La comunidad católica de México, la segunda más numerosa del planeta, está de fiesta, pues el número de sus santos pasará este domingo de uno a 27. Pero quedará pendiente la canonización del beato más popular, el índigena Juan Diego, cuya existencia histórica es puesta en duda.
Los 26 nuevos santos, considerados mártires de una guerra religiosa en la segunda década del siglo XX, serán canonizados en el Vaticano por el papa Juan Pablo II al concluir un proceso que duró más de 70 años.
Los investigadores religiosos dicen haber comprobado que los mártires poseían virtudes especiales y realizaron milagros.
Las canonizaciones no están relacionadas con presiones políticas o predilecciones especiales del Vaticano hacia México, sino que se enmarcan en una filosofía general de la Iglesia, dijo Armando López, ex director de Asuntos Religiosos de las Secretaría (ministerio) de Gobernación (Interior).
Los mexicanos elegirán el 2 de julio un nuevo presidente que reemplazará desde diciembre a Ernesto Zedillo y durará seis años en la función.
A contracorriente de las tradiciones políticas mexicanas, Vicente Fox, candidato del opositor y conservador Partido Acción Nacional con grandes posibilidades de ganar, suele invocar la religión católica en sus discursos, lo que genera críticas de sus opositores.
La canonización no tiene relación con las elecciones y sólo se trata de una coincidencia inscripta en las celebraciones religiosas del Jubileo por los 2.000 años del nacimiento de Jesucristo, indicaron portavoces de la Iglesia Católica local.
Desde la semana próxima, en los altares católicos mexicanos ya no estará solo el santo Felipe de Jesús, sacerdote franciscano canonizado en 1862.
Más de 20.000 mexicanos viajaron al Vaticano para asistir la canonización de sus nuevos santos.
Pero los católicos del país no están plenamente satisfechos y esperan que el Vaticano canonice pronto a su más famoso beato, el indígena Juan Diego, cuyo nombre de nacimiento es Cuauhtlatoatzin ("águila que habla"), a quien la Virgen de Guadalupe se le habría aparecido tres veces en 1531.
La Virgen de Guadalupe es considerada el centro de la religiosidad de México, que concentra la segunda grey católica del mundo luego de Brasil. La basílica levantada en honor a la imagen de la madre de Jesucristo, es, según la Iglesia local, la más visitada del mundo.
El ex abad de la basílica, Guillermo Shulenburg, y el arcipestre y bibliotecario de ese templo, Carlos Warnholtz, enviaron el año pasado una carta al Vaticano en la que piden analizar en detalle el caso de Juan Diego, pues no existen evidencias histórica ciertas de su existencia.
El cuestionamento despertó la ira de los creyentes y de la Iglesia mexicana, que desacreditó los cuestionamientos e incluso sugirió la excomunión de quienes cuestionaron la existencia de Juan Diego, beatificado por Juan Pablo II en 1990.
La tradición, defendida por la jerarquía católica, indica que la imagen de la Virgen se impregnó de forma milagrosa en un manta que llevaba Juan Diego en uno de los encuentros que tuvo con ella.
"Si María no apareció, si Juan Diego no existió, entonces nuestra prédica no tiene sentido ni la devoción tampoco. Como testigos de Dios, el papa Juan Pablo II y nosotros resultaríamos unos embusteros", dijo el arzobispo Norberto Rivera.
Juan Diego será santo en el futuro, afirmó la Iglesia, que, no obstante, admitió que los cuestionamientos a su existencia histórica pueden haber frenado la velocidad del proceso.
México ya está dando de que hablar en todo el mundo por las canonizaciones y beatificaciones, y en ello tiene que ver el amor del Papa por este país, dijo Adolfo Hernández, miembro de la comisión Episcopal de Causas de Canonización de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
En sus 22 años de pontificado, el Papa visitó México en cuatro ocasiones, la última el año pasado. (FIN/IPS/dc/mj/cr/00
