India agregó en los años 90 más de un millón de individuos a su lista de ricos, pero en la misma década 56 millones de indios se sumieron en la más abyecta pobreza.
El crecimiento del producto interno bruto (PIB) de este país asiático alcanzó un promedio de seis por ciento en la era de la economía neoliberal, pero el mercado de acciones de la Bolsa de Valores de Bombai crece a un ritmo de 100 por ciento al año.
El contraste entre la economía real y el sector financiero alcanzó niveles escalofriantes con el fenómeno "burbuja". El crecimiento se ha vuelto más desequilibrado, y la desigualdad en la distribución del ingreso, ya notoria en esta sociedad de 1.000 millones de habitantes, empeoró.
La llamada economía burbuja creó la ilusión de riqueza y progreso, concentrando los ingresos en las manos de unos pocos y estimulando exageradamente la industria de la informática.
Desde mediados de los años 90, se ha consolidado una nueva clase de jóvenes profesionales de altos ingresos en un puñado de ciudades.
Actualmente, jóvenes recién graduados de escuelas de administración reciben salarios de hasta 120.000 dólares al año, que gastan en automóviles y artículos suntuarios.
Las ventas de automóviles aumentaron 30 por ciento al año, especialmente de últimos modelos y sedanes de tamaño mediano.
A esta clase le sigue otra conformada por cientos de miles de personas con participación en la industria de la televisión, los entretenimientos y las telecomunicaciones, con un alto nivel de consumo facilitado por créditos liberales.
La industria de la computación se convirtió en un negocio de 6.000 millones de dólares, con exportaciones por 4.500 millones, lo que representa apenas 1,5 por ciento del mercado mundial de software y uno por ciento del PIB nacional.
De todos modos, el crecimiento del sector es enorme e impulsado por una salvaje especulación en el mercado de acciones, que el gobierno se encarga de estimular con medidas como exoneraciones fiscales para los fondos mutuos.
En contraste, el sector agrícola, fundamental para la supervivencia de la mayoría de las personas, se ha estancado. Su estructura decae mientras la tecnología de la información absorbe enormes inversiones especulativas.
El término "crecimiento" oculta más de lo que revela en India. El sector de los servicios recibe la mitad del presupuesto nacional, pero casi un tercio de esa cantidad se destina a la burocracia y la defensa, que difícilmente pueden considerarse una señal de progreso.
Mientras la economía registra un artificial crecimiento explosivo, las tasas de ahorro e inversión disminuyen tres puntos porcentuales y el endeudamiento público aumenta.
El déficit fiscal combinado del gobierno central y los estaduales supera nueve por ciento del PIB. Cada indio tiene, a través del gobierno, una deuda equivalente a la mitad de sus ingresos anuales.
El ex ministro de Finanzas P. Chidambaran estimó que el año próximo el déficit fiscal será de 8,3 por ciento.
Mientras, los servicios públicos se derrumban y el gobierno recorta el gasto en desarrollo rural, salud pública, educación y saneamiento.
El crecimiento del ingreso en las áreas rurales, donde viven 70 por ciento de los indios, había alcanzado un promedio de 3,1 por ciento anual en los años 80, pero se redujo a 1,8 por ciento. El salario real de los trabajadores rurales se redujo dos puntos porcentuales el año pasado.
La mortalidad infantil está en aumento incluso en estados como Kerala y Maharashtra, que tienen indicadores sociales relativamente buenos.
Mientras tanto, aumenta el consumo de artículos suntuarios en la cúspide de la escala social.
Estas características económicas contradictorias fueron acentuadas en el presupuesto nacional aprobado a comienzos de este mes. El ministro de Finanzas no dispuso nuevos impuestos para los ricos, pero sí decidió pedir nuevos préstamos.
Además, el precio del trigo y el arroz aumentará 68 por ciento de una vez en nombre de la reducción de los subsidios agrícolas, según las precripciones del Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, el ministro dispuso más concesiones para la industria de la información, las comunicaciones y el entretenimiento, mediante exoneraciones impositivas para los chips de computadora, teléfonos celulares y equipos satelitales, entre otros artículos.
Además, el nuevo presupuesto aumenta en 28,2 por ciento el ya inflado gasto militar, que excede en 68 por ciento el gasto total en educación primaria.
Para financiar su déficit, el gobierno del Partido Bharatiya Janata decidió vender bienes públicos por 2.500 millones de dólares, entre ellos rentables empresas petroleras y la aerolínea nacional.
Mientras, la infraestructura del país está en plena decadencia. En los últimos cuatro años, por ejemplo, sólo se alcanzó un tercio del crecimiento fijado como meta para la generación de energía eléctrica.
Ahora el gobierno procura nuevas inversiones privadas, y esto implica proyectos por el que las empresas extranjeras cobran mucho más de lo que valen.
El peor ejemplo es Enron, una compañía estadounidense que vende electricidad cerca de Mumbai (ex Bombai) a un precio tres veces mayor que el que cobra la empresa de servicio público.
El crecimiento desmesurado del sector financiero no puede durar. Tarde o temprano la burbuja explotará, y entonces será evidente el atraso y la persistencia de las desigualdades regionales y de clase.
Hasta entonces, sin embargo, la burbuja seguirá creando espejismos de atajos hacia el desarrollo, por el que la mayoría de los indios no pueden pasar. (FIN/IPS/tra-en/pb/rdr/mlm/dv/00