/BOLETIN-AMBIENTE/ BRASIL: Activistas denuncian 500 años de destrucción

Para los ambientalistas, como para los indígenas, los 500 años transcurridos en Brasil desde la llegada de los conquistadores portugueses, que el gobierno celebraró el sábado, son una historia de destrucción, contaminación y exterminio.

El mismo nombre del país es una denuncia. Proviene del palo- brasil, árbol abundante en los bosques de la costa del océano Atlántico en 1500 y que, por ser buena fuente de tinta roja, fue la primera víctima de la explotación colonial.

Cerca de 70 millones de esos árboles fueron extraídos y llevados a Portugal en casi cuatro siglos, estiman los expertos.

A eso se sumó la expansión demográfica, agrícola e industrial concentrada en las cercanías del litoral atlántico para amenazar de extinción el palo-brasil y también el conjunto forestal de que forma parte la llamada Mata Atlántica.

De esos bosques que se extendían por 1,2 millones de kilómetros cuadrados en áreas cercanas a la costa, del extremo sur al noreste de Brasil, solo quedan hoy 7,3 por ciento, según la organización no gubernamental SOS Mata Atlántica.

En respuesta a esa realidad, el gobierno brasileño promoverá este sábado la siembra de 200.000 plantas de palo-brasil en 170.000 escuelas de los más de 5.500 municipios del país, como parte de las celebraciones del quinto centenario del "descubrimiento" de Brasil por los portugueses.

El acto tiene un carácter simbólico, pero busca también reconstituir la población de ese árbol en el país.

Pero botánicos no creen en la eficacia práctica de la medida. La siembra es generalizada, en climas, tierras y ecosistemas inadecuados, fuera del medio natural de la especie.

El palo-brasil no logrará crecer y sobrevivir aislado, fuera de su ambiente natural, según Tania Sampaio, investigadora de Jardim Botánico de Río de Janeiro, que cuida un pequeño bosque renaciente de la Mata Atlántica en un municipio cercano, donde hay muchos de esos árboles.

La Mata Atlántica fue la mayor víctima entre las áreas de bosques brasileños sometidos a la devastación, con 93 por ciento de desarbolización, destacó un informe divulgado por la sección brasileña del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) sobre la situación ambiental en el quinto centenario de Brasil.

Hay bosques específicos, como el de araucaria, en el sur del país, que fueron reducidos a solo dos por ciento del área original.

La destrucción se desplazó ahora a otros grandes ecosistemas. Los "cerrados", las sabanas brasileñas, también ya perdieron la mitad de su cobertura forestal, seguidos de Amazonia, con 15 por ciento destruido en los últimos 25 años.

El estudio, indicando que los daños ambientales en los cinco siglos pasados son alarmantes, busca hacer que las lecciones sirvan al futuro, ahora que la "tecnología permite una destrucción más rápida", dijo Garo Batmanian, secretario general de WWF en Brasil.

La desarbolización de la Mata Atlántica ganó intensidad especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando ya terminaba la extracción del palo-brasil por los portugueses, pero el cultivo de caña de azúcar y de café avanzó sobre los bosques.

El desarrollo de otras siembras y de la industria, junto con el crecimiento acelerado de las ciudades en la costa este, acentuaron la presión.

Los bosques del litoral atlántico constituyen uno de las 25 áreas ambientalmente más amenazadas del mundo, así como los "cerrados", en la lista de la también organización no gubernamental Conservación Internacional, con sede en Estados Unidos.

Los "cerrados" y la Amazonia permanecieron sin sufrir agresiones muy graves hasta mediados del siglo XX, pero su desarbolización, a partir de los años 60 y 70, respectivamente, se hace en ritmo mucho más rápido, según la evolución registrada por WWF.

En esas áreas, los principales vilanos son la actividad maderera y la expansión del cultivo de soja.

Además del la casi desaparición del palo-brasil, la destrucción de los bosques originales de la zona afecta numerosos ríos y manantiales que abastecen las regiones más pobladas de Brasil.

La escasez de agua es una de las consecuencias ya sentidas en Sao Paulo y muchas grandes ciudades del sudeste y nordeste.

El deterioro ambiental, sin embargo, fue menor que el exterminio de los indígenas en estos cinco siglos. La población autóctona brasileña era estimada en cinco millones de personas en 1500, cuando los portugueses eran solo dos millones.

Desde entonces, la población de Portugal se multiplicó por cinco, sin contar los millones de emigrados hacia otros países europeos, Américas y Africa.

En cambio, los indígenas brasileños se redujeron a 600.000 en la época de la independencia de Brasil, en 1822, y a pocos más de 100.000 en 1970, estiman los indigenistas.

En las últimas décadas, en que se desarrolló una política de protección, esa población aumentó hasta cerca de 350.000, divididos en unos 220 etnias que hablan 180 lenguas.

Sin embargo, unos 800 pueblos desaparecieron en esos 500 años y los indígenas se convirtieron en la "parte invisible" de los brasileños, lamentó Marcos Terena, una especie de vocero de su etnia y que es en la actualidad coordinador de Derechos Indígenas en la gubernamental Fundación Nacional del Indio (FUNAI).

La denominación "pueblo" es la correcta para indicar los grupos indígenas, porque la Constitución brasileña de 1988 reconoció los derechos de esas etnias a ser pueblos, de sobrevivir y de mantenerse como indígenas, con su cultura, costumbres y tradiciones propias, sañaló Carlos Frederico Maré, presidente de la FUNAI.

Maré, aunque alto funcionario del gobierno, no participará en las fiestas oficiales del quinto centenario de la llegada de los portugueses. Al igual que los indígenas y ambientalistas, cree que no hay nada que conmemorar. (FIN/IPS/mo/dm/en/00

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