La falta de instituciones y de coordinación en materia cambiaria y de inversiones colocan a los socios del Mercosur frente a serios problemas de competencia, advierten desde hace cinco años observadores del proceso de integración.
Argentina y Brasil, principales socios del bloque que también integran Uruguay y Paraguay, están embarcados hace dos meses en una creciente disputa por el reparto de las inversiones que ingresan al bloque y por la pérdida de competitividad de Argentina tras la devaluación brasileña de enero de 1999.
Las discusiones opacan el enorme crecimiento del comercio dentro del bloque en los últimos 10 años. En los 90, las ventas argentinas a Brasil, 30 por ciento de las exportaciones totales de este país, pasaron de 500 a 9.000 millones de dólares
"El Mercosur (Mercado Común del Sur) fue mal diseñado por ausencia de compromisos formales en materia de inversiones y por falta de política cambiaria, dos temas que la Unión Europea tenía acordados ya desde 1957", dijo a IPS el experto en comercio exterior Alberto de las Carreras.
"En 1995, cuando se firmó el acuerdo de Ouro Preto (que definió la institucionalidad del Mercosur), el gobierno de (el ex presidente Carlos) Menem fue extraordinariamente condescendiente con Brasil en un contexto en el cual el comercio intrabloque estaba en su mejor momento", señaló.
"Pero con la crisis aparecen ahora todas las inconsistencias", advirtió De las Carreras.
Para el experto, Argentina descuidó la organización institucional del bloque, desatendió los incumplimientos de normas y compromisos por parte de Brasil, y cuando ocurrió la devaluación del real —la moneda brasileña— las inconsistencias, en especial en materia cambiaria, quedaron a la vista.
En Argentina rige desde 1991 un sistema de convertibilidad monetaria que neutralizó la hiperinflación y fijó en un peso argentino el valor del dólar, sin variantes hasta ahora. En cambio, en Brasil, la política cambiaria es flexible, y el valor de la moneda se modifica si es necesario.
En 1999, tras la devaluación del real, la brecha de precios entre Argentina y Brasil llegó hasta 60 por ciento, pero esa diferencia se fue reduciendo a medida que el valor del dólar se ajustó hacia abajo en ese país, y que aumentó el índice de precios mayoristas.
La ausencia de una política cambiaria común se arrastra desde la creación misma del Mercosur, pero ni Argentina se atreve a renunciar al tipo de cambio fijo que le permitió estabilizar su economía ni Brasil está dispuesto a renunciar a utilizar la política cambiaria como herramienta económica.
En este contexto, Argentina está muy pendiente de que Brasil no vuelva a devaluar. Esta semana, el debate bilateral se centró en el temor a que este año haya un nuevo retoque monetario en Brasil, una versión desmentida oficialmente pero que despertó reacciones en el gobierno argentino.
El gobernador de la provincia argentina de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, principal crítico de los incentivos que ofrecen estados de Brasil a la radicación de inversiones, propuso una clásula gatillo (de aplicación inmediata ante una eventualidad) que determine compensaciones en caso de una nueva caída del real.
El jefe de gabinete argentino, Rodolfo Terragno, coincidió en la necesidad de una norma de ese tipo.
Cuando el canciller Adalberto Rodriguez Giavarini descartó esa posibilidad de plano, el embajador brasileño en Argentina, José Botafogo Goncalves, ya había calificado la sugerencia de Terragno de "inaceptable marcha atrás".
Goncalves, que llegó esta semana a Buenos Aires, sostuvo que los problemas del bloque no se resuelven con nuevos aranceles, sino atendiendo los conflictos comerciales de cada sector.
El funcionario consideró además "poco solidaria" la actitud de funcionarios argentinos que proponen precauciones ante una eventual corrida cambiaria en Brasil, en lugar de rechazar las especulaciones y respaldar al socio.
Otro asunto candente en estos días es el de la competencia entre los dos países por las inversiones, que tiene por un lado al gobernador Ruckauf liderando un movimiento de empresarios nucleados en la Unión Industrial Argentina (UIA), y por el otro a la cancillería, más cercana a la posición de Brasil.
Ruckauf y la UIA plantearon que numerosas empresas radicadas en Argentina se estaban trasladando a Brasil, donde les ofrecen rebajas fiscales, crédito barato y fácil acceso a inmuebles.
El reclamo parece apoyado por el rotativo Clarín, el de mayor circulación, que insiste en la existencia de un "éxodo" de empresas.
Funcionarios argentinos y brasileños aseguran que tal éxodo no existe y, de hecho, las declaraciones en torno de las empresas que se habrían trasladado fueron amainando en los últimos días.
Las 280 empresas que se marcharon a Brasil mencionadas por la UIA se redujeron a 50, y la lista salió luego de circulación por las quejas de numerosas firmas que figuraban en ella y no habían pensado siquiera en trasladarse, informó esta semana el diario La Nación, segundo en circulación.
El caso más paradigmático fue el de una fábrica de jeringas descartables de Argentina, presentada como la única que las producía en el país, y que fue favorecida por el gobierno de la la provincia de Buenos Aires en una licitación para evitar su traslado a Brasil.
La Nación publicó este semana entrevistas a otros dos fabricantes argentinos de jeringas que apelaron a la justicia para que les aclare porqué se benefició al empresario que amenazó con irse a través de los diarios, y no se extendió el beneficio a los demás que también atraviesan serios problemas de competencia.
Para De las Carreras, la diplomacia del gobierno de Fernando De la Rúa, el presidente que asumió en diciembre, intenta mostrar un perfil diferente al de Menem (1989-1999).
"Si bien parece una posición débil frente a Brasil, intenta negociar herramientas para evitar desbalances, e introducir algunos otros cambios", explicó.
De todos modos, aún se está lejos de alcanzar una armonización, y por eso siguen sonando muy actuales las advertencias que algunos observadores hacen desde años atrás.
En 1995, en un seminario sobre Mercosur, el economista Aldo Ferrer puso de manifiesto los riesgos que resultarían de fomentar más la competencia que la convergencia, que había sido la fuerza que dio origen político al bloque sudamericano.
"Tenemos que comenzar a abrir un camino que contemple no sólo el desarrollo social, sino también la convergencia de políticas macroeconómicas, de tipo de cambio y financieras", recomendaba entonces Ferrer, que fue ministro de Economía.
En aquel seminario, Ferrer había señalado también que para el bloque "sería fatal comenzar a competir para generar incentivos especiales que atraigan a los inversores extranjeros, en lugar de presentarse como un conjunto de países que suman un mercado de más de 200 millones de habitantes". (FIN/IPS/mv/mj/if/00