CUBA: El precio de la independencia femenina

Son universitarias, profesionales exitosas, científicas, jefas de empresa o parlamentarias, pasan los 30 años, y, aunque no pierden las esperanzas, estas mujeres de Cuba cada día se convencen más de que su única opción es la soledad.

«Se acabaron los hombres en Cuba», afirman algunas simplificando el fenómeno. Otras piensan que «es mejor estar sola que mal acompañada» y asocian la falta de pareja con el precio que hay que pagar por su independencia.

Nadie sabe cuántas mujeres están solas y buscan pareja en esta isla del Caribe. Las estadísticas sólo hablan de matrimonios, divorcios, maternidad en solitario o mujeres jefas de hogar que pueden vivir solas o acompañadas.

Para saberlo tampoco se puede acudir a los avisos clasificados o preguntar cuántas intentan encontrar el amor en el ciberespacio. Aquí, sencillamente, la prensa no incluye anuncios de ese tipo y el acceso a Internet es tan reducido y regulado que no vale la pena ni averiguar.

Sin embargo, el problema existe y lejos de atenuarse podría potenciarse en las primeras décadas del siglo XXI.

La periodista Mirtha Rodríguez Calderón dice que la esencia está en que, a 41 años del triunfo de la revolución lidereada por Fidel Castro, «las cubanas buscan un hombre que todavía no existe y los cubanos andan tras una mujer que ya no existe».

Tal es el caso de Annet Gutiérrez, una ingeniera de 39 años que se graduó en la antigua Unión Soviética, en 1985, y desde entonces busca sin encontrar un cubano con quien compartir «algo más que unas horas de sexo un sábado por la noche».

«Acostarse es fácil, lo difícil es encontrarse con alguien que tenga que ver contigo, con quien se pueda hablar de cualquier cosa y, lo más importante, que no sea machista ni se crea que porque le di un beso ya puede decidir por mi», dijo Gutiérrez a IPS.

Este asunto, que algunos expertos han empezado a calificar como desencuentro entre mujeres y hombres, parece tener sus raíces en la cultura machista dominante en Cuba y los espacios sociales que han ido ganando las cubanas poco a poco.

Un estudio realizado en 1996 por María Isabel Domínguez, experta del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de la Academia de Ciencias de Cuba, alertó sobre las tensiones que podría traer esta contradicción para la sociedad y la familia.

En su trabajo «La mujer joven en los 90», Domínguez afirma que la alta preparación profesional provoca que las mujeres se vuelvan más exigentes a la hora de buscar pareja y también al asumir su papel dentro del núcleo familiar.

Ellas son 66,6 por ciento de la fuerza técnica y profesional en Cuba, 58 por ciento de los graduados universitarios, pero ocupan sólo 32 por ciento de los cargos de dirección, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).

Los últimos datos publicados por la ONE en enero señalan que Cuba tiene unos 11,1 millones de habitantes, con una relación de 1.001 hombres por cada 1.000 mujeres.

Estudios indican que en la pasada década las mujeres cubrían 44,2 por ciento del personal y 46,6 por ciento de los cargos técnicos de cuatro centros científicos de los más exigentes de la rama biotecnológica y farmacéutica de La Habana.

En ámbitos de la justicia, las mujeres cubren 74 por ciento de las personas contratadas, 34,6 por ciento de los cargos dirigentes, 65 por ciento de los puestos de fiscales y 47 por ciento de los magistrados del Tribunal Supremo Popular.

En el parlamento ocupan 27,6 por ciento de los escaños, mientras representan 16,1 por ciento de los integrantes del Consejo de Estado, equivalente al Poder Ejecutivo en este país.

Tres mujeres están a la cabeza de los ministerios de Comercio Interior, Inversiones Extranjeras y Ciencia y Tecnología, 19 son viceministras y 36 se desempeñan como directoras de oficinas, entidades e instituciones nacionales.

El Partido Comunista, único legal dentro del sistema socialista cubano, tiene sólo dos mujeres en el Buró Político, su máxima instancia, y otras dos ocupan las primeras secretarias en provincias frente a 12 hombres con igual responsabilidad.

Mientras el acceso al poder sigue siendo bajo, no ocurre lo mismo con la educación. Desde comienzos de la década de los años 80 comenzó a hablarse en Cuba de un proceso de femenización de la enseñanza superior, tendencia que se acentuó con la crisis económica de los años 90.

Sólo en la Universidad de La Habana, uno de los 46 centros de altos estudios de este país, entre 1990 y 1995 las mujeres representaban las dos terceras partes del estudiantado de 15 de sus 25 facultades.

Esta alta preparación de la mujer «puede generar ciertas tensiones, si se tiene en cuenta que tradicionalmente ha predominado la tendencia a conformar parejas dentro del propio grupo social y a un mayor nivel educativo y ocupacional del hombre», asegura Domínguez.

Así, la realidad choca con la tradición y, según la experta, este proceso «puede dar lugar a una postergación del matrimonio, además de un incremento del número de mujeres solas y de la maternidad soltera o a un cambio de patrón en la constitución de la pareja».

La experta asegura que ese cambio podría llevar a relaciones inimaginables hoy día entre «una mujer de mayor nivel educacional y ocupación intelectual con un hombre de menor nivel educacional y ocupación manual».

Pero la hipótesis parece bastante alejada de lo que, como media, busca la población cubana.

Buena parte de las mujeres profesionales piensan que «el hombre tiene que cambiar», pero sólo un amor demasiado grande podría llevarlas a aceptar a uno con un nivel cultural mucho más bajo que el de ella.

Los hombres, por su parte, temen aceptar a una mujer que pueda aportar más que él a la economía familiar. En el código del cubano, aunque algunos afirman que ser machista pasó de moda, «tener una mujer que gane más que uno no es de hombre». (FIN/IPS/da/dm/pr/00

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