/Mujeres líderes/ FILIPINAS: Ex guerrillera de izquierda emprende nueva lucha

Resulta difícil creer que Carolina Malay fue durante 20 años guerrillera del clandestino Partido Comunista de Filipinas-Frente Democrático Nacional (PCF-FDN), un movimiento insurgente que aún sigue activo.

En ese tiempo, Malay, con su voz amable, delicada estructura ósea y gracia innata, marchó cientos de kilómetros para organizar a campesinos explotados y burló decenas de patrullas militares en las ciudades de este país.

La influencia del movimiento rebelde de izquierda decayó en los últimos años. Llegó al máximo en la década de 1980 durante la dictadura de Ferdinando Marcos, y luego sufrió divisiones ideológicas después de la revolución de 1986 que restauró la democracia.

Hace seis años, tras su excarcelación, Malay optó por un camino diferente. Ingresó a la Universidad de Filipinas como titular del departamento de periodismo.

Malay fue reportera del diario Manila Times antes de convertirse en revolucionaria. Su decisión sorprendió a muchos que esperaban que ella y su compañero, Satur Ocampo, ex negociador y vocero del PCF-FDN, volvieran a la clandestinidad.

Pero el cambio no significó una renuncia a sus convicciones, ni una respuesta a las diferencias surgidas después de la guerra fría (1947-1991) en el Partido Comunista, sino más bien una medida práctica.

"Sentí que podía ser útil sin tener que volver a la clandestinidad. Me hubiera convertido en una obligación para el PCF porque soy una figura demasiado notoria y se gastaría mucho esfuerzo en ocultarme. Sería contraproducente", declaró en una entrevista.

"Además, quise estar con mis hijos", agregó. Su hija Silahis tenía tres años y medio y su hijo Anton uno cuando se los confió a sus padres luego de que su marido fue arrestado y eran perseguidos.

"Los tuve que dejar porque Satur fue arrestado y me había quedado sola. Era demasiado peligroso tenerlos conmigo y eso me hacía sentir muy vulnerable", dijo Malay.

Tras dejar a sus hijos, Malay se sumergió totalmente en su tarea de militante "como si no hubiera tenido una familia y hubiera estado completamente sola". Varias veces logró escabullirse y reunirse con sus hijos en encuentros clandestinos previamente preparados.

Malay era una becaria en la universidad parisina de la Sorbona cuando decidió unirse al PCF-FDN en los años 60. Había recibido la influencia libertaria de sus padres y la perspectiva radical de Ocampo, a quien conoció en el Manila Times.

Tambien recibió la influencia del fermento intelectual que encontró en París y las prácticas humanistas del médico y músico francoalemán Albert Schweitzer, ganador del premio Nobel de la Paz.

La vida en las montañas fue más dura de lo esperado. "Estar en la clandestinidad significa realmente que uno asume otra identidad para hacer el trabajo encomendado con relativa seguridad", explicó.

"Uno se convierte en un ser anónimo bajo una identidad asumida. Eso significa mantenerse alejado de familiares y amigos e inventar una nueva personalidad", dijo. Pero no todo eran dificultades.

"Aprendí como vivía la gente. No vengo de una familia rica, pero tampoco éramos pobres. 'En realidad pertenecíamos a la clase media y teníamos pretensiones burguesas", acotó Malay.

"Pasar a la clandestinidad significa confundirse con la masa. Así fue cómo descubrí la manera en que vivía la mujer de la clase obrera y aprendí a apreciar las masas", continuó. Sin embargo, la clandestinidad no la exceptuó de la "desigualdad de los sexos".

"Antes de ser esposa y madre me sentía exactamente igual a un hombre. Por supuesto, supe que era una ilusión que se transformó en realidad cuando tuve un bebé. Me ayudó mi grupo clandestino. En esa época estábamos ocultos en la ciudad y teníamos una vida de familia normal, donde la mujer hacía la tarea de la casa y tenía la responsabilidad del cuidado diario de los niños".

Reconoce que la situación la molestaba pero siguió cumpliendo con sus deberes de madre. "Recibí la ayuda de otra gente en la clandestinidad, y tuve la noción de una forma de relación familiar más progresista entre las personas", dijo.

Siempre hubo "imágenes contradictorias" de la mujer filipina, dijo Benjamín Pimentel, historiador y periodista del diario San Francisco Chronicle, que ha cubierto extensamente la izquierda filipina.

"Por un lado son vistas como débiles, sumisas, incapaces de liderazgo. Por otro, se tiene la imagen de mujeres valerosas, abnegadas, inteligentes y fuertes (en el molde de heroínas revolucionarias contra los colonizadores españoles)".

"Malay encaja definitivamente en la imagen de la filipina fuerte, inteligente, heroica y capaz de enormes sacrificios por el bien del país", sin tener en cuenta si uno está de acuerdo o no con sus ideas políticas, apuntó Pimentel, que también fue un activista en su época de estudiante en los años 80.

Malay insistió que durante su época en el movimiento izquierdista "fui muy afortunada de estar ahí cuando ocurrieron las cosas. Sólo me introduje en eso. Fui libre de tomar decisiones y nadie me obligó a hacerlo".

Es la misma libertad que usó para unirse a la vida académica despues de salir de la prisión, y tambien la que empleará para dejarla atrás en mayo y comenzar a escribir sus memorias esperando el arribo de los nietos.

En cuanto a su contribución a la sociedad filipina, expresó que, finalmente, "no importa lo que se haya hecho en la vida pública, todo se revierte a la propia tarea vital. Sólo puedo decir que me hice responsable de mis hijos", afirmó. (FIN/IPS/tra- eng/ms/js/ego/aq/ip pr/00

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