutales y violentos.
El joven secuestrador del autobús era un estudiante regular, sin antecedentes de inestabilidad mental, hasta que comenzó a atacar verbal y físicamente a miembros de la familia cuando cursaba el segundo año del ciclo secundario.
Según sus padres, eso ocurrió cuando les surgió la sospecha de que era intimidado en la escuela. Si bien los profesores negaron el hecho, sus compañeros dijeron a la prensa que el muchacho era acosado y maltratado por otros estudiantes.
Señalaron además que había una diferencia de percepción entre profesores y alumnos que convertía en un infierno la vida de los estudiantes.
Youmiri, el diario de mayor circulación en Japón, explicó en un editorial que la mayoría de los homicidios cometidos por jóvenes involucran a su escuela, lo cual ilustra la urgente necesidad de realizar reformas en la enseñanza.
"Muchos crímenes fueron obra de chicos que la pasaban muy mal tratando de adaptarse al rígido sistema escolar. La clave de la reforma es quizás desarrollar un sistema que capte el interés del alumno antes de juzgar su capacidad con exámenes y evaluaciones", publicó el diario después del secuestro del autobús.
Kageyama explicó también que la insensatez de los crímenes podía atribuirse a las actuales presiones que los jóvenes enfrentan dentro de la sociedad japonesa.
"Vemos más niños con desórdenes de personalidad que surgen de un sentimiento de vacío interior", señaló. "Matar se ha transformado en una manera de autoconfirmación. Cometiendo un crimen el chico trata de dar sentido a su vida".
Kageyama tomó el ejemplo del joven que mató a la anciana como una típica muestra del fenómeno, porque evidencia que el homicida no conocía la diferencia entre la vida y la muerte.
Observó además que las familias japonesas con pocos hijos los abruman con bienes materiales y los sobreprotegen del mundo real, lo cual frena su capacidad de desarrollarse y enfrentar la dura realidad.
"Esos jóvenes no aceptan perder porque no han sido formados por los padres para ser independientes. Una vez que fallan en rígidos exámenes de ingreso no pueden manejar ese revés, y esa situación los hace agresivos", explicó.
Muchos analistas consideran que esa tendencia seguirá empeorando si el sistema actual se mantiene. "El sistema que parece funcionar tan bien para la prosperidad económica de Japón muestra ahora graves señales de fatiga", dijo Kageyama.
Quizá el crimen que más conmocionó a la ciudadanía fue el cometido en 1997 por un estudiante de secundaria de 14 años, quien fue arrestado por haber dado muerte a otro chico más joven y colocado la cabeza de la víctima sobre el muro de la escuela.
Ese asesinato fue seguido en enero de 1998 por otro en que un alumno de 13 años apuñaló hasta la muerte a su maestra porque lo reprendió por su mala conducta en clase. (FIN/IPS/tra- en/sk/js/ego/mlm/ip/00