El fin de las hostilidades pone a Congo ante los problemas de la paz, expresados especialmente en la necesaria reinserción social de los milicianos rebeldes y en el retorno a localidades desiertas de pobladores que habían huido de los combates.
Mas de 400.000 personas huyeron durante la guerra civil de 1998 y 1999 a zonas boscosas de Pool, Bouenza, Niari y Lekoumou, en el sur, donde los insurgentes deponen ahora las armas y se rinden ante las fuerzas gubernamentales.
La guerra enfrentó a las milicias Ninja y Cocoye con el ejército regular y con los milicianos cobras, aliados del gobierno, hasta fines de diciembre, cuando las autoridades firmaron la paz por separado con cada grupo.
Los ninjas conformaron el ejército particular del ex primer ministro Bernard Kolelas, y los cocoyes guardaron lealtad al depuesto presidente Pascal Lissouba. No se conoce el número exacto de integrantes de esas dos milicias, pero todos aceptaron los acuerdos de cese del fuego, para retornar a su hogar.
"Mandjevo", uno de los primeros líderes rebeldes en renunciar a las armas, regresó en febrero a Brazzaville acompañado por 650 ninjas.
Ese contingente es sólo "una gota en un cubo de agua", comparado con la gran cantidad de milicianos que aún permanecen en las zonas de guerra, aseguró Mandjevo. "Restan todavía casi 16.000 ninjas en la región de Pool, alrededor de Brazzaville, y varios miles de cocoyes", dijo.
Más de 2.000 milicianos que componían facciones disidentes de los ninjas y los cocoyes ya se han rendido a las autoridades, que también recuperaron 1.600 armas, de acuerdo con la información oficial.
Pero se trata sólo del comienzo del decomiso de armamento, según el dirigente ninja Pasteur Frederique Bitsangou, conocido como "Ntoumi".
"La guerra ha terminado. Si deseamos recobrar la convivencia pacífica, debemos olvidar y perdonar", declaró Ntoumi.
Los acuerdos de paz logrados a fines de 1999 contemplan la amnistía para los rebeldes "arrepentidos" y su incorporación al ejército regular. Esa amnistía se suma a otra, dispuesta por el presidente Denis Sassou Nguesso, quien garantizó el perdón incluso a los combatienes "culpables de crímenes de guerra" que "renuncien a la violencia y entreguen sus armas".
La opinión pública no cree que los insurgentes "arrepentidos" sean bienvenidos a la sociedad. El ministro de Defensa, Lekoudzou Itihi Ossetoumba, descartó el ingreso en el ejército de todos los milicianos.
La firma de la paz "no significa que todos (los milicianos) se convertirán en soldados, policías o gendarmes. Tampoco podemos tomar más empleados en el servicio civil, pues no hay vacantes", advirtió Ossetoumba.
No obstante, el ministro se comprometió a otorgar prioridad a los ex milicianos en materia de empleo.
"Debemos hacer lo posible para promover un ambiente favorable a la creación de fuentes de trabajo, de manera que todos ellos, mediante el esfuerzo y el trabajo, puedan llevar una vida digna", agregó.
Enoch Ngoma, gobernador de la región de Pool, apoyó al ministro. "Es preciso ayudar a estos jóvenes (los rebeldes) a conseguir medios de vida, ya que todos no podrán ingresar en las fuerzas de seguridad. El desempleo y el hambre empujan a muchos hombres a la violencia", dijo Ngoma.
Aunque no todos los milicianos parecen dispuestos a unirse al ejército, están unidos en respaldo de la demanda de empleo y recursos económicos.
"El modo en que nos trate el gobierno determinará la decisión de los camaradas que aún permanecen en las zonas de batalla. Si los que ya han renunciado a la lucha obtienen empleo, nuestros amigos entregarán las armas y se unirán a nosotros en la capital", aseguró Mandjevo.
El esfuerzo por la reinserción social de los milicianos está también obstaculizado por el deseo de venganza de sus víctimas.
Los pobladores de localidades saqueadas y asoladas por los milicianos, y quienes sufrieron la muerte de familiares o fueron torturados o debieron huir a los bosques para salvar su vida, pretenden cobrar sus cuentas.
Algunos reconocen a sus torturadores en las calles de la capital y los insultan y atacan a golpes, y los incidentes se multiplican.
El general Gilbert Mokoki, presidente del comité de seguimiento de los acuerdos de paz, exhortó a las víctimas de crímenes de guerra a perdonar a sus atacantes en interés de la paz.
"Debemos aprender a perdonar. No podemos encerrarnos en un círculo de violencia y venganza. Es necesario emprender el camino hacia la paz", señaló Mokoki. (FIN/IPS/tra-en/lm/sz/sm/ff/ip hd/00